J.R.Flecha
“La Palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de los discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe” (Hch 6,7). El libro de los Hechos de los Apóstoles da cuenta de la elección de los siete “diáconos” de lengua griega para que atiendan especialmente a las viudas procedentes de esa cultura.
Pero inmediatamente después, nos informa del asombroso crecimiento de la comunidad de Jerusalén. Como que había muchos sacerdotes que habían llegado a creer en Jesús como el Mesías de Dios.
Nosotros nos unimos a aquella comunidad, implorando con el salmo responsorial: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti” (Sal 32).
CONOCER EL CAMINO
En este domingo quinto de Pascua volvemos al cenáculo y escuchamos la promesa de Jesús a sus discípulos: “Os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros” (Jn 14,3). El evangelio recoge las intervenciones de dos de sus discípulos.
• En primer lugar, Tomás confiesa que no sabe adónde va Jesús y, por tanto, no puede conocer el camino. Esa humilde confesión provoca la magnífica manifestación de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). También nosotros parecemos desorientados. No sabemos adónde dirigir nuestros pasos. Pero el Señor es el camino que nos lleva a la vida.
• Después Felipe dirige a Jesús una oportuna petición: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. También en ese ruego nos sentimos representados nosotros. Todos los días invocamos al Padre, pero nuestra invocación es bastante hipócrita. No valoramos la paternidad de Dios cuando lo invocamos en las horas amargas y cuando lo olvidamos si las cosas nos van bien.
CREER EN LAS OBRAS
Ante estas peguntas de los apóstoles, Jesús les dirige una exhortación y una promesa:
“Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre en mí; si no, creed a las obras… El que cree en mí, también el hará las obras que yo hago, y aún mayores”.
• “Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre en mí”. Esa palabra evoca las que el evangelio pone en boca de Jesús tras la curación del paralítico de Betesda (Jn 6,19-47). Le fe implica aceptarlo como el Hijo de Dios. Él es nuestro Maestro y nuestro Salvador. Creemos que él vive y camina con nosotros.
• “Creed a las obras”. Las obras eran la prueba de su verdad. Las obras de Jesús eran y son el mejor testimonio de su mensaje. Por brillantes y eficaces que parezcan nuestras obras, son insignificantes si no son el reflejo de las obras de nuestro Señor.
• El que cree en él hará las obras que él hace y aún mayores. Esa promesa solo será posible gracias a la exaltación de Jesús (Jn 12,31). Si aceptamos su cruz y creemos en su resurrección, nuestras obras, por humildes que parezcan, darán testimonio de la verdad de nuestro Maestro.
- Señor Jesús, nuestra fe nos lleva a recordar y vivir esa exhortación con la que tú nos invitas a creer en Dios y a creer también en ti. Te rogamos que mantengas viva nuestra fe y nuestra confianza, en las horas de luz y en los días de niebla. Y que nos envíes tu Espíritu para que podamos anunciar tu
mensaje a nuestros hermanos y dar razón de nuestra esperanza. Amén. Aleluya.
LA TURBACIÓN Y LA FE
“No se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mi” (Jn 14,1)
1. Estas palabras de Jesús recuerdan las que el Deuteronomio pone en boca de Moisés (Dt 1,29). Si Dios prometía acompañar al pueblo de Israel, ¿puede tener miedo el nuevo pueblo de Dios?
2. Esta exhortación de Jesús se repite más adelante (Jn 14,27). La comunidad cristiana ha sufrido muchas veces la turbación ¿Hemos aprendido a superarla?
3. Cuando pensamos en la turbación solemos atribuirla generalmente alas asechanzas que se tienden a la Iglesia desde el exterior. ¿A que pueden deberse esas intrigas?
4. ¿No se nos ocurre pensar alguna vez que la turbación de la
comunidad cristiana puede ser debida también a la mediocridad de los que nos consideramos sus fieles?
5. Jesús exhorta a sus discípulos a creer en él y a fiarse de Dios. ¿Qué dificultades pueden mover a las gentes de hoy a no creer en Dios y en Jesucristo?
6. Y nosotros, los que nos decimos cristianos, ¿qué hacemos y qué dejamos de hacer para que pueda ser escuchada hoy la palabra de Jesús: “Arrepentíos y creed en el Evangelio”? (Mc 1,15).
7. Por lo que a mí respecta, ¿estoy realmente convencido de que si creo en Jesús podré hacer las obras que él hacía? (Jn 14,12).
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