Jesucristo, Rey del Universo - C- 20 de noviembre de 2022
Hoy finaliza el año litúrgico, año de la Iglesia, con la solemnidad de Cristo Rey. Hemos tenido la oportunidad de contemplar con nuestros ojos durante esta andadura el nacimiento, la vida, el mensaje, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús.
La liturgia de hoy sintetiza de alguna manera por qué ha venido Jesús a plantar su tienda entre nosotros: Una muerte humillante por nosotros en la cruz, para mostrarnos toda la profundidad y ternura del amor de Dios a sus hijos, su compasión con los pecadores, la promesa del paraíso para el malhechor crucificado, en definitiva, una gracia que se derrama sin cesar en cada uno de sus hijos queridos, para mostrarnos que somos herederos del Reino de Dios.
En Jerusalén, en el Gólgota, en la cruz: aquí y así es donde y como Jesús es el Mesías y el Rey del mundo. Para unos, Jesús no puede ser Mesías ni Rey porque está en la cruz; para otros, Jesús es Mesías y Rey porque está en la cruz. Pero, ¿puede un crucificado ser el Mesías de Dios? ¿Puede un crucificado ser el Rey de los judíos? Cuánta paradoja difícil de asimilar.
Lo cierto es que un malhechor descubre aquí y así al Mesías y al Rey. Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino (v.42), le dice arrepentido. Hoy estarás conmigo en el paraíso (v.43), responde Jesús.
De nuevo vuelve a resonar el hoy, esta vez en la cruz, como en el diálogo con Zaqueo (Lc 19,5); como en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,21). Es el hoy que se traduce como aquí y ahora de la presencia de Jesús que viene y que salva, que da respuesta a los crucificados de la historia, a los marginados de los caminos, a los colgados sin voz ni esperanza; los descartados, que diría Francisco.
Son los personajes que hemos ido contemplando los domingos: el hijo pródigo (Lc.15,11-24); el samaritano leproso (Lc.17,15-16); la viuda que acudía al juez (Lc.18,1-8); el publicano en el templo (Lc.18,13); el jefe de publicanos Zaqueo (Lc.19,1-10). Un “pringao” descubre aquí y así al Mesías y al Rey. Lecciones de la historia: Un marginado nos enseña cómo descubrir en Jesús al Salvador, al Mesías, al Rey: desde el reconocimiento del propio pecado, humildemente, sin exigencias, desde la súplica. El final del camino no es la cruz, sino el banquete, el banquete que el buen Dios nos tiene preparado. Es el banquete del Reino de Dios. ¿Quién da más?
Alfonso Valcárcel, SDB
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario