1.- “Este es mi secreto, un secreto muy sencillo; sólo se puede ver bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos” (A. de Saint Exupéry) También a nosotros, con el evangelio de hoy, Jesús nos invita a adentrarnos y comprender su identidad. Subir junto a El, camino del calvario, es quedarnos embelesados por la cercanía de un Dios que se manifiesta claramente. ¡Si, Señor! ¡Buen adelanto lo que estamos llamados a gustar, disfrutar y ver en el cielo!
La Transfiguración nos incita, por capilaridad, a contemplar y ver, tocar y fusionarnos a Cristo. Y, por supuesto, a su aparente fracaso (la muerte) y a su inminente triunfo (la resurrección). No hay vida sin cruz; no hay cristianismo sin cruz; no hay amigos de Jesús si, previamente, no existen hombros para llevar la cruz. ¿Será que nos gusta sólo la luz del cristianismo?
En estos tiempos, en los que tanto preocupa el “ADN” de las personas, se me ocurre pensar que el Monte Tabor es un lugar privilegiado donde aprendemos a vislumbrar o intuir que Jesús encierra algo grande que escapa a nuestra razón, pero que colma de vida el corazón que todos llevamos dentro: ¡la gloria del Señor! La Transfiguración de Jesús, en este segundo domingo de cuaresma, nos descubre la identidad de Jesús: HIJO DE DIOS
2.- Pero, aún así, muchos seguirán sin creer, jactándose y sentenciando que no existió tal monte, ni hubo manifestación o nubes que se abrieron de par en par desplegando y completando el Misterio. Otros se quedarán en el Jesús histórico, sin más trascendencia que su nacimiento, su muerte o el movimiento de liberación que pudo, en su tiempo, desencadenar. Y, algunos más, ¡ojalá nosotros!”, concluiremos que la Transfiguración es una vivencia y un adelanto de la gloria que nos espera después de la muerte y por la resurrección de Jesús.
Tabor, es subir para comprender y acoger la persona divina de Jesús
El Tabor exige bajar al terreno, o valle de cada día, con nuevas actitudes, con renovado brillo en el rostro y con el corazón sobrecogido por la experiencia de haber estado cerca de Jesús
Tabor, es elevar, en medio de nuestro mundo, no tres tiendas (¡cientos de miles!) para que muchos hombres y mujeres descubran que el resplandor de la Gloria de Dios sigue brillando para todo aquel que se aventure (con esfuerzo, seguimiento, escucha, valentía y audacia) a buscarla o, como nosotros, celebrarla.
¿Que todo ello acarrea y trae abundancia de cruces? Pues, mirad, así….de esa manera nos vestiremos en el Reino de los Cielos… ¡de luces!
3.- Si, el domingo pasado, Jesús nos invitaba a la lucha (para no sucumbir en nuestros ideales cristianos) hoy, el Señor, nos llama a la confianza. Nos arrastra hasta la intimidad con Dios. ¡Sin Dios nada! Jesús, aún queriendo estar en compañía de Dios, no quiere dejar abandonados a sus amigos.
Por eso, este domingo, lo podemos llamar el “domingo de Dios, Jesús y sus amigos”. Que la Transfiguración nos haga vivir la presencia transformadora, vital, real y viva de Jesús de Nazaret.
4.- TUS AMIGOS, SEÑOR
Subiste al Tabor, y lejos de olvidarnos,
nos invitaste a escalar contigo.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Ascendiste al Tabor, y sin dejarnos de lado,
nos hiciste partícipes de algo, que lejos de ser sueño,
fue gloria, presagio, anuncio, pasión, muerte y futuro.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Te alejaste, por un momento, de los que solicitaban tu mano
para quedar sanos
tu mirada para recuperar la fe en su vivir
tus pisadas, para saber por dónde caminar.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Nos cogiste, Señor, y para que supiéramos lo qué era el bien
nos hiciste testigos de una Gloria
de un triunfo, de una cruz, de una pasión
y de una Resurrección que, a todos los que creemos, nos espera
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Trepamos contigo, Señor, a la montaña
y, con nuestros ojos abiertos al Misterio
supimos que algo extraordinario ocurría delante de nosotros:
una voz del cielo, dos rostros conversando contigo y un cielo abierto
¡Qué bien, Señor, estábamos en ese momento!
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Sólo sabemos, Señor, que somos tus amigos
y que, todos los domingos, en la Eucaristía
nos rescatas del mundo a la Gloria de Dios
del sin sentido, a la sensatez
de la mentira, a la verdad
de la debilidad, a la fortaleza
de la muerte, a la Resurrección.
Sólo sabemos, Señor, que algo bueno tenemos
cuando, siendo como somos,
compartes con nosotros estos momentos de bienestar para el alma y para la vida.
Amén.
Javier Leoz
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