Batanero,
sumérgeme en tus corrientes;
límpiame,
blanquéame
y dame solidez
para seguirte.
Trabájame,
como sólo tú sabes,
por dentro y fuera,
el cuerpo y el espíritu
para que resplandezca,
en mí, tu gloria.
Hazme ser
lo que soñaste al crearme;
atraviésame
para que no me rompa ni encorsete,
y manifieste la dignidad y grandeza
de ser hijo siempre.
Batanero,
devuélveme el fulgor primero
para que no dude,
en este camino
que he elegido
para ser discípulo tuyo,
aunque todo se ponga en contracorriente.
Florentino Ulibarri
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