¿POR QUÉ TEMER, SI DIOS ESTÁ DE NUESTRA PARTE?
Por José María Martín OSA
1.- Somos profetas consagrados en nuestro Bautismo. Jeremías desarrolló su misión profética poco antes del exilio a Babilonia, a finales del siglo VII y principios del siglo VI a. C., durante los reinados de Josías y sus hijos Joaquín y Sedecías. Sintió su vocación muy dentro de él y con una fuerza inusitada: “Antes de formarte en el vientre, te escogí”. Era consciente de sus limitaciones, pero el Señor “le sedujo y se dejó seducir”. Su misión no fue nada fácil. Lanza tres acusaciones a los habitantes del reino de Judá: han abandonado a Dios, viven de una falsa seguridad en la ley, el templo y las promesas de los falsos profetas, cometen grandes injusticias sociales que acarrean la opresión de los pequeños por parte de los poderosos. Jeremías denuncia esta situación y esto le ocasiona persecución y violencia. Pero la palabra del Señor es “fuego ardiente en sus entrañas” y no puede hacer otra cosa que anunciarla. En el texto de este domingo vemos que está a punto de sucumbir, pues hasta sus amigos quieren delatarlo. Pero él está convencido de que el Señor está a su lado. Hace suya la súplica del salmo 68 “Que me escuche tu gran bondad, Señor”. Jeremías es un verdadero profeta del Señor. Profeta es el que denuncia la injusticia y el pecado y anuncia un mundo nuevo. El estereotipo de profeta para mucha gente es el de una persona que predice el futuro, mitad mago y mitad adivino. El falso profeta es aquél que halaga a los poderosos, como ocurría en el reino de Judá. El verdadero profeta es aquél que pronuncia palabras que escuecen, no busca la fama ni el éxito, sino sólo ser fiel a la palabra que ha recibido de Dios. Nosotros somos profetas, consagrados como tales en nuestro Bautismo. Hoy día más que nunca son necesarios los profetas. ¿Estoy yo dispuesto a asumir mi consagración bautismal, el compromiso que adquirí de trabajar por la construcción de un mundo más justo y pacífico?
2.- El miedo no debe impedir que proclamemos el evangelio con todas sus exigencias. Como ya sabemos, la comunidad para la que Mateo escribió estaba formada predominantemente por judíos cristianos, para quienes Jesús representaba la consumación del Antiguo Testamento. Cuando Mateo escribió su evangelio, alrededor del año 85 d.C., los cristianos eran cruelmente perseguidos y, ante los peligros, algunos perdían su fe. En el texto de hoy, la frase: “No tengáis miedo” aparece tres veces. Con estas palabras Jesús animó a los discípulos y atacó los miedos que podrían causar que ellos abandonaran su misión. Jesús prevé que los poderes de esta tierra tratarán de silenciar su palabra. Por eso después de exhortar a sus discípulos por primera vez a no temerles, agrega: "Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse". La previsión de Jesús se cumplió, pues el primer obstáculo que encontraron los apóstoles fue la severa prohibición de las autoridades judías de hablar en el nombre de Cristo. Pero ellos, obedeciendo la instrucción de Jesús, no les temieron. Estaban cumpliendo el mandato de Jesús: "Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas”. Jesús avisa que ellos serán condenados a muerte a causa del mensaje que anuncian. Por eso los exhorta por segunda vez a no temer: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma". El Imperio Romano, que ha sido el más totalitario de los gobiernos que conoce la historia, trató de detener la difusión del cristianismo decretando la muerte de quienes se declararan cristianos. Pero se encontró con algo no previsto: que los cristianos no temían la muerte corporal y que cuanto más se los perseguía más se difundían. Observando este fenómeno se acuñó esta frase: "La sangre de los mártires es semilla de cristianos". El Maestro les aseguró que sus perseguidores podrían matar el cuerpo, pero nunca el alma. La venida del Reino de Dios era inevitable y los discípulos no podían permitir que el miedo los paralizara. ¿Cuáles son los miedos que no me dejan compartir el mensaje del evangelio? ¿Las burlas, las críticas, la pérdida de un trabajo, el rechazo, etc.?
3.- Jesús está de nuestra parte y nunca nos falla. Jesús exhorta a no temer, porque nuestra vida está enteramente en las manos de Dios, a quien llama "vuestro Padre". Jesús afirma que ni siquiera un pajarillo de escaso valor -dos de ellos se venden por una monedita- cae en tierra sin el consentimiento de Dios, y asegura: "No temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos". Y para que nadie piense que Dios no se ocupa de él o que puede sustraerse a la atención de Dios, Jesús asegura también: "En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados". No se puede expresar una dependencia mayor. Jesús está a favor nuestro, está de nuestra parte. Por eso, no debemos temer a nada ni a nadie, como Jeremías.... Al final de nuestra vida seremos juzgados por la fidelidad a Jesús aún en los momentos difíciles.
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