El Pastor verdadero se preocupa de sus ovejas, no las abandona nunca, al contrario, está siempre pendiente de cada una de ellas, en particular de las más débiles y necesitadas. El Pastor verdadero no huye frente al peligro abandonando a su rebaño sino da su vida para salvarlas porque ama con pasión a cada una de ellas, es decir, ama con un amor sin límites.
El pastor verdadero da la vida por sus ovejas. Jesús es verdadero pastor porque conoce a sus ovejas, dialoga con ellas en intimidad de corazón. En el lenguaje bíblico,según Xabier Pikaza, “conocer es querer, como quiere el esposo a la esposa, la novia al novio… Conocer es conocerse, amarse… Sólo así, en amor, se conocen mutuamente el pastor y las ovejas, de manera que el pastor deja de ser vigilante y la oveja animal vigilado, sino amigo, compañero del pastor.”Sólo así, sobre una base de conocimiento personal puede fundarse la comunidad de los salvados como iglesia donde todos tienen un lugar para vivir en plenitud. Por eso, Jesús es pastor y puerta del rebaño; es guía y casa para las ovejas.
Jesús es el Pastor verdadero que no actuó nunca como un jefe dedicado a dirigir, gobernar o controlar. Lo suyo había sido «dar vida», curar, perdonar. No había hecho sino «entregarse», desvivirse, terminar crucificado dando la vida por las ovejas. El que no es verdadero pastor, piensa en sí mismo, «abandona las ovejas», evita los problemas y «huye».
Por tanto, el amor de Jesús por la humanidad no tiene límites, ama a todos sin excepción compartiendo su propia vida con las ovejas. Jesús nos conoce y nos ama a todos tal como somos. Solo desde esta cercanía, desde esta comunión de corazón, el Pastor bueno, verdadero comparte su vida con las ovejas tratándolas siempre con cuidado y amor.
Hoy, a los seguidores de Jesús se nos pide que seamos creyentes llenos del Espíritu del Pastor Bueno, que podamos ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde para seguir construyendo una comunidad verdaderamente fraterna y samaritana.
Por último, la alegoría del «Pastor bueno» arroja una luz decisiva: quien tenga alguna responsabilidad pastoral ha de asemejarse a Jesús, acompañando desde la cercanía, diálogo y escucha mutua.
En nuestras comunidades, ¿actuamos con los mismos sentimientos del Pastor Bueno?
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