15 diciembre 2022

IV Domingo de Adviento: Moniciones 3

 Monición entrada:

(A)
La Navidad está cercana. Todo nos está invitando a celebrarla adecuadamente.
Pero las llamadas que se nos hacen en la calle no son apropiadas para vivir nuestra Navidad.
Para nosotros, los creyentes, la Navidad hemos de vivirla cristianamente, celebrando el nacimiento del Salvador.
Si la vivimos así no hay duda que la Navidad será una verdadera LUZ para todos.
Con estos deseos demos comienzo a la celebración.

(B)
A lo largo de estos domingos hemos ido escuchando que necesitamos cambiar en muchas cosas, si queremos recibir como Dios manda a Jesús. No nos podemos quedar en oír lo que nos dicen, en preparativos, sino que tenemos que llevarlo a la práctica: “Manos a la obra” cuanto antes.
Pues bien, dentro de dos días será Navidad. Algunos estarán pensando solamente en vacaciones y en regalos. Los verdaderos amigos de Jesús, vamos a pensar en cosas que podemos hacer entre todos para preparar mejor su venida.

Pedimos perdón
El Señor Jesús nos muestra la misericordia de Dios. Sus promesas de vida y perdón se cumplen. En ocasiones no respondemos desde la fe a sus proyectos. Reconozcamos ahora nuestros pecados.
– Tú, Señor, que intervienes en nuestra historia para engendrar vida y paz. Señor, ten piedad
– Tú, Señor, que nos encomiendas el don y la misión de anunciar tu Evangelio. Cristo, ten piedad.
– Tú, Señor, que nos invitas a descubrir y amar tu voluntad. Señor, ten piedad
(B)
– Por no saber esperar en ti. SEÑOR, TEN PIEDAD…
– Por buscar la salvación al margen de Ti.
CRISTO, EN PIEDAD…
– Por no ofrecerte nuestra esterilidad para que tú hagas salvación. SEÑOR, TEN PIEDAD…

(C)
Señor, te pedimos signos grandes, presencias llamativas y no somos capaces de descubrir que nos visitas en la sencillez de los otros, en la palabra amiga del que marcha a nuestro lado calentando con compañía la soledad de nuestro corazón, llenando el vacío de nuestra existencia.
Señor, perdona nuestra ceguera, nuestra incapacidad de verte en los hombres y mujeres que nos rodean y ponen un poco de alegría en nuestra vida.
– SEÑOR, TEN, PIEDAD…
– CRISTO, TEN PIEDAD…
– SEÑOR, TEN PIEDAD…

Oración colecta
Señor:
Como María, también
nuestra alma te alaba
y glorifica por haber mirado
nuestra pequeñez, y haber hecho cosas grandes
en nosotros.
¿O hay alguna mayor
que la de hacerte como uno de nosotros para tratar
de que cada uno podamos luego,
ser semejantes a Ti?
Te lo pedimos…

Escuchamos la Palabra
Monición a la Lecturas
Dios nos ama a pesar de nuestra dureza de corazón. Y la señal de su amor la tenemos en Jesús, nacido de María; Él es el Dios con nosotros, hay motivos para la esperanza.
Este es el mensaje de las lecturas que ahora vamos a escuchar.

Lectura del profeta Isaías

En aquellos días dijo el Señor a Acaz: – Pide una señal al Señor tu Dios en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo. Respondió Acaz: – No la pido, no quiero tentar al Señor. Entonces dijo Dios: – Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, sino que cansáis incluso a Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Enmanuel (que significa: “Dios con nosotros”).
Palabra de Dios
Salmo: Va a entrar el Señor: Él es el Rey de la gloria
Monición al Evangelio
Se nos describe aquí la encarnación de Dios y la anunciación a José. Impresiona que el hecho más grande la Historia se diga con términos tan sencillos.
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
La madre de Jesús estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: – José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta:
Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel (que significa: “Dios con nosotros”).
Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Palabra del Señor
Homilía:

(A)
Nuestra fe cristiana se fundamenta en una afirmación sencilla y escandalosa: Dios ha querido hacerse hombre. Dios ha querido compartir con nosotros la aventura de la vida, saber por experiencia propia qué es el vivir diario del hombre, ha querido caminar con nosotros hacia la salvación, junto a nosotros, hecho uno de los nuestros como salvador, como amigo de la felicidad del ser humano. Ese es el mensaje de las lecturas de hoy.
Ser cristiano no es creer que Dios existe. No es imaginar “Algo” que desde la lejanía misteriosa da origen y sostiene la creación entera. Ser cristiano es descubrir con alegría que en Jesús Dios está con nosotros. Se ha hecho Enmanuel, Dios con nosotros. Ser cristiano es intuir, desde la fe, que Dios está en el corazón de nuestra existencia y en el fondo de nuestra historia humana, compartiendo nuestros problemas y aspiraciones, conviviendo la vida de cada persona con sus gozos y fatigas como amigo, insisto, que sólo quiere y busca el bien del hombre, su gozo, su felicidad.
Este gesto de Dios en Jesús, que se solidariza con los hombres y comparte nuestra historia, es lo que sostiene, en definitiva nuestra esperanza cristiana, que es el sentido de futuro feliz alcanzado ya que damos a toda nuestra vida desde el nacimiento hasta después de la muerte..
Y es que nosotros, apoyados en Dios con nosotros, en Jesús, nuestros esfuerzos y nuestras luchas no pueden terminar en fracaso definitivo. Porque Dios ha querido ser uno de los nuestros y ya no puede dejar de preocuparse por esta historia nuestra en la que se ha encarnado y a la que él mismo pertenece.
Desde este misterio de acercamiento amoroso, salvador, sería una grave perversión pensar en un Dios que se acerca a los hombres precisamente para agravar nuestra situación, para impedir nuestra felicidad y bloquear nuestras aspiraciones auténticas. Todo lo que impide captar a Dios como gracia, liberación, perdón, alegría y fuerza para crecer como seres humanos, no es un anuncio del Evangelio, no lleva dentro la Buena Noticia de Dios proclamada por Jesús. Dios hecho carne en Jesús, Dios con nosotros no es carga, sino mano tendida. No es represión sino expansión de nuestra verdadera libertad. Dios con nosotros, es ayuda, alivio, fuerza interior, luz, alegría, gozo, esperanza, futuro feliz, promesa conseguida ya en Jesús.
Y todo lo que nos impida ver así nuestra relación con Dios, constituye sencillamente una deformación, o un inmenso malentendido, aunque nos lo hayan predicado con la mejor intención.
Cuando José pone el nombre de JESUS a su Hijo, nos viene a decir que Dios nos salva, que se hace uno de los nuestros, que viene a anunciarse como alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia y pone una buena noticia en nuestras vidas. Ya nunca estamos solos, nunca perdidos en nuestros problemas, sufrimientos y luchas. Dios está con nosotros. Hay esperanza. Y esperanza de que termine todo bien en todos porque Dios está en nosotros. Y es que además, ese Dios no cambia, Dios es fiel siempre.
Dios siempre es el mismo, dentro y fuera de la Iglesia, para practicantes y alejados, para creyentes y para quienes dudan. En Jesús, Dios siempre es el mismo para todos: perdón sin límites, comprensión en la debilidad, consuelo en la adversidad, paz en el conflicto, esperanza en la oscuridad, amistad en la soledad. Y todo eso porque ha querido hacerse carne como uno de nosotros..
Tal vez la experiencia más importante para encontrar de nuevo al Dios que está con nosotros, sea percibirlo como presencia amorosa que me acepta como soy.
Hace años leí en un periódico las manifestaciones de una actriz, Jane Fonda. Las he recordado al preparar este punto que acabo de señalar. Decía así: “Yo me arrepiento de dos cosas y una de ellas es la de no haber cuidado de mi vida interior antes. Pero más vale tarde que nunca. Ahora tengo una necesidad de búsqueda espiritual, de rezar, de sentir a Dios en mi hombro. Y en ese camino estoy. Soy una buscadora nata. Para que la vida sea de verdad vida, necesitas saber que creces hasta el final. Si de algo estoy orgullosa es de haber mantenido la curiosidad y la apertura de espíritu toda mi vida”.
Y es que, cuando una persona sabe lo que es sentirse amada, esperada por Dios, sentirse a gusto con Dios, sentir a Dios en su hombro, a pesar de toda la mediocridad y pecado, difícilmente lo abandona.
¿Es así como sentimos a Dios? ¿A ese Dios con nosotros.?

(B)
Hay un cuento en mi tierra que no sé si será cierto, pero que tiene su filosofía. El hijo se marchaba para América. Pero antes, el padre le mandó que se subiese a la mesa. Y luego le dice: – “Hijo tírate que yo te cogeré en mis brazos”. El chico obedeció y se tiró. Y el padre dejó que se pegase un trompazo en el suelo.
– ¡Pero papá!
– Esto, hijo, es para que en tu vida no fíes de nadie. Ni de tu padre.
Es triste tener que caminar por la vida sin poder fiarse de nadie ni creer en la palabra de nadie. Hoy la palabra ya no sirve, decimos. Y los mismos papeles, tampoco gran cosa, porque hasta te puede falsificar la firma.

Este cuarto domingo del Adviento, bien lo pudiéramos llamar con el sugerente título: “Todavía la palabra vale”. O simplemente “Todavía hay quien cree en la palabra”. Porque a decir verdad, en la encarnación de Jesús todo se mueve en torno a la palabra dicha y la palabra creída.
María cree en la palabra del Ángel.
No entiende nada. Ni sabe adónde le puede llevar aquella palabra.
Para ella todo es misterio. Le hablan de los planes de Dios que no entran en las posibilidades y cálculos de su cabeza. “Un hijo que no tendrá padre”. “Una maternidad sin varón”. “Un hijo que salvará a su pueblo”. Y ella, una pobre aldeana de Nazaret.
Vistas así las cosas todo parece cosa de locos. Todo parece traído por los pelos.
Y sin embargo, ella cree en la palabra del Ángel. Se fía de la palabra, por más que no tenga razones por las que deba creer. “Hágase en mí, según tu palabra”.
Que viene de parte de Dios, váyaselo usted a creer.
Que Dios se ha fijado en ella, cuando nadie le da importancia en el pueblo.
Que a Dios le ha caído bien, porque es la llena de gracia. ¡Pues, vaya gracia!
Y a pesar de todo: “Hágase en mí, según tu palabra”.

José cree en la palabra del ángel.
Y ahora, el lío de José cuando ya está a punto de darle el libelo de repudio.
Sus ojos están viendo algo que anuncia un adulterio.
Sus ojos no pueden engañarse con lo que ven.
Quiere creer en la inocencia de María, pero tampoco puede negarse a lo que sus ojos están viendo.
El se sabe inocente. Y quiere creer en la inocencia de ella. Pero ¿cómo negar una realidad que está a la vista? Y hasta es posible que la gente del barrio ya anduviese con el chisme de boca en boca. Porque estas cosas no pueden pasar desapercibidas. Y la gente tiene ojos. Y también lengua.

Y de repente, el mismo Ángel le dice, y además en sueños, que no se preocupe.
Que la reciba en su casa.
Que todo aquello es obra del Espíritu Santo.
Bueno, ¿me estarán tratando de tonto?
¿Me van a decir a mí cómo vienen los hijos al mundo?
¿Me van a decir a mí cómo se hacen los hijos?

Y sin embargo, José creyó “en la palabra del Ángel”.
Y rompió su libelo. Y aceptó a María. Y la llevó a su casa.
Y no le hizo preguntas. Ni puso en duda su reputación.
Y creyó al Angel. Y creyó en ella.

“Dichosa tú que has creído ….”
Y hasta Isabel considera bienaventurada a María, no tanto por su maternidad, que ya es mucho decir, sino “que has creído que se cumplirán las cosas que te fueron dichas de parte del Señor”. (Lc 1,45)

La encarnación de Jesús se mueve entre la Palabra que se dice y la Palabra que es creída. Y cuando María y José han creído en la Palabra del Ángel, la Palabra se hace carne y nació la Navidad. La Navidad es el nacimiento de la Palabra. Y visitar el Belén es hacernos creyentes de la palabra.
No podemos vivir ni humana ni cristianamente una vida digna dudando de todo y de todos. Se nos ha dado la palabra para comunicarnos, para decirnos los unos a los otros, para compartir nuestra verdad, nuestros sentimientos. Y no creer en la palabra del otro, es no tener fe en el otro.
La vida de la pareja es palabra. Palabra dicha y palabra creída.
La vida de padres e hijos es palabra. Palabra dicha y creída.
Creer en la palabra de los demás es creer en su dignidad, en su sinceridad y honestidad.
No creer en la palabra de los demás es negar su dignidad, su sinceridad y su honestidad.
No creer en la palabra hace imposible el amor y la comunión y comunidad.

Vamos a celebrar la Navidad de la Palabra. Y la celebraremos creyendo de verdad en esa Palabra de Dios encarnada y creyendo en las palabras de los demás. Que esta Navidad sea para todos:
Creo en tu palabra de esposo.
Creo en tu palabra de esposa.
Creo en tu palabra de padre.
Creo en tu palabra de hijo.
Creo en la palabra de mis hermanos los hombres.
Creo en la Palabra de Dios

(C)
En la proximidad de la Navidad os supongo con ilusión. Estoy convencido de que estás haciendo la fiesta sin necesidad de “comprar” la fiesta. Muchos compran nacimientos, pero no los hacen. ¡Lo bonito que es hacer la fiesta con las propias manos!.
La figura que nos presenta Mateo como preparación a la Navidad es la de José. José, digámoslo enseguida, no tiene nada que hacer, nada que ver en esto de la Navidad. A José se le quita todo protagonismo. Todo se “cuece” al margen de él. José no se entera de lo que está pasando hasta que pasa. A los ojos de la gente José es padre y esposo y jefe de familia. Pero la verdad es que “todo se ha hecho sin que él se enterara de nada”.
Imagínate por un momento los sentimientos que tienes cuando las cosas normales de la vida en las que participas se hacen “al margen”, sin consultarte, sin decirte una palabra, sin contar contigo… Imagínate cuando un día despiertas y empiezas a darte cuenta de que pasan cosas “extrañas” a tu lado, y tú sin enterarte de nada. Creo que ésa es la experiencia que vive José: está metido en un proyecto divino del que no sabe nada, no se le ha consultado nada… Al menos a María, su mujer, se le pidió permiso, se le pidió un sí. A José ni se le informa. Se empieza a enterar cuando ya todo es una realidad avanzada… Dios involucra a José en un proyecto sin pedirle consentimiento previo. Parece un poco inhumano… Lo de Dios supera lo humano.
José abre los ojos al acontecimiento y asiente. José calla, no hace preguntas. José hace silencio y carga con la realidad. José acepta colaborar en un proyecto que no es suyo, sino de Dios. No se explica cómo ha podido pasar. Acepta que pasa. El único proyecto que José tiene que abandonar es el que él había ideado en su interior: abandonar a María en secreto. ¡Esto es fe! ¡Esto es un creyente! Lo único que al final tenemos que romper es lo que nosotros habíamos programado….
Quizás sea éste uno de los signos para medir nuestra fe. Tan acostumbrados a agendas y a programaciones, a elaboración de proyectos, a elaborar nuestro proyecto personal, etc…., no estamos como para romper el proyecto… Suena el teléfono. Te proponen algo y dices: “Lo siento, ya tengo planes para esas fechas; ya tenemos plan…” Y se acabó la historia. Sigue tu historia.
José se deja meter en otra historia (la historia de Dios) y colabora con ella aunque él no la ha ideado. El único que idea y hace planes de salvación es Dios. José, sin grandes disquisiciones, entra en la lógica de Dios. José era un hombre bueno y justo. Por eso ve que en al trama sencilla de su vida, sin ir más lejos, está la trama del Dios Salvador.
Muy cerca de ti y de mi, en nuestra vida más corriente, está la corriente de salvación en la que Dios quiere que participemos y seamos “buenos y justos” En las cosas que participas, en aquello a lo que te asomas (quizás por curiosidad o simplemente para ver de qué va la cosa) allí puede estar lo que te reclama “bondad y justicia” para que la salvación de Dios llegue a otros. ¡Qué sencillo es todo! No hace falta mucho más. Bueno, sí, tener un poco de fe y confianza para ser capaz de romper tu plan secreto… Así es como llega el Salvador. Así es como llega la salvación de Dios a ti y a otros más…
Ser creyentes es dejarse llevar por Dios. Ser creyente es romper planes personales y acoger los planes de Dios que siempre son concretos y sencillos. Están al alcance de la mano. Están en la trama de tu historia personal.
¡Ojalá tú y yo lo entendamos! Si no hemos tenido la experiencia de abandonar, al menos una vez en la vida, nuestro plan, ¿estaremos colaborando en el plan de Dios? ¿Seremos buenos y justos, como José?

(D)
Buenos y malos: esquema elemental de miles de nuestras novelas y películas; tanto que hasta llegamos a decirlo así: “es una película de buenos y malos”. Las formas que adopta el malo son muy variadas: un mafioso, un vecino mala sombra, un loco que quiere hacerse el amo del mundo, una potencia extranjera (ahora no es la URSS, pero sus buenos servicios ha prestado en este terreno), un magnate ambicioso, algún personaje sanguinario…
rara vez gana el malo (aunque la realidad sea más bien diferente de las películas…)
Historia de “buenos y malos”; el mundo está lleno de ellas, aunque muchas veces simplificadas. Nadie es tan rotundamente malo ni tan rotundamente bueno; todos somos, más bien, una cierta mezcla de lo uno y lo otro, no necesariamente al 50 %; la cuestión está en lograr que prevalezca el porcentaje de bondad sobre la maldad.
Pero esto no lo es todo; al menos no lo es para nosotros, los discípulos de Jesús.
“Ser bueno” está bien; ¡faltaría más!. Pero no es el cristiano (ni el evangelio) quien ha ideado todo eso de los buenos y los malos, y que tengamos que ser del bando de los buenos. “Ser bueno” es un primer nivel, un primer paso del ser humano. Pero solamente esto, no es lo que caracteriza al cristiano, no es lo específico nuestro, sino que es tarea de todo ser humano, por el hecho de ser persona. “Buenos”, en el buen sentido de la palabra, tenemos que serlo todos: el musulmán, el cristiano, el hinduista o el ateo… A “ser buenos” estamos llamados todos, por el hecho de existir: Por eso no cabe invocar el hecho de que seamos “buenos” para que nos podamos considerar cristianos hechos y derechos.
El protagonista del texto del evangelio que hemos escuchado es san José, cosa poco habitual. Este personaje tan desconocido al que hemos preferido adornar con una edad madura, largas barbas y una vara florida, en vez de fijarnos en lo que el Evangelio nos enseña de él. Que puede ser poco, pero precioso e importantísimo.
En realidad, en el breve relato de hoy, nos encontramos con dos Josés. El primero, el José que “era bueno y no quería denunciar a María, y decidió repudiarla en secreto”. El evangelista relaciona su bondad con la decisión de repudiarla. Queda claro, que aquí la bondad se queda corta, porque se limita a seguir el camino de nuestras ideas, de nuestras leyes, de nuestras costumbres.
Pero hay un segundo José, el que aparece tras un encuentro con Dios. Un José que ya no es solamente “bueno”, sino algo más; un José que se ha convertido en creyente, porque ha escuchado a Dios y ha decidido obedecerle. Es el José que, frente a la ley que mandaba repudiar a las esposas adúlteras (no era el caso de María, pero esa era la apariencia de lo sucedido a los ojos del José “bueno”) acoge a María junto a sí porque ha descubierto que el plan de Dios es así de sorprendente; y lo que a los ojos humanos parecía un adulterio, visto con los ojos de Dios resulta ser la Encarnación del mismo Hijo de Dios, para la salvación de todos los hombres.
El José “bueno” decide repudiar en secreto a María. El José “creyente” descubre en aquel embarazo el plan de Dios para hacerse presente en medio de los hombres. ¡Qué diferentes los ojos! ¡Qué diferentes maneras de ver las cosas y de actuar!.
¿Buenos o creyentes? Esa es la cuestión.
Creyente, desde luego, no se opone a bueno; pero tampoco se identifica con ello. Creyente, desborda y supera con creces el simple “ser bueno”.
A nosotros, en concreto ya sabemos qué es lo que se nos pide: más que ser buenos, que seamos creyentes…
¡Qué cosas tiene el evangelio!

Oración fieles:
(A)
A este Dios, que nos ama y que está siempre con nosotros, le presentamos nuestras necesidades con fe. Contestamos cantando: Ven, Señor, Jesús.
1.- Sigue aumentando en nuestro mundo, las víctimas del terrorismo, de la violencia, de la guerra. Millones de personas pasan hambre, mueren de hambre, viven en la marginación; para que reconozcamos en ellos al Dios que se encarnó en la pobreza, en la soledad. Oremos.
2.- Muchas personas trabajan en Cáritas, y en diversos sectores de marginación, esforzándose para hacer un mundo más justo; que todas estas personas, sean un recuerdo permanente de los valores que nos humanizan. Oremos.
3.- En nuestro pueblo y en todos los pueblos de la tierra, necesitamos descubrir, con más profundidad la presencia de Dios entre nosotros; para que esta experiencia suponga un compromiso más firme con los valores del Evangelio. Oremos.
4.- Los creyentes debemos empeñarnos es ser verdaderos testigos del misterio de amor que celebramos en Navidad; para que dediquemos un tiempo a la oración, al trato con Jesús que nos habla en el silencio del corazón. Oremos.

Te lo pedimos por JNS.
(B)
Conscientes de nuestra debilidad y de nuestras miserias, pero confiando en tu infinita misericordia acudimos a Ti, Padre, diciéndote:
SEÑOR, ESCÚCHANOS.
– Para que nos arrepintamos sinceramente de todos nuestros pecados.
SENOR, ESCÚCHANOS
– Para que nos cures de nuestras ansias de tener y de consumir.
SEÑOR, ESCÚCHANOS
– Para que nos cures de nuestra rutina y para que vivamos la Navidad recibiendo a Jesucristo.
SEÑOR, ESCÚCHANOS.

Oremos: Ten piedad de nosotros, Señor. Concédenos tu misericordia y llena nuestros corazones de la luz de tu Espíritu.
(C)
Dios ha puesto su morada entre nosotros y escucha siempre nuestra oración. Con los ojos puestos en el Enmanuel, oremos:
– Que sepamos celebrar la Navidad acogiendo a Dios que llega. ROGUEMOS AL SEÑOR…
– Que, a imitación de María, sepamos acoger y guardar la palabra de Dios. ROGUEMOS AL SEÑOR…
– Que seamos solidarios con los pobres, como signo de salvación. ROGUEMOS AL SEÑOR…
– Que no celebremos la Navidad con derroche y excesos en la mesa, y aprendamos a compartir. ROGUEMOS AL SEÑOR…
– Que no tengamos ningún temor y confiemos en Dios que nos escucha y nos salva. ROGUEMOS AL SEÑOR…

Te pedimos, Señor, que, a imitación de María, sepamos acogerte y preparar dignamente tu nacimiento…
Presentación de ofrendas
a) ORACIÓN CON EL CUARTO CIRIO DE LA CORONA
Dispongamos nuestro espíritu para la Navidad encendiendo los cuatro cirios de la corona de Adviento.
Mientras se enciende el cuarto cirio …
Señor, al encender esta cuarta vela, pensamos en María, tu madre.
Nadie te esperó con más ansia y amor.
Nadie te recibió con más alegría.
También nosotros queremos prepararnos así:
En la fe, en el amor, en la solidaridad y en el trabajo de cada día.
¡Ven pronto, Señor. Ven a salvarnos!

a) Presentación de los “Niño Jesús” de las Familias y de la Comunidad.
Al finalizar el Adviento, y ya tan cercana la Navidad, hemos querido, Señor, traerte todas estas estatuillas que van a presidir los Belenes familiares y el de nuestra propia Comunidad Parroquial. Con ellos, queremos simbolizar las ganas que tenemos de tu presencia en medio de lo más cotidiano de nuestro existir.
Este año, queremos que nuestros Belenes sean algo más que un adorno tradicional de nuestras casas. Con ellos, deseamos expresar nuestro compromiso de buscarte y adorarte en los que nos rodean. Que no haya necesidad que nos sea ajena, ni esperanza y alegría que no seamos capaces de descubrir y compartir.

Oración sobre las ofrendas
Tu Espíritu se adentró en el humilde cuenco de María. Nuestras vidas quieren ser, igualmente, un cuenco dispuesto a llenarse de ti. Envíanos tu Espíritu, transforma nuestra comida en pan de libertad y de amor, Padre nuestro. Por JNS…
Prefacio…
Te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos
te glorificamos
Señor, Dios de nuestros padres.
Tú nos visitas en la vida de cada día
y nos propones un plan de salvación
que supera nuestras fuerzas
para que tu fuerza y tu poder
resplandezca a los ojos de los que nos ven.
Tú nos invitas sin forzarnos
para que la fuerza de tu Espíritu
nos cubra y nos impregne de salvación.
Te damos gracias, Señor,
por asociarnos a tus planes sin presiones.
Con todos los que te acogieron y te acogen,
con todos los que pronuncian síes incondicionales,
con todos los libres,
con todos los arriesgados
cantamos el himno de tu alabanza:

Santo, Santo, Santo…
Padrenuestro
Hoy, en el evangelio, hemos visto en S. José un gran ejemplo de fe y de confianza en Dios. Con ese mismo espíritu, y como Jesús nos enseñó, también nosotros nos atrevemos a decir:
Gesto de paz:
Señor, Jesús,
que has venido a salvar a los hombres
y a traernos la alegría de la paz.
Concédenos tu paz y la unidad.
En nombre de Jesús, que está a punto de llegar,
nos damos fraternalmente la paz.

Comunión:
Dios promete y cumple. Promete un Salvador y lo envía un día a la tierra. Se hace realidad la esperanza del pueblo.
El mismo Jesús nos reúne ahora en esta comida y nos dice que el que coma su pan no morirá para siempre. Dichosos…

Oración
Nos han dicho que quieres volver a nacer esta Navidad.
Mira que eres loco, ¿eh?
¿Pero no ves lo que somos y lo que estamos haciendo?
Y, sin embargo, Tú quieres venir.
Ya no sé si con tu gesto testarudo de volver cada Navidad
estás pretendiendo decimos algo:
Que tenemos que dejar de ser lobos para volver a ser hermanos.
Que no perdamos mucho tiempo en criticar
y nos pongamos seriamente a trabajar.
Que nadamos en abundancia mientras hay hermanos,
nuestros y tuyos, que sufren hambre de pan,
de cultura, de libertad y dignidad.
Que Tú tienes un mensaje que se llama Evangelio
que todavía no es Buena Noticia para todos,
porque nosotros lo malinterpretamos y malvivimos.
Que tenemos miedo de vivir
y cerramos nuestro corazón a los hermanos.
Que nos preocupamos mucho por nosotros,
y nos justificamos ante Ti dando limosnas.
Que no sabemos compartir
y que Tú sigues encontrando nuestras puertas cerradas…
Si es así, Jesús, ven a nuestras casas en esta Navidad.
Ven a nuestro pueblo, a nuestra parroquia.
Ven a nuestro mundo.
y ven, antes que nada, a nuestro propio corazón.

Bendición
Navidad austera, solidaria y en comunión con los cerca y los de lejos.
Gracias a la colaboración de María fue posible la semilla salvadora de Jesús. En vísperas de Navidad María ha vuelto a ser para nosotros modelo de cristiano sensible, cercano y colaborador. Ahora nos corresponde a nosotros hacer viables otros proyectos de servicio y de solidaridad. Navidad es don, que ello se note en nuestras vidas…

Para ello, que la Bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros…
(B)
Hermanos, preparemos la Navidad, preparemos nuestra propia Navidad, la de cada uno de nosotros, dejemos que la Palabra de Dios, crezca en nuestro interior hasta que un día ilumine con todo su resplandor nuestra vida.
Para ello que la bendición…

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