El domingo pasado, aquellos que eran amigos y apóstoles, estaban con las puertas cerradas a cal y canto; hoy tímidamente y al aire libre. Aquel día paralizados y petrificados por el miedo; hoy más sueltos aunque sin tener demasiado claras las ideas. Entonces asustadizos por los acontecimientos que se habían dado en Jerusalén; en este instante vueltos a la normalidad en su ser pescadores…pero con las redes vacías.
Estaban tan acostumbrados a vivir al calor y al amparo del Maestro que se habían olvidado hasta de trabajar para vivir y, cuando regresan a lo de siempre, la suerte les da la espalda: ¡no hemos pescado nada!
¡Cuántos momentos y sucesos entrañables les vendrían a la memoria de aquellos hombres!; tormentas calmadas; Pedro sobre las aguas; curaciones; resurrecciones; idas y venidas; ¡todo! (pensaría alguno para sus adentros) fueron horas felices que quedaron para siempre en el pasado:
-Allá en el mar de Galilea Jesús los constituyó en el grupo de los “doce”.
-En la arena sus ojos se cruzaron con los de Jesús….oyeron su voz y, dejándolo todo, lo siguieron.
-Al murmullo de las aguas, tranquilas pero llenas de vida, contemplaron absortos la multiplicación de los panes y de los peces.
2.-Uno a uno, ¡ay si hablase Tiberíades!, repetiría la misma propuesta con la misma respuesta: ¡seguidme!… ¡contigo iremos Señor!
Y, en el amanecer, cuando aquellos amigos que parecían vencidos por una pesca estéril e infructuosa, cuando el silencio era tenso por la ausencia de Aquel que en el corazón estaba presente…. de nuevo suena la misma voz con llamada al ánimo y a la esperanza, a la insistencia y al desafío: ¡echad de nuevo las redes!
-Lo desconocido se hace amigo
-Los ojos cansados se transforman en asombro
-El ayer, de repente, se actualiza, se retoma… ¡amanece con el Señor!
Y se rompen y saltan por los aires, una vez más, esquemas y redes, sayales y olas, tristezas y sufrimientos, dudas y noches oscuras.
¡Al amanecer, una vez más, Jesús lo hace todo nuevo! En el amanecer de aquel día, el intuitivo Juan, supo reconocer al que en una mesa de Jueves Santo le dejó que reclinase en su pecho. ¡Es el Señor!
Los gestos se repetían con la complicidad de los que nunca jamás olvidaron. Después de “cortarse el fuego” amanece. Jesús, como una luz frente a la oscuridad. Sin su presencia todo esfuerzo habría sido en balde. Con su aparición toda expectativa se queda corta. ¡Es el Señor!
3.- A pie de tierra, el Resucitado (que habla, bendice, indica y comparte) que tiene mucho de Señor y otro tanto de “siervo mayor” se sienta y los hace sentar a los que un día llamó en ese mismo lugar para que descubran en la amabilidad y en la afabilidad, en la sencillez y en el servicio, en la amistad y en el compartir… sigue tan vivo como aquella primera vez….como la primera vez de aquel encuentro inolvidable en el lago. ¡Es el Señor!
Y la noche, que infundía temor y cólera, abatimiento y desesperanza, se transforma en una jornada resplandeciente e iluminada por la presencia de Aquel que, una vez más, les sorprende, les llena y les habla con palabras y gestos de amigo. ¡Es el Señor!
Y con el Señor las cosas toman un cariz totalmente distinto. El trabajo se convierte en misión y la iglesia, a pesar del cansancio, retoma el impulso perdido sabiendo que, cuando Cristo está en el centro, nada es imposible para Aquel que la sostiene. ¡Es el Señor!
4.- ¿Con qué signos se acerca hoy el Resucitado hasta nosotros?
-No con redes o seminarios rebosantes de peces o llamados al sacerdocio…..y sí con rostros cargados de tristezas y de miserias. Con rostros doloridos por fracasos e incomprensiones, luchas y desatinos, dejadez o desencanto.
-No con brasas o dinámicas de trabajo en las que a veces nos malgastamos y nos empeñamos en una agenda interminable……y sí con una llamada responsable a ser iglesia, mejor iglesia, con menos círculos cerrados y alejándonos de la imagen de un simple cortijo donde unos pocos dirigen, y los demás bregan y dejan la piel en la pesca (cada día más difícil) de ese mar inmenso que es el mundo que nos rodea.
-No en lagos, barcas o reuniones que ponen al descubierto diferencias y discrepancias y siempre con más de lo mismo….y sí con una lectura reposada de su Palabra, con una vuelta a su Evangelio, con una sinceridad de vida, con un trabajar más y más horas en favor de su Reino, con un bajar a la realidad y a la vida de tantos que siguen remando mar adentro pero necesitados de palabras de aliento y de consuelo. ¡Es el Señor!
Malo será que, por estar tan pendientes del micrófono y de las luces, de las flores y de las convocatorias, de los departamentos y de tanto montaje……olvidemos que el Señor nos exige y nos invita echar las redes en otras direcciones y, a veces, hasta con otras personas. Cuando los responsables de la evangelización se empeñan en mantener, al frente de sus estructuras, a agentes de pastoral gastados e indefinidamente perpetuados en los cargos, en vez de aparecer el Señor…..suele surgir el desencanto y la ralentización, no tanto por las ideas, cuanto por la incapacidad limitaciones naturales de llevarlas a cabo.
5.- ¡ES EL SEÑOR!
La oscuridad, se convierte en luz
La esterilidad, en fruto abundante
La apatía, en dinamismo
La vergüenza, en valentía apostólica
¿No lo veis? ¿No lo sentís?
¡Es el Señor!
Y, a su voz, decimos que ¡SI!
Que merece la pena intentarlo de nuevo
Que echaremos las redes en su nombre
Que, incluso con cansancio,
nos lanzaremos aún a riesgo
de perder algo nuestro, por el camino
¡Es el Señor!
Y, cuando sale a nuestro encuentro,
es porque quiere que compartamos su vida
Y, cuando anochece en nuestros afanes,
el Señor, desde la otra orilla,
nos brinda la fuerza necesaria
para que no nos ahogue la desesperanza.
¡Es el Señor!
Cuando amanece con el Señor,
todo cambia de color:
el cansancio desaparece
la mala suerte termina
el esfuerzo inútil da lugar al trabajo fecundo
¡Es el Señor!
Y, cuando uno cree en El,
en silencio cree en El, espera en El y ama en El
Y, cuando uno cree en El,
como Pedro, los ojos se ponen en El, las alabanzas, los pies en la tierra
y la barca dejada en El.
¡Es el Señor!
Y, cuando uno ama como Juan
los labios se atreven a pronunciar
lo que el corazón siente y la fe anima:
¡Es el Señor!
Javier Leoz
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