Javier Leoz
Hemos iniciado esta marcha, lenta y reflexiva, hacia la Semana Santa. Ojala sea en verdad un tiempo de tonificar y rehacer aún más nuestra amistad con el Señor.
1.- Estamos en un momento decisivo para la fe. Al igual que a Jesús, también a nosotros constantemente, desde muchos aleros del mundo, se nos invita a desertar. Al abandono. A la duda. Se nos enseña todo un mar de libertades, cuando en realidad, luego todo aquello se convierte en un fango de esclavitud.
Este primer domingo de la Santa Cuaresma nos hace caer en la cuenta de lo importantes que son los “espacios” de Dios en medio del mundo. No hace falta alejarse hasta el desierto más remoto para encontrarse cara a cara con Dios. Hoy, aquí, ahora, en este momento….dos grandes fuerzas, dentro de nosotros, están conviviendo. Están luchando. Es la fuerza del bien, que viene toda ella de Dios, y es la inclinación a lo fácil, que todos sabemos (cada uno en particular conoce) desde donde se nos insta a reverenciarlo aunque sea a costa de vender o nuestra conciencia o incluso nuestra dignidad de hijos de Dios.
Esta Iglesia, queridos amigos, es un inmenso desierto cuaresmal en cual nos podemos perder para estar a solas con Dios. Para poner a punto lo que somos, lo que tenemos y lo que soñamos ser. La cuaresma, y ese es su secreto, no es sino el grito de Dios en medio del mundo a través de Jesús. ¿Cómo perder de vista este aspecto? ¿Cómo puede ser posible que existan cristianos que han dejado desertizar su existencia por no haber acudido al oasis de la fe y del amor de Dios?
2. - No hay día, y todos somos testigos de ello, en que no asome una tentación por algo, de alguien y con algo. ¿Por qué será, que en cambio, no somos tentados a permanecer firmes en nuestro amor a Dios? ¿Dónde está nuestro amor primero? ¿Dónde hemos dejado a Dios?
¡Tentados a todo, menos a lo más importante! Y es así. Dios, siendo el centro de todo; del universo, de la tierra, del mar y del mismo hombre, es sometido una y otra vez al intento sistemático de alejarlo del mundo. Muchos, si pudieran, lo llevarían precisamente… a un desierto. A un paraje donde, por falta del alimento de sus adoradores, cayese en el olvido o en las garras de la misma muerte. ¡Pero no! Dios ha elegido la respuesta a tanta ingratitud. Y el Dios, que desde nuestros primeros padres nos regaló el don de la vida, vuelve a pensar en una de las suyas: mi Hijo vencerá al odio, a la muerte, a la incredulidad, a la mentira y a todo lo que se interponga entre el hombre y yo.
3.- Y para ello ha nacido Jesús. Por cumplir esa voluntad magnánima de Dios, Jesús, subirá al madero. Para que aprendamos que, si situamos a Dios en el centro, nunca nos faltará nada. Pero que si, por el contrario, lo colocamos como “jugador defensa” perderemos, no solamente el primer partido de nuestra existencia sino que, además, pondremos en peligro aquel otro segundo de la eternidad.
Hermanos. Iniciemos con seriedad, oración, eucaristía, compromiso y con convencimiento, con valentía y con austeridad, con orgullo y con temperamento este tiempo cuaresmal.
Integrémonos con Cristo en estos 40 días y, ya veréis como al final, todo esfuerzo merece la pena y todo trabajo dará su fruto: una Pascua santa y buena.
4.- ¡APARTAME, SEÑOR!
Quiero jugar en terreno limpio y sin piedra
Recorrer aquellos caminos que no conducen a peligro alguno
Disfrutar de aquellos valles que no sean excesivamente profundos
Más, Tú, Señor, con o sin mi permiso, te lo digo:
¡APARTAME, SEÑOR!
No me dejes en la tentación de lo fácil
No dejes que, mi vida, sea un trayecto de mínimos
No permitas que, ante las dificultades,
me repliegue por cobardía, el qué dirán o vergüenza.
¡APARTAME, SEÑOR!
Porque Tú lo sabes, aspiro a tener
aunque mil veces te diga que lo importante es “ser”
Porque disfruto recibiendo más que ofreciendo
Porque, el ser perdonado, siempre me resulta
más gratificante y hasta menos duro ante los ojos de los demás
que, ir por ahí, yo perdonando.
¡APARTAME, SEÑOR!
Llévame a un lugar donde pueda estar conmigo mismo
Donde Tú puedas habitar conmigo
En el que, cara a cara, puedas colocar a Dios
con la misma fuerza, que Tú lo tienes clavado en tu corazón.
¡APARTAME, SEÑOR!
Porque tengo miedo a dejarme llevar
por la corriente del “todo vale”
Porque tengo miedo a perder de vista
el horizonte la bandera de la Pascua ondea
Porque, simplemente Señor,
pocos me hablan de Ti…y muchos dicen no conocerte
¡APARTAME, Y LLEVAME A TI, SEÑOR!
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