29 septiembre 2022

Moniciones Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

 

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos a la Eucaristía. Hoy, muy especialmente, nos vamos a unir a los apóstoles para pedir al Señor Jesús que nos aumente la fe. La realidad es que en estos tiempos realmente difíciles para la fe, necesitamos que ésta se fundamente en nuestros corazones y en nuestras mentes. Y que desde una conversión activa seamos capaces de influir en la sociedad actual. Unámonos todos en la liturgia dominical con la esperanza de que el Señor se apiade de nuestra fragilidad y nos haga fuertes en la fe, solícitos en la caridad y llenos de esperanza.


MONICIÓN SOBRE LAS LECTURAS

1.- Vamos a escuchar un bello fragmento del Libro del profeta Habacuc que nos sitúa la verdadera fe dentro del reino de la paz y de la justicia. Y es que resulta totalmente cierta esa frase de Habacuc: “el justo vivirá por su fe”.

S.- Hoy proclamamos el salmo 94 que no es otra cosa que una oración de alabanza, llena de júbilo, al Señor Nuestro Dios, creador de todo y de todos. El versículo responsorial, el número 8, recuerda la rebelión del pueblo judío en el desierto, pero es un recuerdo paliado por la fe permanente de todo un pueblo. Alabemos, pues al Señor, y sin reservas

2.- Continuamos leyendo, como segunda lectura, la muy interesante Carta del apóstol San Pablo a Timoteo. Es un trabajo de enseñanza catequética que muy bien puede servirnos a nosotros, aquí y ahora. Nos habla de los dones del Espíritu Santo como vehículo para mantener y engrandecer nuestra fe.

3.- La petición de los apóstoles a Jesús –que vamos a escuchar en el Evangelio de Lucas—es, en cierta manera, una demanda universal y permanente de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Necesitamos que Dios incremente nuestra fe. Y sin su ayuda la fe no es posible pues es un don divino. Además, Jesús de Nazaret acierta cuando dice que nuestra fe ni siquiera llega al tamaño de la pequeñísima semilla de la mostaza.

Lectura de Postcomunión

MONICIÓN

Hoy es el domingo de la fe y la fe necesita del Espíritu Santo. Por eso creemos que es muy válida para estos momentos de sosiego la siguiente invocación al Santo Espíritu de Dios

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo!,

alma de mi alma,

te adoro; ilumíname,

guíame, fortifícame, consuélame,

dime que debo hacer, ordéname.

 

Concédeme someterme

a todo lo que quieras de mí,

y aceptar todo

lo que permitas que me suceda.

Hazme solamente conocer

y cumplir tu voluntad.


Exhortación de despedida

Hemos de salir muy contentos de la Eucaristía, pues el Señor ha reforzado nuestra fe. Él es el único que puede aumentarla en consolidarla en nuestros corazones. La fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu nos hace más felices y más serviciales con nuestros hermanos.

 

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