Javier Leoz
Como toda empresa familiar o corporativa que, después de un tiempo de seguridad y bonanza, es confiada a segundas manos, se enfrenta a muchos riesgos e incertidumbres: nuevas manos, otras personas, distintas visiones e, incluso, posibles conflictos.
1.- La “empresa” de Jesús, que no era ni es otra que la expansión del evangelio para que el mundo conozca el rostro y el corazón de Dios, también estaba y está sujeta a contradicciones, persecuciones y bandazos de distinta índole.
Jesús, aún estando en comunión y sintonía perfecta con el Padre, tenía los pies muy bien puestos en el suelo. Conocía de antemano el futuro que les esperaba a aquellos en los cuales depositaba todo su legado espiritual y su testamento: ¡Amaos! ¡Predicad! ¡Id por el mundo! ¡Perdonad! ¡Devolved bien por mal! ¡Sed justos! Etc.
La debilidad del ser humano es tan cierta como la gran capacidad que tiene para llevar y sacar adelante iniciativas y proyectos. Pero, los caminos de Dios, su pastoreo, su Verdad, su Vida, son más exigentes y más difíciles de alcanzar que cualquier objetivo de una mediana o grande empresa.
*El Espíritu Santo, enviado por voluntad del Padre, sería invocado y –lo sigue siendo- para que nos convoque a la reunión, a la unidad, a ser un solo pueblo y un solo rebaño.
*El Espíritu Santo, como indicador de los caminos que hemos de elegir para alcanzar buenos resultados evangélicos, fue y lo sigue siendo el mayor responsable de todo lo que se nos ocurre y de todas las dinámicas que contribuyen a la expansión del Reino de Dios.
*El Espíritu Santo, en los momentos de prueba, cuando las cosas no funcionan bien, cuando “nuestra empresa” se ve sitiada y acechada por mil dardos que intentan destruirla, es el mejor defensor que nos hace fuertes ante cualquier contrariedad y enemigo.
2.- Sí, amigos. ¡No estamos solos! ¿Por qué tanto temor o miedo cuando no se nos entiende? ¿Pensamos acaso que nuestros primeros hermanos en la fe lo tuvieron mejor? En la tormenta, todos lo hemos experimentado, solemos abrir el paraguas o nos cobijamos a la sombra de cualquier edificio. El cristiano, por el contrario, lejos de recurrir al paraguas de la vergüenza, de la timidez o de la desazón…ha de desplegar la razón de su esperanza. La valentía que le confiere el Espíritu. La seguridad de que, Dios, pondrá en sus labios la palabra oportuna.
3.- Aquello de “no hay mejor defensa que un buen ataque” no es válido ni aconsejable para levantar y construir el Reino de Dios en la tierra. Ante un ataque (no precisamente bueno pero si orquestado por muchos medios) lo más valioso es recurrir a la ayuda del Espíritu. A la lectura de la Palabra que nos lleva al asombro de cómo vivían y cómo aguantaban los embistes las primeras comunidades cristianas.
En nuestro buen hacer, sacerdotes y laicos, no jugamos en solitario. Nos acompaña la fuerza de la fe. Nos anima la Palabra de Jesús “yo estaré con vosotros”. Nos sopla un Espíritu que nos hace renacer de las cenizas del desencanto y del pesimismo.
4.- Recientemente, el Papa Benedicto XVI, a las comunidades religiosas les invitaba a recuperar el carisma original de sus fundadores. Esto no es nuevo; ya Jesús –en el evangelio de hoy por ejemplo- nos lo recuerda: “si me amáis; guardaréis mis mandamientos”.
5.- En cierta ocasión, un gran empresario, orientó toda su empresa en manos de sus obreros con una condición: que los objetivos y los fines de la misma fueran los de su fundador. El, por otra parte, se comprometía a echarles una mano a cambio.
Pero, poco a poco, disimuladamente, el equipo directivo y algunos obreros, desvirtuaron los fines y los proyectos y se alejaron del pensamiento de aquel directivo. Con el paso de los años, la empresa fue fracasando, el equipo responsable se dirigió al viejo empresario: ¿no decías que ibas a estar siempre con nosotros? ¿Cómo es que hemos llegado a esta situación? El anciano empresario les contestó: yo os ayudaré siempre y cuando, vayáis por el camino que yo emprendí; pero no os puedo empujar en la dirección que, ni quiero, ni nunca pensé para mi empresa.
Pidamos al Espíritu Santo la fuerza y el consejo oportuno y necesario para llevar a buen fin los sentimientos y la obra de Jesús de Nazaret. El es nuestro defensor y nuestra defensa en todo combate.
6.- PIDE, POR NOSOTROS, SEÑOR
En tiempos de claridad,
dame Señor la humildad para reconocer tu presencia
En momentos de oscuridad,
alarga tu mano y nunca me sienta sólo ni abandonado.
¡Sí, Jesús!
Necesitamos de tu auxilio en un mar revuelto,
en un mundo de tanta palabra hueca y sin contenido
En una realidad, donde lo bueno, es dado por malo
y, lo nefasto para el hombre, es exaltado.
¡Si, Jesús!
Llénanos de tu alegría y envíanos tu Espíritu
para que, la llama que tú encendiste hace siglos
siga ardiendo con el mismo calor
con idéntica leña divina y con igual resplandor.
¡Sí, Jesús!
Enséñanos la órbita por la que se mueve
ese Espíritu Santo que es defensor de todo lo tuyo
Ese Espíritu que, al invocarlo, vence la tiniebla
Ese Espíritu que, al llamarlo, es baluarte
ante toda desesperanza, desencanto o pesimismo.
¡Sí, Jesús!
Porque tememos a quedarnos a mitad de camino
malinterpretando tus designios
¡Pide por nosotros!
Porque tememos no cumplir tus deseos
dejándolos de lado
¡Pide por nosotros!
Porque tememos creer a nuestra manera
y pensar además, que es justo y bueno
¡Pide por nosotros!
Porque tenemos la sensación de caminar solos
cuando de Ti nos alejamos
¡Ampáranos y pide por nosotros!
Porque miramos hacia lo alto
y vemos que retrasas tu llegada
¡Pide por nosotros y vuelve pronto!
¡Pide, Señor, por nosotros!
Pide al Padre, pero…vuelve pronto, Señor!
Amén.
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