Por Javier Leoz
Hablar del Misterio de la Santísima Trinidad es comprometido. Sobre todo si lo intentamos hacer desde nuestros pobres esquemas y con el ansia de llegar al fondo mismo de Dios.
1.- Pero, ante todo, la Santísima Trinidad, nos da una gran lección: como mejor se llega a buen puerto, es en familia, unidos, en común unión, trabajando en la misma dirección. La unidad de criterio, algo tan impensable en la política, en la educación, en la sociedad, en los amigos, etc., –de repente- es visible (aunque sea incomprensible) en el Misterio de la Santísima Trinidad.
12.- Un buen día, un padre, se levantó con las primeras luces del alba. Llamando a sus dos hijos que estaban descansando, inició el traslado desde un inmenso granero de 100 sacos de trigo. Uno a uno, con la ayuda de sus hijos, los fue colocando encima de un carro tirado por una yunta de tres bueyes. Llegado un momento, y en una gran cuesta, fue necesario el auxilio de los tres (padre e hijos) para que la carga no se desparramase y llegase hasta su destino.
Pues bien, la Santísima Trinidad, lejos de ser una especie de yunta de bueyes, si que son tres personas desvelándose y velando en común. Con un mismo pensamiento. Con idéntica naturaleza. Los tres, Padre, Hijo y Espíritu, tienen los ojos puestos en el mismo horizonte y, sobre todo, valoran y cuidan su íntima comunión.
Cuando llegan las elecciones solemos escuchar aquello de “no a la dispersión de voto”. La Santísima Trinidad es fuerte, indivisible porque están ensambladas tres personas, estrechamente acopladas. Tan fundidas en un abrazo que es imposible ver una fisura en sus ideales divinos.
3.- Hoy, en este día de la Santísima Trinidad, damos gracias al Padre porque, desde muy antiguo, se manifestó de diversas maneras y de modo admirable patriarcas, profetas y reyes. Porque, en un momento determinado, la Palabra la vimos nacer Hombre y Dios en Belén y, porque al final de caminar la Palabra Encarnada por los senderos del mundo, se hizo Espíritu. Un Espíritu que acompaña, anima y fortalece las entrañas y las iniciativas de toda la Iglesia. ¿Se puede pedir más a este Dios Trinitario?
Impresiona el deseo de Dios de hacerse con el hombre. Es admirable el empeño de Dios de encontrarse con la persona. Podía haberse quedado, perfectamente y sin miramiento alguno, bien acomodado en el cielo. Contemplando el devenir (positivo o negativo) de aquellos seres creados a su imagen y semejanza. ¡Pero no! Dios, desplegando toda su creatividad e ingenio, no tuvo mejor cosa que convertirse en una gran familia trinitaria para alcanzar, en distintas sensibilidades, al género humano: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu.
4.- Que este Misterio de la Trinidad nos ayude a trabajar por poner el amor en todo lo que somos, hacemos y expresamos. Sólo así, lejos de dispersarnos, podremos ofrecer a Dios lo que, a cambio, nos pide en su afán de hacerse el encontradizo con nosotros: ser amado.
Dios Trinitario es grande, pero se manifiesta en las cosas más sencillas. Cuentan que una vez un hombre susurró: Dios, dime algo, Y un árbol cantó. Pero el hombre no escuchaba. Luego, el hombre habló más alto pidiendo: ¡Dios, háblame! Y el viento silbó a su alrededor. Pero el hombre no oía. El hombre miró a su alrededor y gritó: ¡¡ Dios, déjame que te vea!! Y una estrella se encendió con fuerza en el cielo. Pero el hombre no veía. Entonces, el hombre gritó: ¡Dios, muéstrame un milagro! Y en ese momento un niño nació. Pero el hombre no se enteró.
5.- Luego el hombre, ya desesperado, pidió a voces: ¡Tócame Dios! ¡Hazme saber que estás aquí! Dicho esto, Dios bajó y le tocó. Pero el hombre, sin darse cuenta, espantó la mariposa que volaba a su alrededor y continuó caminando.
Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, está muy cerca de nosotros, pero tenemos que darnos cuenta para que no pase desapercibido.
6.- HAZME COMPRENDER, OH DIOS
Que hay cosas que nunca entenderé,
y en las que, sé, que siempre estarás Tú.
Que el amor, puro y radical como el tuyo,
es la fuente de la unión.
Que el amor, simple y egoísta del ser humano,
es, muchas veces, inicio de muchos sufrimientos
HAZME ENTENDER, OH DIOS
Que en lo aparentemente inexistente para mis ojos
residen muchas verdades de tu amor y de tu poder
Que en amor, gratuito y que por tres canales me das,
te puedo amar como Padre, Hijo y Espíritu
Que en el secreto de ese triple anillo trinitario
puedo beber yo el agua de la comunión
que se respira y se vive en el cielo.
HAZME ENTENDER Y COMPRENDER, SEÑOR
Que siendo invisible como eres
te hiciste como nosotros en Belén
sin más pretensión que el poder tocarnos
sin más deseos que el amarnos más y mejor
sin más intenciones que compartir nuestra existencia
sin más derecho que integrarte en medio de nosotros.
HAZME ENTENDER Y COMPRENDER, MI DIOS
Que, sin ser demasiado conscientes,
yo también soy imagen de tu amor trinitario
Que en mi mano está el amar, o el odiar
Que en mi corazón está la fuerza para la comunión
o la inclinación hacia la división
Que mis pies pueden caminar hacia el bien común
o hacia mi propio egoísmo.
¡GRACIAS, SEÑOR!
Porque, al ser demasiado grande,
ya que hay ciertos misterios que no entiendo ni comprendo
doblo mis rodillas y te digo: ¡TE AMO y TE QUIERO!
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario