1.- Testimonio valiente. Las lecturas nos invitan hoy a reflexionar en el tema del testimonio. Los apóstoles comparecen a juicio ante el consejo del pueblo. Pedro toma la palabra en nombre de todos los apóstoles para reafirmar con valentía la fe en Cristo Jesús resucitado. La fuente de donde brota el derecho a la libertad de predicación es la muerte de Cristo. Jesús, por decisión de Dios, ha sido nombrado salvador de todos y colocado el primero de todos los salvados. Los que han perseguido a Jesús también perseguirán a los apóstoles. Proclamar la resurrección del Señor supondrá a los discípulos la dificultad de implantar el mensaje y la alegría del triunfo. La respuesta de Pedro da razón del valor que anima al apóstol: el hombre tiene que ser siempre fiel a Dios. La respuesta del apóstol es una denuncia, ya que obliga a tomar posición ante el mensaje. Así el acusado se convierte en acusador. La obediencia no es un acatamiento pasivo, sino saberse en línea con Dios y sacar de ahí ánimo necesario para lanzarse a la transformación del mundo. Muchos cristianos en el siglo XXI siguen dando su vida por Cristo. ¿Estás dispuesto tú a dar testimonio en tu oficina, en tu familia, ante tus amigos? El ambiente en que vivimos es difícil, pero hoy día el testimonio es más necesario que nunca.
2.- Amén, así sea. En la misma línea del testimonio del resucitado, Juan en el Apocalipsis ve a Cristo junto a Dios en la figura de un cordero: su nombre recuerda, a la vez, al cordero pascual y al siervo de Dios, que toma sobre sí los pecados del mundo. Parece degollado (muerte), pero está de pie (resurrección), vivo y eternamente vivo. Jesucristo, el Cordero inmolado, es el único en el cielo y en la tierra que merece recibir de Dios todo poder. Los coros de los ángeles entonan un cántico de alabanza, y a ellos se unen todas las criaturas del mundo visible. Toda la creación tributa un mismo canto a Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero. La última palabra en esta alabanza la pronuncian los cuatro vivientes. Con su "Amén" se cierra esta maravillosa liturgia, inmediata cercanía de Dios.
3.- Jesús te hace hoy la misma pregunta. El texto del evangelio de Juan está insertado, como un apéndice, en el cuadro de las apariciones pascuales, pero muestra su interés especial en Pedro y Juan, el discípulo amado. No se muestra el testimonio de esas dos personas en su dimensión individual, sino más bien en una dimensión representativa: Pedro representa la autoridad; el discípulo amado de Jesús, la comunidad. Según el autor, la base comunitaria es quien descubre antes a Jesús, y la autoridad es la que debe estar a la escucha de la primera. No puede la autoridad actuar al margen de la comunidad.
Los discípulos quedan invitados a participar del alimento que les ofrece el Señor resucitado. La celebración de la comida eucarística, eucaristía de culto y eucaristía de vida, es para el cristiano el lugar cumbre de la vivencia de la resurrección. Hoy Jesús resucitado se reúne con nosotros porque quiere hacernos comunidad, porque quiere renovarnos en la fe, porque quiere hacernos testigos. Como hizo con Pedro, la única pregunta que nos hace es si lo amamos, si lo queremos. Pedro le contestó desde el corazón: “Señor, Tú lo sabes todo. Sabes que te quiero.” Jesús lo sabe todo, sabe cuánto amamos, sabe cuánto deseamos darnos. Animémonos nosotros a contestar como Pedro la pregunta que le hace Jesús. Así lo expresa San Agustín en su sermón sobre este evangelio.
Amémosle, pues; nada tengamos en mayor aprecio. ¿Pensáis acaso que el Señor no nos hace la misma pregunta a nosotros? ¿Sólo Pedro, y no nosotros, mereció ser sometido a aquel interrogatorio? Cuando se lee esta lectura, cada cristiano sufre el interrogatorio en su corazón. En consecuencia, cuando escuchas al Señor que dice: Pedro, ¿me amas?, piensa en él como en un espejo y mírate. Pues ¿qué era Pedro, sino una figura de la Iglesia? Por tanto, cuando el Señor interrogaba a Pedro, nos interrogaba a nosotros, interrogaba a la Iglesia.
José María Martín, OSA
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