MISTERIO DE AMOR
Por Antonio García-Moreno
1.- El camino del desierto quedó como paradigma, como ejemplo que sería recordado muchas veces. Fueron momentos inolvidables en los que Dios estuvo cerca de su pueblo como nunca. El desierto se convertía así en una mística, un vivir en soledad y silencio, en intimidad entrañable con Dios. Por eso, a lo largo de la Historia hubo quienes buscaron, y buscan, el desierto o la montaña como lugar de encuentro con el Señor.
No es cierto que para encontrar a Dios tengamos que huir del mundo. Algunos así lo deben hacer por vocación divina. Pero los demás no. Sin embargo todos podemos y debemos buscar el silencio y la soledad para estar con Dios. De ordinario dedicando un rato cada día, unos días cada año. Y siempre entrando en lo interior de nuestro corazón, donde Dios nos espera y nos ama. Aunque fuera haya polución y ruidos, dentro de nosotros puede haber aire limpio y silencio apacible.
3.- Uno de los ritos en la celebración de una alianza era el banquete sagrado. Los pactantes comían un mismo alimento. De ese modo, la fuerza vital contenida en el alimento pasaba a los comensales, que así se unían estrechamente. A veces el rito se hacía a través de la sangre, mezclándola mediante incisiones en las palmas de la mano en cada pactante, que se estrechaban para que la sangre de uno pasara a la del otro.
En Israel se celebró el rito de la Alianza del Sinaí derramando parte de la sangre del animal sacrificado sobre las esquinas del altar, mientras que el resto se asperjaba sobre el pueblo. De ese modo una misma sangre entraba en contacto con Dios, representado en el altar, y sobre el pueblo asperjado con esa sangre. Son ritos que laten en la cena pascual cuando el Señor instituye el Sacramento de la Eucaristía. Por eso en la Comunión de Cuerpo y la Sangre de Cristo quedamos unidos al Señor y también con cuantos participan en la Eucaristía.
3.- El capítulo VI es uno de los más extensos, y también más densos en los relatos del Evangelio de San Juan, y pletóricos de rico sentido teológico. Este versículo que hemos señalado es el gozne que une este texto con la primera parte de los discursos pronunciados, según refiere San Juan, por el Señor en la sinagoga de Cafarnaún. Primero ha insistido en la necesidad de la fe para alcanzar la vida eterna.
Luego el Maestro expone la doctrina de la Eucaristía, insistiendo en la necesidad de comer su carne y de beber su sangre para alcanzar esa vida eterna. Sus palabras provocan una reacción de escándalo y rechazo. Tanto que incluso los discípulos le abandonan. Ante esa actitud Jesús no suaviza sus afirmaciones, ni aminora sus exigencias. A los apóstoles les pregunta si también ellos se quieren marchar. Pedro, en nombre de todos, hace un acto de fe y de confianza en Jesús... Sólo así, con una fe rendida y firme, podremos aceptar el Misterio de Amor que supone que el Señor se haga pan para que le podamos comer.
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