06 enero 2023

BAUTISMO DE JESÚS de J. A. Pagola

 BAUTISMO DE JESÚS


UNA NUEVA ETAPA

Antes de narrar su actividad profética, los evangelistas nos hablan de una experiencia que va a transformar radicalmente la vida de Jesús. Después de ser bautizado por Juan, Jesús se siente el Hijo querido de Dios, habitado plenamente por su Espíritu. Alentado por ese Espíritu, Jesús se pone en marcha para anunciar a todos, con su vida y su mensaje, la Buena Noticia de un Dios amigo y salvador del ser humano.
No es extraño que, al invitarnos a vivir en los próximos años “una nueva etapa evangelizadora”, el Papa nos recuerde que la Iglesia necesita más que nunca “evangelizadores con Espíritu”. Sabe muy bien que solo el Espíritu de Jesús nos puede infundir fuerza para poner en marcha la conversión radical que necesita la Iglesia. ¿Por qué caminos?
Esta renovación de la Iglesia solo puede nacer de la novedad del Evangelio. El Papa quiere que la gente de hoy escuche el mismo mensaje que Jesús proclamaba por los caminos de Galilea, no otro diferente. Hemos de “volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio”. Solo de esta manera, “podremos romper esquemas aburridos en los que pretendemos encerrar a Jesucristo”.
El Papa está pensando en una renovación radical, “que no puede dejar las cosas como están; ya no sirve una simple administración”. Por eso, nos pide “abandonar el cómodo criterio pastoral del siempre se ha hecho así” e insiste una y otra vez: “Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”.
Francisco busca una Iglesia en la que solo nos preocupe comunicar la Buena Noticia de Jesús al mundo actual. “Más que el temor a no equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: Dadles vosotros de comer”.
El Papa quiere que construyamos “una Iglesia con las puertas abiertas”, pues la alegría del Evangelio es para todos y no se debe excluir a nadie. ¡Qué alegría poder escuchar de sus labios una visión de Iglesia que recupera el Espíritu más genuino de Jesús rompiendo actitudes muy arraigadas durante siglos! “A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadotes. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa del Padre donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.

ESCUCHAR LA PROPIA VOCACIÓN

Los relatos evangélicos no se detienen demasiado en la descripción del bautismo de Jesús. Dan más importancia a la experiencia vivida por él en aquella hora, y que es, sin duda, determinante para su actuación futura.

Jesús no volverá ya a su casa de Nazaret. Tampoco se quedará entre los discípulos del Bautista. Animado por el Espíritu, comenzará una vida nueva, totalmente entregada al servicio de su misión evangelizadora.

Podemos decir que la hora del bautismo ha sido para Jesús el momento privilegiado en el que ha experimentado su vocación profética: ha sido consciente de vivir poseído por el Espíritu del Padre, y ha escuchado la llamada a anunciar a sus hijos e hijas un mensaje de salvación.

Escuchar la propia vocación no es asunto de un grupo de hombres y mujeres, llamados a vivir una misión privilegiada. Tarde o temprano, todos nos tenemos que preguntar cuál es la razón última de nuestro vivir diario y para qué comenzamos un nuevo día cada amanecer. No se trata de descubrir grandes cosas. Sencillamente, saber que nuestra pequeña vida puede tener un sentido para los demás, y que nuestro vivir diario puede ser vida para alguien.

No se trata tampoco de escuchar un día una llamada definitiva. El sentido de la vida hay que descubrirlo a lo largo de los días, mañana tras mañana. En toda vocación hay algo de incierto. Siempre se nos pide una actitud de búsqueda, disponibilidad y apertura.

Solo en la medida en que una persona va respondiendo con fidelidad a su misión va descubriendo, precisamente desde esa respuesta, todo el horizonte de exigencias y promesas que se encierra en su quehacer diario.

Vivimos con frecuencia un ritmo de vida, trabajo y ocupaciones que nos aturde, distrae y deshumaniza. Hacemos muchas cosas a lo largo de la vida, pero ¿sabemos exactamente por qué y para qué? Nos movemos constantemente de un lado para otro, pero ¿sabemos hacia dónde caminar? Escuchamos muchas voces, consignas y llamadas, pero ¿somos capaces de escuchar la voz del Espíritu, que nos invita a vivir con fidelidad nuestra misión de cada día?

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