Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Sean todos bienvenidos a este lugar en el que nos congregamos como pueblo de Dios para celebrar la santa misa en el décimo primer domingo del tiempo ordinario.
Después de las grandes solemnidades que hemos celebrado los domingos anteriores, nos congregamos nuevamente para retomar el correlativo de los domingos del tiempo ordinario.
Al reunirnos para celebrar la misa, expresamos nuestro compromiso con Dios y con la comunidad, atendemos el llamado que Él día a día nos hace y reavivamos nuestra fe para vivirla desde nuestra vocación.
Como un solo pueblo, unamos nuestras voces para iniciar esta misa con el canto de entrada. De pie y cantemos todos.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de hoy nos hablan de elección o llamado. Igual que en el Antiguo Testamento Dios eligió a Moisés, en el Nuevo Testamento Jesús, el Hijo de Dios, llama a los doce. En ambos casos el Señor busca reconstruir un pueblo que sea testigo de la salvación ante el mundo. El pasaje de la Carta a los Romanos recuerda la centralidad que tiene Jesucristo en la obra salvadora de Dios.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Éxodo 19, 2-6a)
Como preparación al evangelio de la misión de los apóstoles, leemos en el libro del Éxodo una página en la que Moisés recuerda al pueblo, de parte de Dios, la misión que tiene Israel en medio de las naciones. Escuchemos atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo 19, 2-6a
En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte.
Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo:
—«Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los israelitas:
«Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa»».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 99)
En respuesta al llamado de Dios, mostramos nuestra actitud de confianza absoluta y alegría desbordante proclamada en el salmo 99: “¡Aclamad al Señor, servidle con alegría!”.
Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 99, 2. 3. 5
R. Nosotros somos su pueblo
y ovejas de su rebaño.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores, R.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R.
Monición a la segunda lectura (Romanos 5, 12-15)
Pablo, en su carta a los romanos, sigue desarrollando su tesis fundamental de que es Cristo quien nos salva. La fuerza del amor de Dios nos ha salvado y la reconciliación es gratuita e irreversible. Escuchemos atentos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 6-11
Hermanos:
Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!
Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 10, 26-33)
El pasaje evangélico de san Mateo nos explica la razón de ser de la misión de los discípulos de Jesús. La misión propia de Jesús va a prolongarse en el mundo por medio de sus discípulos de ayer y de hoy; por eso dispongámonos, cantando el aleluya, para escuchar el llamado que también a nosotros nos hace el Señor.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 36—10, 8
En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
—«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Con la confianza filial que el Espíritu Santo ha infundido en nosotros, dirijamos nuestras plegarias a Dios, Padre misericordioso, pidiendo por nuestras necesidades y las del mundo entero. Digamos todos:
Padre, escúchanos.
- Por el Papa Francisco, para que Dios le conceda buena salud y le asista en su misión de gobernar a la Iglesia. Oremos.
- Por todos aquellos a quienes el Señor llama a servirle en la vida sacerdotal, religiosa o misionera, para que atiendan ese llamado y entreguen su vida al servicio de Dios y de la Iglesia. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que Dios les inspire pensamientos y decisiones encaminados a una paz verdadera. Oremos.
Por todos los que sufren algún tipo de enfermedad, para que Dios escuche sus súplicas, realice sus deseos y haga que, en su tribulación, experimenten el gozo de la misericordia divina. Oremos. - Por todos nosotros, para que aprendamos a agradar a Dios cumpliendo fielmente la vocación a la que hemos sido llamados, siendo modelos para otros, ahí donde Dios nos ha colocado. Oremos.
Presidente: Padre Santo, que quieres misericordia y no sacrificios y acoges a los pecadores en tu mesa, haz que nuestra vida, transformada por la fuerza de tu amor, nos lleve a una total entrega a ti y a todos nuestros hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las ofrendas
Con las ofrendas de pan y vino, ofrezcamos nuestro «sí» al llamado que Dios constantemente nos hace.
Comunión
Cristo, que murió por nuestros pecados y resucitó para darnos una nueva vida, nos ofrece hoy su Cuerpo y su Sangre para la vida eterna. Acerquémonos a recibirle.
Final
Queridos hermanos, después de haber participado de esta santa misa, toca ir a vivir las enseñanzas que Dios nos ha dado hoy y a cumplir su voluntad.
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