06 enero 2023

BAUTISMO DEL SEÑOR

 BAUTISMO DEL SEÑOR

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- A las personas nos gusta comunicarnos. Expresar, fuera de nosotros mismos, los sentimientos de carencia, de amor y de riqueza. El hombre no es una piedra autónoma. Nace de todo ello el lenguaje. Pueden ser palabras, miradas, signos, ademanes amenazantes o caricias de afecto. No hay nada peor que la inexpresión, el silencio, la ausencia. Son estas, cosas cotidianas, comunes. Pero a veces es preciso acudir a signos más solemnes, más exigentes, más comprometedores. La manera de comunicarse depende del individuo y de lo que uno quiere decir. Será solemne y pública o sencilla e íntima. Uno quiere comunicarse y quiere que el otro, o los otros, nos comuniquen sus intenciones, sus propósitos o sus respuestas.

Había habido una comunicación profunda entre Dios y el hombre, fue en Nazaret. Tenía el Señor unos proyectos y se los comunicó a una joven llamada María. Le contestó aceptando. Prosiguió Dios comunicándose con José. Casi nadie lo supo. Nació un Niño. Lo supieron unos pastores y unos magos. Lo supieron los viejecitos Simeón y Ana y los que a estos interlocutores escucharon. Pasaron los años. El silencio se hacía incómodo. ¿No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? Dijo el Chico un día. Y como la familia aquella estaba empapada de piedad, fidelidad y amor fue posible continuar. Pero si las cosas hubieran continuado así, nosotros, seguramente, no nos hubiéramos enterado de nada. Y hubiéramos vivido inquietos.

Mis queridos jóvenes lectores, Jesús, la Comunicación de Dios, Palabra le llama el evangelio de Juan, debía manifestarse a la humanidad. Salió de Nazaret y se encaminó al Jordán. Allí se estaba preparando un auditorio y la megafonía correspondiente. Allí iba a hablar el hombre en la persona de Cristo, allí hablaría el Señor-Total, mediante una voz solemne y la imagen de una paloma.

2.- Voy a hacer un paréntesis a mis reflexiones contándoos unos cuantos detalles del lugar y del acontecimiento. En la región que llamamos Tierra Santa, que unas veces recibe el nombre de Israel otras Palestina, hay un río: el Jordán. Tener una corriente de agua o no tenerla, condiciona la vida de un pueblo. El agua es bebida, fertilidad y riqueza. Nace este río al pie de unas montañas, es saltarín y transparente. Al cabo de unos kilómetros descansa en un gran remanso, tan grande que le llamamos lago de Genesaret o hasta mar de Galilea. No se queda allí, continúa su peregrinación y metido en su cuenca, sin poder desbordarse, entra en el Mar Muerto, el lugar más hundido de la superficie de la tierra. Está a 400 metros más bajo que la superficie de los océanos. Poco antes ha atravesado una pequeña llanura donde un oasis permite que viva gente, es Jericó, la ciudad más antigua del mundo, de la que nos quedan restos. Fue allí, distante unos cuatro kilómetros, donde se estaba Juan a predicando. Explícitamente se nos dice que estaba al otro lado del Jordán, es decir al Este, en un lugar que también se llamaba Betania, como la otra.

Hoy en día, por circunstancias que dicta la situación política y militar, no se puede ir libremente a este lugar. En el lado jordano, allí donde predicaba Juan, se ha edificado recientemente un monumento en el sitio que indicaban antiguas ruinas de tiempos bizantinos. En el lado oeste, se permite a la comunidad cristiana latina peregrinar un solo día al año: el tercer jueves de octubre. Lo he podido hacer en dos ocasiones. La fiesta es maravillosa. Acuden peregrinos de fuera y de la misma Tierra Santa. Se va en procesión, se reza y se celebra misa. Recogemos agua del río que regalaremos para posteriores bautismos. Era costumbre antigua sumergirse en el agua con una túnica, que se guardaría, posteriormente, para ser enterrado con ella. Esta práctica, por lo que he visto por TV, la conservan todavía los cristianos de las Iglesias Orientales, directamente nunca la he contemplado.

4.- Bautizar significa remojar, hundir en el agua, ritualmente. ¿Cuál es su origen? Las comunidades israelitas lo utilizaban en las ceremonias de aceptación de las personas que llegaban a la fe de Abraham desde la gentilidad. En la población catalana de Besalú se conserva el que dicen es el mejor de los antiguos, de la cuenca mediterránea. La famosa comunidad de Qumram lo practicaba con frecuencia pues en sus ruinas vemos varias "piscinas rituales". Era un gesto común de la época, para sancionar un momento solemne, una decisión perpetua. Juan predicaba junto al agua y el que estaba de acuerdo con su doctrina se acercaba a él y ratificaba lo que había meditado en su interior, sometiéndose a la ceremonia de ser sumergido en el Jordán. El gesto, de alguna manera sería semejante a nuestro firmar, rubricar, lacrar y dar firmeza mediante la presencia de testigos que autentifiquen el valor de la decisión tomada.

Me he extendido en explicaciones previas para que entendáis, mis queridos jóvenes lectores, la importancia de la fiesta de hoy. Nuestras tradiciones ponen el acento en Belén, a los antiguos no les interesaba demasiado donde y cuando había nacido el Señor, lo importante era el momento en que se hizo público su propósito de salvación y fue aceptado por el Padre. A él se refieren los cuatro evangelistas y hasta, implícitamente, el libro de los Hechos de los Apóstoles (segunda lectura de hoy). Un momento tan solemne debía ser reconocido solemnemente, de aquí que se manifestase la Divinidad en pleno. La escena que este año nos la relata Mateo es, pues, una Teofanía.

En la grandeza y solemnidad del momento sorprende la actitud de Jesús y del mismo Juan. No se presentan como los famosos con gestos teatrales y afirmaciones sorprendentes, que satisfacen vanidades propias y de los suyos. Es preciso obrar así, con humildad, están convencidos los dos. La fidelidad del momento, conservada toda la vida, les llevará a ambos al sacrificio. Os sentiréis tentados a buscar el triunfo y el dinero, también tal vez a desear vivir sin trabajar. Jesús es simplemente honrado, honesto con el programa que le ha marcado el Padre, llegará donde llegará, conseguirá lo que conseguirá, no lo olvidéis. Los otros, los presumidos, poco obtienen. De Él debemos aprender todos.


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