Ver morir a quienes nos rodean siempre nos invita a reflexionar. Y así ocurrió con los galileos que estaban alarmados por la muerte de unos compañeros a manos de Pilato. Jesús les hace ver, a través del ejemplo de la higuera, que a todos se nos acaba el tiempo en esta vida, por lo que hemos de aprovecharla al máximo para dar frutos, y vivir en constante arrepentimiento de nuestras faltas.
Como el viñador, Dios siempre está esperando que demos fruto. Es decir, que ocupemos nuestra vida en usar esos dones que nos dio, para amar, sirviendo a los demás. Y espera que como el árbol con sus frutos, multipliquemos esos dones y que los hagamos crecer. Al morir, Dios nos preguntará qué hicimos con esos dones y cuánto bien hicimos en ellos.
Como el viñador quería aflojar la tierra y abandonarla, en nuestras vidas hay quienes nos aman y aflojan nuestro corazón con amor y ternura, y lo abonan con educación, buenos ejemplos, conocimiento de la Palabra de Dios, oración y sacramentos… Sólo tenemos que aprovechar todo eso y ponernos a trabajar para dar fruto.
Nuestra vida terminará algún día. ¿Queremos morir después de haber dado mucho fruto o ser “cortados” por no darlos?
¿Doy frutos todos los días, haciendo mi mejor esfuerzo en todo lo que hago y procurando servir a los demás?
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