El misterio de la Ascensión del Señor, al mismo tiempo que proclama y corrobora la fe en el Resucitado, apunta y atrae la mirada creyente hacia lo alto, hacia la meta final a la que todos aspiramos. Hoy es, pues, un día gozoso en el peregrinaje de la fe, alentados por el ejemplo de nuestro hermano mayor, Cristo Jesús, entronizado en la gloria de Dios. Él es quien anticipa y plasma nuestros anhelos más íntimos, pues es el mismo que bajó del cielo asumiendo las limitaciones de nuestra condición humana.
Los dos textos lucanos que nos brindan las lecturas constituyen un bello díptico cargado de simbolismo religioso y de evocaciones bíblicas. Nos adentran en la contemplación silenciosa del acontecimiento fundamental de la fe cristiana con miras a la misión eclesial bajo la acción del Espíritu. La súplica confiada del Apóstol en la 2ª lectura recoge a su vez el sentir de los primeros cristianos, anhelantes por comprender en toda su magnitud el horizonte esperanzador abierto por la ascensión gloriosa del Señor resucitado.
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