23 junio 2023

Domingo 25 junio: NO TENGÁIS MIEDO

 NO TENGÁIS MIEDO

Por Gabriel González del Estal

1.- Los discípulos tenían muchos motivos para tener miedo. Mirando el contexto en el que está dicha la frase, en este capítulo 10 de Mateo, vemos que les manda predicar a ovejas descarriadas y perdidas en medio de lobos, es decir, a personas que podían volverse peligrosas, porque estaban asustadas. Era para tenerles miedo. Y lo que tienen que predicar a estas personas es que está cerca el Reino de Dios, es decir, un reino donde todos podrán vivir en paz y donde la justicia misericordiosa de Dios no va a permitir desigualdades sociales, ni hambres, ni enfermedades, ni muertes. Todo esto tienen que hacerlo gratuitamente, sin dinero, ni alforjas, ni sandalias, ni bastón. ¿No es realmente demasiado lo que les pide el Maestro? Les pide que lo dejen todo, la familia y los bienes materiales, y que dediquen las veinticuatro horas del día a la predicación de un reino que a la mayor parte de esas ovejas descarriadas les va a parecer pura utopía. ¿Merece la pena fiarse del Maestro hasta tal extremo? Realmente es para pensarlo, es para tener miedo. Porque lo más probable, analizando la situación con realismo, es que van a fracasar y que hasta es posible, como les ha anunciado el mismo Maestro, que el hermano entregue al hermano a la muerte, el padre al hijo y que los hijos se levanten contra los padres y les den muerte, llegando el momento en que todos sean aborrecidos por su nombre. ¿Y qué es lo que ganarán a cambio? Los que perseveren hasta el final se salvarán, entrarán en el Reino y gozarán de la cercanía y del gozo de Dios para siempre. Hace falta tener mucha fe y mucha confianza en la palabra del Maestro para embarcarse en esta empresa. ¿No pasa hoy algo parecido a los cristianos que quieran predicar el evangelio del Reino de Dios, en medio de esta sociedad en la que vivimos? ¿No es para tener humanamente miedo? Sólo con una gran fe y con una gran confianza en Dios se puede vencer este miedo. Una gran fe en Dios y una gran confianza en su Palabra pueden y deben ahuyentar de nuestra alma todos los miedos.

2.- Cantad al Señor, que libró la vida del pobre en manos de los impíos. Peor que lo tuvo el profeta Jeremías difícilmente lo vamos a tener nosotros. Perseguido, desterrado, amenazado de muerte. Pero él no tiene miedo, porque el Señor está con él como fuerte soldado y sus enemigos tropezarán y no podrán con él. Por eso, él cantará al Señor y le alabará, porque ha librado su vida de la mano de los impíos. También el Señor quiere librarnos a nosotros de los muchos males que nos acechan. Con el Señor a nuestro lado, ¿a quién temeremos?

3.- No hay proporción entre la culpa y el don. Sencillamente, porque la culpa del hombre siempre será finita, ya que mana de una fuente finita, mientras que el don es infinito, porque procede de Dios. Por eso, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos. Este es nuestro gran consuelo, esto es lo que debe romper y aniquilar todos nuestros miedos, saber que la misericordia de Dios es infinita, infinitamente mayor que nuestro pecado. Dios nos ha creado para la vida y, si creemos y confiamos en Él, la muerte no tendrá dominio sobre nosotros.

4.- No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Esa fue la fuerza de los mártires, el saber que los asesinos podían matar su cuerpo, pero no su alma, porque su alma estaba en las manos de Dios. Mientras nosotros queramos estar en las manos de Dios, nadie podrá arrebatar nuestra alma de sus poderosas manos. Si Dios está con nosotros nadie nos vencerá, porque si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. En definitiva, todo se reduce a esto: creer o no creer. Si creemos en Dios y tenemos confianza en su Palabra, seremos capaces de luchar hasta la muerte contra el mal y ningún miedo nos vencerá; si no creemos, los miedos de cada día nos atenazarán y permaneceremos inofensivos, sí, pero ineficaces y estériles. Somos valiosos ante Dios, mucho más que los gorriones, pero tenemos que ser capaces de demostrar nuestro valor diciendo en pleno día y pregonando desde las azoteas nuestro compromiso con el Reino. Sin miedo a los verdugos del cuerpo, sin miedo a los enemigos del alma, porque Dios está con nosotros.

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