CONVERSIÓN HACIA LA PASCUA
Por Francisco Javier Corominas Campos
La liturgia de la palabra de Dios de este tercer domingo de Cuaresma nos sitúa en clave de conversión. Es lo propio en este camino hacia la Pascua. Dios nos urge hoy a convertirnos a Él, pues Él es nuestro salvador, nuestro liberador. Dios revela hoy su nombre: “Soy el que soy”, un Dios salvador, compasivo y lleno de misericordia.
1. Dios elige a Moisés y le revela su nombre. En la primera lectura de hoy escuchamos cómo Dios ha visto la opresión de su pueblo en Egipto, y decide llamar a Moisés para liberarlo. Por medio de una zarza que arde sin consumirse, Dios llama la atención de Moisés. Éste se sorprende ante este espectáculo admirable, y la curiosidad le lleva a acercarse a la zarza ardiente. Es ahí donde Dios le llama “Moisés, Moisés”. La respuesta de Moisés es de disponibilidad: “Aquí estoy”. Dios le hace ver que está ante su presencia, que la tierra que pisa es sagrada, pues ahí mismo Moisés se encuentra con la presencia de Dios. Dios se presenta a Moisés como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el dios de sus antepasados, y le expone cuál es la misión para la que le ha llamado: ser el liberador de su pueblo de la esclavitud de Egipto. Pero Moisés ofrece resistencia ante esta llamada: ¿Qué les digo a los israelitas cuando me preguntes cómo se llama este Dios que me envía? Y Dios revela su nombre: “Soy el que soy”. Dios es el que existe, el que es, el que está presente. Dios es el Dios cercano a su pueblo, el Dios que se preocupa por el sufrimiento de los suyos. En el salmo de hoy encontramos otra definición de Dios: el que es compasivo y misericordioso. Dios no se queda tranquilo ante el sufrimiento de su pueblo, por eso decide intervenir y liberarlos por medio de Moisés, que es enviado como liberador. Él sacará al pueblo de la esclavitud y lo guiará por medio del desierto hasta llegar a la tierra prometida. Este es un texto fundamental en la fe de Israel.
2. Moisés es figura de Cristo. Nosotros, los cristianos, vemos en Moisés la figura de Cristo, nuestro salvador. San Pablo, en la segunda lectura de hoy, recuerda a los corintios de Corinto que lo que sucedió durante el éxodo fue una figura de Cristo, que mientras que Moisés guiaba al pueblo por el desierto, era Cristo quien les daba de beber. La fuente espiritual de la que bebieron los israelitas en su peregrinar por el desierto era el mismo Cristo. Él es en quien somos bautizados, como recordaremos al final de la Cuaresma en la noche de la Vigilia Pascual. Esa fuente viva es Cristo, y nosotros participamos de Él por medio del Bautismo. Pero Pablo recuerda en su carta que los que salieron de Egipto con Moisés no creyeron, no agradaron a Dios por su arrogancia, por su desconfianza de Dios, por eso perecieron durante el camino por el desierto. Así, san Pablo nos anima a no codiciar el mal, a no dar la espalda a Dios, a no ser arrogantes ante Él. San Pablo nos llama hoy a la conversión, a volver a Dios. Él es nuestro libertador, él es quien nos guía por el desierto de nuestra vida. En Él hemos de poner nuestra confianza y nuestra seguridad.
3. La paciencia de Dios. Jesús, en el Evangelio, nos apremia a la conversión. No podemos alargar más en el tiempo nuestra conversión y nuestra vuelta a Dios. Jesús nos lo explica con la parábola de la higuera. Dios es aquel señor que desea cortar la higuera que no da fruto. Pero el viñador, figura de Cristo, interviene ante aquel hombre para pedirle que tenga paciencia, que no corte todavía la viña, que espere un año para ver si da fruto. El viñador se compromete a cuidar la viña y a abonarla, en espera que finalmente dé furto. Nos recuerda Jesús con esta parábola que Dios tiene paciencia con nosotros, que es paciente y espera que demos fruto. Pero también nos apremia para que no retrasemos durante más tiempo nuestra conversión. El fruto de nuestras buenas obras, que comienza por la conversión y por dejar atrás lo que es malo y lo que no agrada a Dios, es lo que Él espera de nosotros. No retrasemos más nuestra conversión. Dios aguarda paciente a que volvamos a Él.
En este tercer domingo recordamos que la cuaresma es tiempo de conversión, y que la conversión no podemos retrasarla más en el tiempo. Dios nos salva a través de Cristo, nos saca de la esclavitud de nuestras malas acciones, pero nosotros hemos de corresponder a esa salvación. Dejemos atrás lo que desagrada a Dios, comencemos ya desde hoy a vivir las buenas obras que Dios espera, y con su gracia avancemos por el camino de la conversión en esta Cuaresma.
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