1. – En nuestro bautismo fuimos consagrados como sacerdotes, profetas y reyes. Como ocurre con muchos de nuestros ritos, no alcanzamos a ver el significado profundo que tienen. Es necesario que asumamos el compromiso que adquirimos en el Bautismo. El profeta Jeremías se resistía a aceptar la llamada de Dios: «mira que soy un chiquillo…, que se burlarán de mí». Pero después asumió plenamente su misión de profetizar, que no es adivinar el futuro, sino anunciar la Palabra de Dios y denunciar los olvidos e injusticias del pueblo. Ocurre esto a finales del siglo VII antes de Jesucristo. Era una época difícil en tiempos del rey Joaquín, cuando Jeremías denuncia la superficialidad del culto y las injusticias de los poderosos. El texto que leemos en este domingo es de la última de las «Confesiones» de Jeremías. En ella lanza una acusación durísima contra los poderosos de Israel. Su valentía le acarrea la acusación de alta traición y el dar con sus huesos en la cárcel. Surge entonces en su interior la duda y la tentación de abandonarlo todo, ¿para qué seguir si nadie le hace caso? Me recuerda su estado de ánimo a aquél mensajero que anunciaba la conversión, pero nadie le hacía caso. Uno de sus amigos le dijo que por qué seguía gritando si nadie le escuchaba, pero él contestó que aunque no hubiera podido convertir a nadie, por lo menos su grito le había servido para no dejarse engañar por los otros. Y es que algo que nos falta a los cristianos es la coherencia entre fe y vida…..
2. – Para mantenerse firme en sus principios Jeremías se apoyó en la confianza en Dios. Siente en su interior que el Señor está con él y nunca le abandona. Esta misma confianza del corazón es la que nos transmite Jesús en el evangelio de Mateo, cuando dice que no tengamos miedo, pues hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. Si Dios se preocupa de los gorriones, ¿cómo no se va a ocupar de nosotros que valemos mucho más que ellos ante los ojos de Dios? La confianza en Dios sostuvo desde el principio la labor de la Madre Teresa de Calcuta. Nunca tuvo que rechazar a nadie, aunque sus monjas no tuvieran salarios ni ingresos. Atienden cada día más de 50.000 leprosos y todos reciben ayuda. Es posible con la confianza en la Providencia divina «que está fundada en una fe vigorosa e inquebrantable con la que Dios puede y quiere ayudarnos. Si pertenecemos enteramente a Dios, tenemos que estar a su disposición y debemos poner nuestra confianza en El. No nos preocupemos nunca por el futuro. No hay razón para ello. Dios está presente. Si Dios reviste con tan hermosos vestidos las flores del campo, no puede prescindir de cuidar más aún a los seres humanos que ha hecho a su imagen y semejanza». Como Jeremías puede haber momentos en tu vida en que tus esperanzas queden defraudadas. Entonces, ¿te dejarás sumergir por el desánimo y la duda? Sería un error que lo dejaras todo y abandonaras…. Lucha por salir adelante con la confianza de que el Resucitado está contigo, El quema tus propias espinas e ilumina tus oscuridades. Cuando te crees poco amado o poco comprendido, Cristo te dice sin cesar: «Te amo con un amor que no tendrá fin. Y tú, ¿me amas? Tu respuesta debe ser: «A ti Jesús, yo te amo, quizá no como quisiera, pero te amo». Recuerda la parábola de las «huellas de la playa». En los momentos peores de su vida aquel hombre veía sólo dos huellas en la arena, eran las pisadas de Jesús que cargaba con él sobre sus hombros. Dios no nos falla nunca.
3.- Jesús nos decía el domingo pasado que diéramos gratis lo que gratis hemos recibido. Hoy nos dice que no podemos guardarnos para nosotros la Buena Noticia que hemos recibido. Cuando nos pasa algo bueno solemos comunicarlo. Que sea así también con la experiencia de nuestra fe. ¿Cómo podemos reservarla sólo para nosotros? Tu testimonio es necesario, pregona «desde la azotea», no tengas vergüenza de anunciar lo que vives. Da la sensación de que los cristianos vivimos apocados, nos cuesta anunciar a Jesús en la Universidad, el taller o la oficina. Quizá por miedo al ridículo, a ser objeto de mofa. Con frecuencia oigo a muchas personas lamentarse porque se encuentran en ambientes adversos, en lo que se practica el deporte de la crítica despiadada a la Iglesia. Los cristianos tenemos que estar presentes en los medios de comunicación y utilizar los medios para llegar a todos. Pero el estilo del evangelizador no debe ser negativo ni apoyarse en la condena o la denuncia del pecado. Debe utilizar un lenguaje positivo, que transmita alegría, capaz de liberar, estimulante, esperanzador. Sólo así nos creerán, pues somos anunciadores de la gracia de Dios, como dice la Carta a los Romanos, no agoreros que presentan un Dios justiciero o un futuro oscuro. Da testimonio de tu fe, hoy es más necesario que nunca…
José María Martín OSA
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