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Queridos amigos y amigas:
El relato evangélico de la Pasión nos remite a uno de los episodios centrales del camino de Jesús que marcan de manera definitiva nuestra fe cristiana. Tanto es así que los primeros escritos que surgieron del Nuevo Testamento fueron pasajes aislados que recogían los acontecimientos de la pasión, crucifixión y muerte del Señor. Los escritos posteriores, como los del nacimiento, la vida pública y la resurrección, se articularon a partir de este eje y convergen hacia él. Y es que éste crucificado, “escándalo para los judíos y locura para los griegos, es fuerza y sabiduría de Dios para los que creen”; pues, como dice San Pablo: “las locuras de Dios tienen más sabiduría que las de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la debilidad de los hombres” (1º Cor 1, 24-25). En este acontecimiento doloroso, desconcertante y de aparente fracaso Dios hace brillar la luz de su misericordia en la humanidad.
Las autoridades desafían a Jesús en su papel de Mesías, Elegido y Rey. Jesús guarda silencio. En su vida pública testimonió con profusas palabras y acciones en qué consistía su elección, mesianismo y reinado: cercanía de Dios, solidaridad, misericordia desbordada y fraternidad sin límites hacia los pobres y sufridos de Israel. Jesús nunca pensó en “salvarse a sí mismo”, sino en “salir en busca de la oveja perdida”, para sanarla y cargarla sobre sus hombros. Jesús no buscó el poder de un rey terrenal, sino servir desde el amor a aquellos que sufrían. Tal era su misión y fue fiel hasta el último suspiro.
Qué bueno es que busquemos como Jesús el cumplir con todo lo que es justo, es decir, cumplir siempre con la voluntad amorosa del Padre. Que no nos dejemos llevar únicamente por nuestros impulsos y tendencias egoístas. Que pensemos en los sufrimientos y en las necesidades de nuestro prójimo. Que abramos caminos nuevos para la libertad y la salvación a tantas familias que no hallan respuestas. Cambiemos nuestro corazón y unámonos a Jesús en su lucha por la vida. Contagiemos de su alegría a los que hoy ya no tienen esperanza de vivir. La salvación es “hoy”: permitamos que el reinado de Jesús se haga posible en nuestro mundo. Este es el tiempo oportuno.
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