Sonidos del encuentro sanador en la montaña.
La Cuaresma es un tiempo terapéutico y, en las tradiciones religiosas, el alto de un monte es un lugar sagrado para pillar y dejarse pillar con Dios, donde se puede vocear y saberse oído, donde se puede quejar, gritar, desear, llorar para ser escuchado. Para llegar, hay que alejarse temporalmente de lo cotidiano, poner distancia con la realidad del valle, airear la mirada desde la distancia para adquirir perspectiva y profundidad, respirar para ver mejor….y suena con fuerza los sonidos del viento del Espíritu y el susurro de Dios.
l Evangelio de hoy nos propone viajar a lo alto de un monte para encontrar y encontrarnos. “Tú eres mi hijo amado”. El monte es un viaje de ida y vuelta, se sube para bajar. Nos alejamos de nuestras preocupaciones, intereses, dolores habituales, para encontrarnos con el Espíritu de Jesús y bajar transfigurados, sanados, reactivando lo mejor de nosotros. La montaña es un lugar seguro donde rencontrar la presencia de Dios cuando la hemos descuidado, un lugar sanador del corazón y de la vida. Requiere un esfuerzo para subir para luego bajar mejorados. La montaña sanadora.
2. Un cuento para abrir y conectar.
“Los dos hermanos”
Eran dos hermanos que cultivaban juntos una finca muy fértil y se repartían a partes iguales la abundante coseche. El uno era soltero y el otro casado.
Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en el que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado por las noches, pensando: “No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha. Yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que, cuando sea anciano, tendré todo cuanto necesite. Sin embargo, ¿quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es mayor que la mía”.
Entonces se levantaba de la cama, e iba en secreto a donde vivía su hermano y vaciaba en el granero de éste un saco de grano.
También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: “Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo acaso que mi hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?
Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero de su hermano.
Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda.
Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se fue conociendo por toda la comarca. Y cuando los ciudadanos decidieron levantar un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél».
3. Letra y música de la Cuaresma.
El monte es un viaje de ida y vuelta. Y en el monte nos sentimos en buenas manos y se oyen sonidos para vivir. En el monte se cultiva la mirada de la perspectiva y se divisa mejor el horizonte y los pasos a dar. Se aclara la dirección de un sendero sabio, para andar con gusto, con sentido, con calidad y ternura la vida.
Cuando estamos rendidos y agobiados, cuando vivimos bajo el yugo de las responsabilidades; cuando soportamos el peso de los compromisos y de las obligaciones ineludibles; cuando caminamos con los ojos tristes y la espalda doblada y sólo divisamos niebla en el horizonte; cuando nos vamos llenando de años y tiempo; cuando se nos oxida lo mejor de nosotros; cuando la experiencia de Dios amenaza fecha de caducidad; cuando no sabemos vivir con las cargas y cruces; cuando tenemos más preguntas que respuestas y se nos va el aire y la alegría… subimos a lo alto de la montaña como un lugar seguro de encuentro y de presencia y escuchamos al Espíritu e interiorizamos nuestra fe en lo íntimo, donde dejamos que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón y nuestra fe sea más fuerte, más gozosa y una Buena Noticia para vivir. “Es mi Hijo, escuchadlo”.
La montaña, lugar sagrado y seguro para el encuentro. Subimos con nuestro saco a la espalda y bajamos con el corazón renovado por el encuentro y trans gurados para servir y dar cuerda a la vida cotidiana.
Ricardo Fernández Ibáñez
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