A OTRO NIVEL DISTINTO
Por Gustavo Vélez, mxy
1.- “Unos saduceos, que niegan la resurrección, dijeron a Jesús: Había una vez siete hermanos. El primero se casó y murió sin hijos. Entonces el segundo se casó con la viuda”. San Lucas, Cáp. 20. “Es fuerza que ahora calle tu voz y que la paz baje a tu alma, como el toque del Ángelus al valle. Y no contestaré”… Rafael Maya envuelve en un suave poema la dura realidad de la muerte. Sobre la cual tenemos, no solamente sospechas, sino crueles certezas: El veloz paso de los años, la ausencia progresiva de amigos y parientes, la fragilidad de nuestro cuerpo.
Sólo en el siglo segundo antes de Cristo, afloró entre los judíos una fe expresa en la futura resurrección. Era lógico entonces que algunos continuaran viviendo al margen de esta creencia. Entre ellos los saduceos, un grupo condescendiente ante el poder romano, lo cual les permitía controlar políticamente el sanedrín, como consta en los relatos de la pasión del Señor.
2.- Un día éstos le presentaron al Maestro una historia que revelaba, más su inquietud ante la muerte, que un suceso real. Había siete hermanos. El primero de ellos tomó esposa, pero luego murió sin dejar descendencia. Entonces, como estaba ordenado por la ley, su hermano, se casó con la viuda. Así el patrimonio familiar no pasaría a manos extrañas. También murieron el segundo, y así todos, sin dejar herederos. Vino luego la pregunta final para el Señor: “Cuando llegue la resurrección, ¿De cuál de ellos será la mujer? Porque todos siete han estado casados con ella”.
Por esos días Jesús les habló a sus discípulos sobre temas cercanos a la muerte. Subía hacia Jerusalén, asegurando que allí lo matarían. Pero el novelesco relato escondía también una trampa contra el profeta, que había prometido vida eterna a quienes comieran de un misterioso pan.
3.- Jesús responde, señalando la ignorancia de quienes le acechan: No han entendido la Escritura. Porque en la vida perdurable los hombres no se casarán, ni las mujeres se darán en matrimonio. No niega el Maestro los valores del amor conyugal, ni la felicidad de quienes luego de amarse aquí, compartirán más allá de la muerte. Y añade el Señor otro argumento en favor de la resurrección, que no imaginaron los rabinos: Yahvé se define ante Moisés como “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Es decir, como el dueño de la historia. El que a todos reparte vida, amor, felicidad.
La fe cristiana le da un toque sin igual a todo lo nuestro. Nos encamina a un nivel distinto de existencia, donde el amor, la alegría, el progreso, la paz serán de otra especie. El Señor reviste todo lo nuestro de una solidez a toda prueba. De una belleza inmarcesible.
4.- Se cuenta de un pichón de águila que, fatigado en su primer vuelo, cayó en el corral de un granjero. Allí aprendió a convivir con los pollos. Se comportaba igual que ellos, alimentándose de grano. Pero un naturalista que pasó por la aldea, tuvo compasión de él y se propuso enseñarle a volar. No fue tarea fácil. El aguilucho miraba siempre alrededor y tenía miedo a las alturas. Sin embargo, cuando el científico lo hizo mirar de frente al sol, iluminado de felicidad, se perdió entre las nubes.
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