02 febrero 2023

Domingo V de Tiempo Ordinario

 Decía san Agustín: Tu deseo es tu oración. Si tu deseo está en tu interior, también lo está el gemido. El gemido no siempre llega a los oídos del hombre. Pero jamás se aparta de los oídos de Dios. En este rato de encuentro, es tiempo para entrar en tus deseos más profundos, para ti y para otros.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 5, 1-11):

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»

Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Ser llamado por el Señor, no es el fruto de una conquista, o el fin de una búsqueda. Es siempre un encuentro sorprendente, inesperado, inmerecido. A veces toca dar gracias por ese regalo encontrado. ¿Vives tu llamada y tu fe desde el agradecimiento? ¿Quiénes han sido cauces de ese regalo en tu vida?

En los relatos de vocación, los que reciben la llamada suelen poner pretextos. Moisés dijo que no tenía facilidad de palabra, Jeremías que era un muchacho y Pedro pone la excusa de que es un pecador. Pero a ninguno le sirve de nada y todos terminan encargándose de la misión. ¿Cuáles son tus resistencias?

En la Biblia, el mar tiene un signo negativo. Es el símbolo de la oscuridad y de  lo tormentoso. Ser pescadores de hombres es una invitación a liberar a los hermanos del mal y de la angustia. ¿Qué espacios de este mundo ves tú necesitados de liberación?

La invitación de Jesús a Pedro y a nosotros, es a no quedarnos al margen y en la orilla del dolor de este mundo. Al leer de nuevo  el evangelio, déjate contagiar por esa apasionante invitación del Señor.

A pesar de la impotencia, los cansancios y las noches sin fruto, Jesús nos anima a intentarlo de nuevo. Una vez más, cada día. Habla con él sabiendo que junto a él emerge siempre una fecundidad silenciosa.

Echa las redes
 
Desde que Tú te fuiste
no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos
echando inútilmente
las redes de la vida,
y entre sus mallas
sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas
y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra
cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos?
¿Desde hace cuántos años no nos hemos reído?
¿Quién recuerda la última vez que amamos?
Y una tarde Tú vuelves y nos dices:
«Echa la red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar,
abre tu alma,
saca del viejo cofre
las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón,
levántate y camina».
Y lo hacemos sólo por darte gusto.
Y, de repente, nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor
que recogemos
que la red se nos rompe cargada
de ciento cincuenta esperanzas.
¡Ah, Tú, fecundador de almas:
llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua
de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría.

José Luis Martín Descalzo

Que esta oración te pueda acompañar a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, esa promesa que hoy se te hace: rema mar adentro, no temas… rema mar adentro, no temas…

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