1.- En plena Pascua, la fiesta del Buen Pastor nos invita a dar gracias a Dios por aquellos pastores que se dedican en cuerpo y alma a su Ministerio Sacerdotal. Demos gracias al Señor porque, el Buen Pastor, sigue siendo en la inmensa mayoría de los consagrados, un modelo de referencia y de coherencia. Porque, el Buen Pastor, sigue siendo lo más importante y esencial en el corazón de cientos de miles de hombres que saben que, en la fidelidad, en el amor o en el silencio, en el trabajo de cada día o en el evangelio, es donde encuentran su apoyo y estímulo para seguir adelante.
2.- Nada ni nadie puede desdibujar o desfigurar aquella imagen (no idílica y sí real) que tenemos de los pastores que intentan (intentamos) buscar el reino de Dios, el bien de las personas y desvivirnos hasta más no poder por nuestras comunidades. ¿Qué no todo lo hacemos bien? ¿Qué no llegamos donde debiéramos? ¿Qué, una gota de tinta tiñe una gran jarra de agua cristalina? Es verdad. Pero, el Buen Pastor, siempre nos exige permanecer, perseverar, intentarlo.
Buen pastor, no es desde luego, aquel que viendo las orejas al lobo, huye despavorido. Buen pastor no es aquel que vive plácidamente su vida y exige honradez a los demás. Buen pastor no lo es, por supuesto, aquel que predica una iglesia a su medida o construye una comunidad a su imagen y olvida que la Iglesia es universal o que, la Iglesia no es personalista o una institución a la carta.
3.- Pidamos al Señor que, en este día del Buen Pastor, los sacerdotes seamos capaces de conducir (con ilusión y renovada esperanza) a todas las comunidades que tienen derecho a disfrutar de esos valles, de esos pastos, de esa comida que son –ni más ni menos– el semblante o el rostro del Dios vivo.
Sí; amigos. ¡Bravo por los buenos pastores! Por aquellos que, aún con algunas flaquezas y defectos, llevan adelante con tesón y con entusiasmo, la obra encomendada por Jesús.
--¡Bravo por los buenos pastores! Por aquellos que no se amilanan ante las dificultades, acoso o derribo.
--¡Bravo por los buenos pastores! Por aquellos que, como Cristo, son conscientes que el Reino de Dios conlleva contradicción, persecución, incomprensión y cruz.
--¡Bravo por los buenos pastores! Por aquellos que, en una atmósfera de desasosiego y muerte, proclaman a los cuatro vientos la alegría de la Pascua: ¡JESÚS HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!
Javier Leoz
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