29 septiembre 2022

Reflexión, 2 de octubre: COMO UN GRANO PEQUEÑO

 COMO UN GRANO PEQUEÑO

Por Gustavo Vélez, mxy

1.- “Los apóstoles dijeron a Jesús: Auméntanos la fe. El Señor contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esta morera: Plántate en el mar y os obedecería”. San Lucas, Cáp. 17. Que nuestra fe sea mayor o menor, fuerte o débil, emprendedora o cobarde, no es cosa que se pueda medir o sopesar. Su condición se expresa sin embargo con hechos. Cuenta san Lucas que los apóstoles se acercaron a Jesús para pedirle: “Auméntanos la fe”. No sospechamos qué entendían por fe aquellos pescadores. Habían crecido dentro de los esquemas judíos de su tiempo, donde la relación con Dios se concretaba en los ritos y el cumplimiento de las tradiciones.

Tal vez ahora querían adquirir ciertos poderes. Porque días antes el Señor había sanado a un niño lunático, algo que los discípulos no pudieron. Por su falta de fe, les explicó Jesús. Pero a la vez añadió: Si tuviésemos una fe pequeñita, siquiera “como un grano de mostaza”, podríamos trasladar una morera al mar. San Mateo consigna algo más sorprendente todavía: Cambiar de sitio una montaña.

2.- La semilla de mostaza era entre los judíos referencia ordinaria para señalar algo diminuto. Sin embargo, comentaba Jesús, ella da origen a un arbusto donde anidan los pájaros del cielo. ¿No alcanzaba la fe de los apóstoles a exceder aquel grano? Quizás. Pero el Señor de todos modos deseaba animarnos a creer en Él. La morera citada por el Maestro era más bien el sicómoro, mencionado en otras páginas de la Biblia, cuya madera usaron los egipcios para los cofres de sus momias. El árbol exhibía fuertes raíces exteriores, dando el aspecto de alguien que puede caminar. Recordamos entonces aquel ciego de Betsaida, quien enseguida de su curación, como cuenta san Marcos, sólo veía “árboles que andan”.

Anteriormente se entendía por fe la aceptación intelectual de unas verdades, que superaban nuestra mente. Hoy identificamos la fe con una alianza entre cada creyente, con sus particulares circunstancias, y ese Dios Padre que se hizo visible en Jesucristo. En el proceso de creer es entonces fugaz el momento de abstractas consideraciones. Enseguida pasamos a actitudes vitales: Amo a Dios, o más exactamente, me esfuerzo en amarlo y de inmediato me siento amado por Él. En consecuencia amo a los demás, pero no en teoría, sino de forma solidaria.

Y esa fe nos purifica a cada paso el corazón. Mantiene viva la confianza. Alienta la imaginación y el deseo hacia los bienes que el Señor puede y quiere darnos. No conviene entonces reducir la fe cristiana a una ética humanista. A un esquema moral que promueve conductas de convivencia. Menos aún reducirla a un señuelo que provoca una exaltación sentimental, o dudosos fenómenos extraordinarios.

3.- La fe cristiana es, ante todo, una experiencia de Dios por Jesucristo, la cual nos sitúa en mitad de la historia, con un corazón simple y confiado en el Señor. “Auméntanos la fe” también le decimos a Jesús de Nazaret los cristianos de hoy. Danos, Señor, serenidad y paciencia, pero a la vez, capacidad e iniciativas novedosas para mejorar nuestro mundo. Auméntanos la fe para descubrir a cada paso, el lenguaje cifrado de tu amor. Auméntanos la fe para que podamos cada día, realizar nuestros deberes ordinarios con perfección extraordinaria.

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