1.- Después de comer dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amar más que estos? Él le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: apacienta mis corderos.
Es verdad que todas las virtudes cristianas nos hacen buenos cristianos y todas son necesarias. Pero es el amor cristiano el que nos define como cristianos, es decir, como hijos de Dios y hermanos de Jesucristo y del prójimo. Y es que realmente el amor cristiano incluye y engloba todas las demás virtudes humanas y cristianas: no se puede practicar la verdadera justicia cristiana sin tener amor cristiano. Y lo mismo podemos y debemos decir de las virtudes de la solidaridad cristiana, de la paz cristiana, verdad cristiana, de la defensa cristiana de la vida, en definitiva, de la santidad. Es verdad que la palabra <amor> tiene tantos significados, en el uso corriente de la lengua, como personas la pronuncian. Por eso, debemos comprender que muchas personas nos reprochen a los cristianos que hablamos mucho de amor y menos de justicia, paz y verdad. Pero la verdad es que vivir y practicar el amor cristiano es lo más difícil y e importante que puede hacer una persona cristiana. Quien no trata con justicia social a sus empleados no puede decir que tiene amor cristiano, ni es persona cristiana. Y lo mismo podemos y demos decir de todos los empresarios, los políticos, los banqueros, gobernantes, etc. Por eso, Jesús, antes de entregar a Pedro el cuidado de sus corderos y ovejas, sólo le pregunta si lo ama, porque sabe que si lo ama a él, amará también a su prójimo. También debemos deducir de este relato evangélico según san Juan que amar a Cristo y amar a Dios supone fiarse de él. Por eso, el primero en descubrir al Maestro, después de la <pesca milagrosa> fue el discípulo a quien Jesús amaba. Por tanto, si de verdad somos cristianos y amamos al Maestro, fiémonos de él en nuestra vida, cuando las cosas nos vengan bien dadas y también en las circunstancias difíciles y adversas. Un buen cristiano no puede nunca perder la confianza en Dios.
2 - Pedro y los apóstoles replicaron: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres… Salieron del sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. En boca de los apóstoles, esta frase es totalmente coherente con sus predicaciones y hechos. Ellos no eran personas violentas, sino que preferían sufrir ellos antes que hacer sufrir a los demás con sus palabras y hechos. Pero sabemos que esta frase ha sido usada muchas veces por personas fanáticas de alguna religión que defiende y protege a personas terroristas. Nosotros, los cristianos, tenemos que decir alto y claro que estamos en contra de cualquier acción y manifestación terrorista. Desde el punto de vista religioso, los cristianos tenemos la obligación de intentar convencer a los no cristianos de la verdad de nuestra religión, pero siempre con una actitud firme, pero pacífica y respetuosa con las convicciones de los demás. No debemos ser nunca indiferentes ante las creencias de los no cristianos, pero nunca agresivos. Jesús de Nazaret predicó con firmeza su evangelio y su esperanza en el reino de Dios, pero prefirió morir él por sus creencias, antes que oponerse violentamente a los que le condenaron. Lo mismo hicieron Pedro y los demás apóstoles, cuando pronunciaron la frase que estamos comentando. Por eso, decimos que estas frase, en sus labios resulta totalmente coherente.
3 - Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza… Y los ancianos se postraron y adoraron. La intención clara del autor del libro del apocalipsis fue proclamar a las Iglesias cristianas y a toda la sociedad en general que Cristo, con su pasión, muerte y resurrección, nos consiguió la salvación. Fue Cristo, el Cordero degollado, el único y verdadero autor de nuestra salvación. No fue Roma, con su poder y sus dioses, sino Cristo, el único autor de nuestra salvación. También hoy, nosotros, los cristianos del siglo XXI, seguimos afirmando lo mismo, dentro, naturalmente, de unas circunstancias políticas y culturales totalmente distintas.
Gabriel González del Estal
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