• Pedro, Juan y Santiago (28), estos tres Apóstoles son testigos de los principales hechos del ministerio de Jesús, y son los mismos que le acompañarán en su peor momento de sufrimiento en el Getsemaní (Mc14,33; Mt 26,37).
• La “montaña” (28), como símbolo, es lugar de la revelación de Dios (Ex 19,2-3) y, por esto mismo, lugar de oración (28). La “nube” (34-35) es signo de la presencia misteriosa de Dios (Ex 40,35). Lucas señala que Jesús se puso a orar, como lo ha hecho anteriormente, antes de realizar en el anuncio de su Pasión. La oración (dialogo con Dios) es la experiencia que subyace en los grandes y decisivos momentos de la vida de Jesús.
• La descripción del evangelista sobre el aspecto de Jesús, tiene resonancias en el libro del Éxodo cuando Moisés recibía la Ley: “Moisés bajó de la montaña del Sinaí con las dos piedras que contenían el documento de la alianza. No se daba cuenta que le resplandecía toda la cara por el hecho de haber hablado con el Señor. Aarón y todos los israelitas vieron como le resplandecía la cara y no osaban acercársele” (Ex 34,29-30).
• Lo que ven los Discípulos, pese al sueño (32), tiene dos aspectos: la transfiguración de Jesús (29) y la aparición de Moisés y Elías (30-31). Moisés y Elías son dos personajes que habían hablado con Dios en la montaña del Sinaí. Y los dos acaban la vida de manera extraordinaria (Dt 34,6; 2Re 2,11).
• Moisés representa la Ley y Elías los Profetas. Por lo tanto, la Antigua Alianza. Ley y Profetas es lo que tenía el pueblo de Israel para escuchar Dios. Es como Dios se había manifestado anteriormente. Una tradición inspirada en el último anuncio del último de los profetas (Mal 3,23) aseguraba que Elías vendría a preparar el pueblo para que recibiera al Mesías. Ahora se manifiesta en Jesús, el “Hijo” (35). Él es el ápice –epifanía- de la manifestación histórica de Dios.
• “Hablaban con él de su muerte…” (31), es decir, de su “éxodo”, su Muerte, Resurrección y Ascensión (Lc 9,51). Estos hechos, entendidos a partir del éxodo de Egipto, tie- nen un carácter salvador. “Jerusalén” (31) será el escenario dónde tendrán lugar estos hechos salvadores. Lucas remarca mucho la importancia simbólica de Jerusalén, lugar que, según el Antiguo Testamento, Dios había escogido para residir y desde dónde se revelaría a todos los pueblos de la Tierra.
• La voz que sale de “la nube” (35) es parecida a la que se había sentido, desde el cielo, en el momento del Bautismo de Jesús (Lc 3,22). Entonces se dirigía a Jesús mismo, dándole identidad. Ahora (35), en cambio, se dirige a los Discípulos, para animarles en la fe y que les tiene que permitir reconocer Jesús como Hijo de Dios, y la invitación a escucharlo.
• En la afirmación que Jesús es “el elegido” (35), resuena Is 42,1 y 49,7, textos que se refieren al Siervo del Señor. Y en la invitación a escucharlo resuenan las palabras de Moisés: “El Señor, tu Dios, hará que en medio de ti, entre tus hermanos, se levante un profeta como yo. Escuchadlo” (Dt 18,15).
• Pedro, Santiago y Juan, como en el Getsemaní, “se caen de sueño” (9,32). Pedro propone instalarse en aquella experiencia (la misma tentación a Jesús que en Lc 4,3- 4). Lucas deja claro el contraste de la tentación de Pedro con la opción de vida asumida por Jesús. Por eso, inmediatamente después de bajar del monte, Jesús se ve frente al dolor y sufrimiento del pueblo, personificado en los gritos de un Padre que pide ayuda a Jesús para que libre a su hijo del sufrimiento (9,37-43).
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