● Este relato de la transfiguración está situado en el Evangelio de Mateo después de la confesión de Pedro en la que le dice a Jesús que Él es el Mesías y a continuación del anuncio que Jesús hace de su muerte y resurrección.
● Jesús sube a la montaña como el nuevo Moisés para estar con Dios, escucharle y hablarle.
● ¿Qué quiso Jesús transmitirles con su transfiguración? ¿No fue una forma de asegurar su fe, a pesar del final trágico por el que tenía que pasar que venía de anunciarles? Antes de que los enemigos de Jesús, en la pasión y muerte, desfiguren su rostro, Dios Padre le transfigura, muestra su gloria última y definitiva.
● ¿No nos estará Dios diciendo con este hecho de la transfiguración al principio de la cuaresma el deseo de Dios Padre, de que tam- bién nosotros nos transfiguremos, nos asemejemos cada día más a la imagen de Jesús, el Hijo de Dios? Por medio del bautismo ya hemos estado transfigurados y lo seremos más todavía después de nuestra muerte.
● ¿No querrá decirnos también la transfiguración de Jesús que estamos llamados a trabajar por transfigurar nuestro mundo, y hacerlo lo más parecido posible a lo que Dios quiere?
● Los Apóstoles conocían el rostro humano de Jesús, ahora con la transfiguración Jesús les muestra su naturaleza divina. Jesús además de ser hombre es Dios, es la presencia de Dios entre nosotros.
● No podemos quedarnos solo en el rostro humano de Jesús estamos llamados también a reconocer su naturaleza divina.
● Este relato tiene muchas semejanzas con la narración del Bautismo. Se trata de dos momentos que nos muestran la identidad de Jesús: Jesús es el Hijo de Dios.
● La voz del cielo nos invita a escucharlo: “escuchadlo”.
● ¿No sería este todo un programa bien concreto y amplio para llevar a la practica a lo largo de la cuaresma? Leer cada día el Evangelio del día, escuchar a Jesús todos los días y poner en práctica lo que nos vaya diciendo para poder imitarlo, para ir, también nosotros, transfigurándonos a su imagen, buen plan de cuaresma.
● “No temáis” les dice Jesús a los Apóstoles. Es el temblor ante lo sagrado, ante el misterio de Jesús. Jesús no quiere que le teman sino que le amen y que le sigan. Esto vale también para nosotros.
● No se quedan en la montaña como pretendía Pedro: “¡Señor! qué hermoso es estar aquí hagamos tres chozas…”. Con Jesús los Apóstoles están invitados a bajar de la montaña, a volver a la vida, a implicarse en los quehaceres del momento, a trabajar por transformar nuestras personas, y mejorar nuestro mundo según el plan de Dios.
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