03 noviembre 2022

Reflexión domingo 6 de noviembre: TOMANDO CAFÉ CON EL SEÑOR

 TOMANDO CAFÉ CON EL SEÑOR

Por José Maria Maruri, SJ

1.- Dos mil años después de esta escena con los saduceos podría desarrollarse esta otra de un grupo de amigos tomando un café con el Seños Jesús en algún sitio decente. Y allí, sin la menor mala intención, sino con la fina ironía antirreligiosa, que todos llevamos dentro, comentaríamos el lío que va a traer eso de la resurrección de los muertos, sobre todo en esta era de los transplantes: que si ese riñón es mío o tuyo, ese corazón me pertenece, dame a mi peroné… que no quiero estar toda la eternidad cojeando. Vamos que lo de la mujer con pluriempleo de viuda se queda tamañito.

Y el Señor no se enfadaría. Nos diría lo de los saduceos: ¿qué entendéis vosotros de los ángeles?, pues los hombres y mujeres serán como ángeles y ahí queda eso tan oscuro como antes.

Y es que el Señor no quiere para nada tratar de explicar el modo de la resurrección, porque somos incapaces de entenderlo, porque lo que nos estorba es la imaginación, con la que nos empeñamos en traducir todo.

Al Padre Eterno le hemos puesto barbas por su edad, al Espíritu Santo lo hemos metido en una jaula como Paloma y el mejor librado es el Hijo que al fin de cuentas es como nosotros.

Y esto lo hacemos en todo y con todo, fantaseamos de extraterrestres y les ponemos cabeza, cuerpo, piernas y brazos, como les hemos puesto cabezas y alitas a los ángeles. No le concedemos a Dios (por así decir) una imaginación mayor que la nuestra. ¿Es posible que a una inteligencia infinita se le acabase toda imaginación en aquel monigote de barro que hizo en el Paraíso?, pues diría yo que no tiene demasiada imaginación que digamos.

Y porque todo lo vestimos con nuestra imaginación y la tenemos tan pequeña es por lo que el Señor nos viene a decir en este evangelio que nos dejemos de imaginar el COMO y nos quedemos con el hecho de que un día los que hoy estamos aquí nos encontraremos y reconoceremos en eso que el mundo de los resucitados.

2.- Y esta verdad está refrendada por la fidelidad de Dios a su palabra. Dios dio su palabra de estar siempre con Abrahán, con Isaac y con Jacob y sería una irrisoria promesa si estos señores fueran hoy unas momias muertas y enterradas. Dios no se compromete para siempre con muertos sino con vivos.

Y recordáis sin duda que Jesús, a lo largo de su vida, ha prometido resucitar a los que comen su carne. Y ha prometido vida eterna a los que creen en su Padre que le ha enviado y dice que ya tiene vida eterna todo el que cree en Él.

Y en la consagración de cada misa repetimos aquellas palabras: “esta es la Sangre del nuevo y eterno testamento”, del eterno pacto de Jesús con nosotros.

Y por ser la palabra del Hijo de Dios vuelve a ser la fidelidad de Dios, su veracidad, que no nos puede mentir, que no está acostumbrado a hacer promesas electorales, lo que refrenda la verdad y realidad de la resurrección. Por eso nuestra seguridad tiene que ser absoluta.

Pues demos más crédito a la veracidad de Dios que no miente que a nuestra loca imaginación y así podremos acabar nuestro café con el Señor diciéndole que aunque no lo podamos imaginar que lo creemos es lo que Él nos dice.

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