Por Gustavo Vélez, mxy
“Apenas se bautizó Jesús, se abrió el cielo y el Espíritu de Dios bajó sobre él. Y se escuchó una voz de lo alto: Este es mi Hijo predilecto”. San Mateo, Cáp. 3.
1.- A quienes hoy nos decimos cristianos, una vez algún sacerdote joven o viejo, letrado o ignorante, santo o pecador, nos mojó la cabeza con agua. Los padrinos, al igual que nuestros padres y parientes, fueron testigos del hecho. Presidía quizás el recinto, una estampa del bautismo de Cristo en el Jordán.
Luego fuimos creciendo en edad, realizaciones, luchas y desengaños y este acontecimiento tal vez se borró totalmente de nuestra historia. Sin embargo tras el misterio del agua --uno de los cuatro elementos constitutivos del universo-- mediante la fe de nuestros progenitores y del ministro, por la acción de Dios, que se vale casi siempre de un lenguaje material y prosaico, quedamos marcados para siempre.
2.- El evangelio cuenta que Jesús bajó de Nazaret hasta el Jordán, para presentarse al Precursor como un judío más. Juan, de entrada, se niega a bautizarlo. Pero luego acepta, al comprender que ambos están empeñados en un proyecto común: El Reino de Dios. Los signos de un cielo que se abre, de una paloma que desciende y una voz de lo alto, significaron una presencia particular de Dios sobre el hijo del carpintero. El Maestro comenzaba entonces su vida pública. El Bautismo administrado por Juan terminaba, dando paso al sacramento inicial de la Iglesia.
¿Qué relación existe entre fe y Bautismo? Ningún sacramento da la fe. Ésta es un don que Dios regala a todo a ser racional. Una tendencia hacia el Creador que, en nuestro caso, se ilumina, fortalece y orienta en la comunidad cristiana. Por lo cual, bautismo sin educación religiosa consciente y progresiva, es apenas un rito insignificante. Queda sin embargo esa marca interior que el Señor nos ha dado por el rito del agua. Por ella nos distingue como sus hijos predilectos.
Pero al reconocer el valor del Bautismo, no podemos devaluar la condición religiosa de quienes no han recibido el sacramento. En todas las religiones del mundo afloran aquellos gérmenes de salvación, las “Semillas del Verbo” que señaló san Justino, un mártir del siglo segundo. Son los valores y virtudes de tantos hermanos nuestros, que por una u otra razón, no conocen la fe cristiana.
3.- La teología tradicional enseña que únicamente el Bautismo de la Iglesia católica abre las puertas del cielo. Pero algunos teólogos, preocupados por tantas personas que mueren sin este baño ritual, presentan ciertas expresiones como “bautismo de fuego, de sangre o de deseo”, equivalentes en cierto modo al sacramento que administra la Iglesia. Todo lo cual se ilumina al comprender que Jesús es el único mediador. Para unos de una forma explícita y visible. Para otros, de manera indirecta, pero no menos real. Se trata del amor de Dios que “quiere que todos los hombres se salven”.
4.- ¿Papi, para qué me bautizaron?, preguntaba un adolescente disgustado. –Si entiendes la fe cristiana como una carga, como un sistema opresor, respondió el papá, tienes razón en reclamar. A mí, esta matrícula en la Iglesia me ayuda a sentir el amor de Dios en mi vida. Me ofrece el método más obvio para un encuentro continuo con Él.
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