1.- Los nuevos compañeros de misión (Hch 6, 1-7)
La expansión geográfica y cultural del mensaje de Jesús requiere nuevos misioneros. En la visión de la obra lucana, aceptado como un hecho el retraso de la Parusía, la nueva venida de Jesús en gloria, el tiempo de la Iglesia ahonda en la nueva presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los discípulos.
Pero, una comunidad anclada en la historia y llamada a responder a los problemas nuevos que se dan en su seno y en su servicio a la misión; o, más precisamente: se dan en su seno a causa de su servicio a la misión.
La lectura de hoy refleja el inicio de una de aquellas grandes cuestiones de los primeros pasos del cristianismo: La relación mutua entre cristianos procedentes del ámbito geográfico-cultural palestino, en torno a Jerusalén; y los procedentes del ámbito geográfico-cultural helenista, en torno a Antioquia: «Las tensiones que la Iglesia libera en andadura/ son signos de la humana catadura/ que no empiece la fuerza de los dones».
Lucas da una importancia especial al ministerio de los Doce, en el tiempo de la continuidad: «Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos». Pero de aquella reunión, convocada por los apóstoles, emerge un nuevo ministerio, más lanzado a la misión: ¡os siete elegidos, que lo son, no sólo para el «servicio de las mesas», sino como auténticos nuevos misioneros para ambientes culturalmente nuevos.
2.- Todos somos piedras de un único edificio (IPe 2, 4-9)
Parece que el «elitismo vocacional» aparece pronto en las comunidades primitivas: ¿sólo algunos…, o todos? Si, como parece, la primera Carta de Pedro es una catequesis bautismal, la respuesta es: todos los bautizados: « piedras vivas entráis en la construcción del templo del Espíritu». Piedras vivas para la construcción de una comunidad que toda ella es «un sacerdocio sagrado», con una finalidad: «Ofrecer sacrificios espirituales» y con una seguridad: que «Dios los acepta por Jesucristo».
En un tono más directo, un apunte sobre la identidad d todos: «Vosotros sois una raza elegida, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios»… Y la misión común «Para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa».
Toda la comunidad, ministros y pueblo, con un solo apoyo: la piedra angular que es Cristo. La aceptación o e rechazo tienen siempre a Cristo como término. Entrar en su construcción es una gracia; el rechazarlo, un tropiezo.
3.- En Jesús, camino, verdad y vida (Jn 14, 1-12)
La comunidad de los discípulos se expande Requiere nuevas respuestas (primera lectura) y estar siempre repensando su propia identidad (segunda lectura), pero en medio de su movimiento expansivo, no olvida jamás la referencia que la construye Cristo-Jesús, resucitado pie angular del edificio del Espíritu (segunda lectura), y, para cada creyente «camino, verdad y vida» «Piedra angular, Palabra poderosa/ Verdad, camino, Vida desbordada/, Jesús, luz cenital, maravillosa»
La meta del camino el Padre En Él está Jesús y hacia É quiere conducir a los suyos Revelador del Padre, Jesús no sólo lo manifiesta, posibilita el acceso a Él «Convivir» con Jesús es tener «la propia estancia» en el misterio mismo de Dios Jesús «está en el Padre y el Padre está en él» Él es «mediador de una fe tan laboriosa/ que construye en el cielo mi morada»
Camino, verdad y vida
Dios anda entre pucheros… Las tensiones
que la Iglesia libera en su andadura,
son signos de la humana catadura,
que no empiece la fuerza de los Dones.
Tomás… Felipe… purgan sus pasiones:
la lógica —virtud de la cordura—…;
la experiencia sensible…, ¡tan segura
que descarta la fe y las mediaciones…!
Piedra angular, Palabra poderosa,
Verdad, Camino, Vida desbordada…
Jesús, luz cenital, maravillosa,
que triunfa del pecado y de la nada…,
Mediador de una fe tan laboriosa
que construye en el cielo mi morada.
Pedro Jaramillo
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