Monición a las lecturas
Dios no se fija en las apariencias, sino en el corazón; y sabe que, muchas veces, no tenemos vida en nuestro interior. Hoy, su Palabra nos llama a levantarnos, a dejar curar nuestras cegueras, y a caminar como hijos de la luz.
Monición a la lectura
El relato de esta elección, llena de encanto, parece una florecilla. Contrastan los juicios y los gustos de los hombres con los de Dios. Los hombres optan por lo grande, por lo fuerte, por lo bien presentado. Dios no se fija en la presencia, en la apariencia, sino en el corazón. Y Dios prefiere lo pequeño, lo olvidado, lo que no cuenta. Así será siempre. “La mirada de Dios no es como la mirada del hombre”. Por eso no es de extrañar que Dios tenga que curar nuestros ojos ciegos.
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: “Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me elegido un rey”. Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: “Seguro, el Señor tiene delante a su ungido”. Pero el Señor le dijo: “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: “Tampoco a éstos los ha elegido el Señor”. Luego preguntó a Jesé: “¿Se acabaron los muchachos?”. Jesé respondió: “Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas”. Samuel dijo: “Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue”. Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Anda úngelo, porque es éste”. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios
Monición al Salmo:
Hay muchos momentos en la vida en que tenemos miedo: miedo a los demás, miedo a mí mismo, miedo al futuro. Miedo a morir. Sí, tenemos miedo a pasar por esa “cañada oscura de la muerte”.
Pero tú quitas todos los miedos. Tú siempre nos acompañas como buen pastor. Nunca nos dejas solos.
Gracias por la calma y la paz que pones en nuestro corazón. Gracias porque eres nuestra alegría y nuestro sosiego.
Salmo: El Señor es mi pastor, nada me falta
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios
Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz (toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz) buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia. Pues hasta ahora da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”.
Palabra de Dios
Monición al Evangelio:
El drama de la luz y las tinieblas es uno de los favoritos del evangelio de Juan. Luz y tinieblas en permanente lucha. Viene la luz y las tinieblas resentidas, se oponen. Ven en peligro su reino. La luz insiste y va ganando parcelas a la oscuridad. El evangelio de hoy es una pequeña victoria de la luz.
El ciego de nacimiento tiene que encontrarse con la luz, abrirse a ella, confiar en ella, dejarse guiar, reconocer su ceguera, lavarse en la piscina y creer.
Otros no se abren a la luz y se quedan con su orgullo y su ceguera.
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.. Y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?”. Jesús contestó: “Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé” (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista.
Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: “¿No es ése el que se sentaba a pedir?” Unos decían: “El mismo” Otros decían: “NO es él, pero se le parece”. El respondía: “Soy yo”. Y le preguntaban: “¿Y cómo se te han abierto los ojos?” Él contestó: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver”. Le preguntaron: “¿Dónde está él?”. Contestó: “No sé”.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso barro en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”.
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”. Él contestó: “Que es un profeta”. Le replicaron: “Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del Hombre? Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante él.
Palabra del Señor
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