• Lucas describe el lugar y recuerda una predicación de Jesús (Mc 4, 1-2, Mt 13, 1): «la palabra de Dios». Esta expresión indica, normalmente el mensaje de la Iglesia (Hch 4, 31; 6, 2.7; 8, 24).
• Es frecuente en la Biblia que antes de confiar una tarea a alguna persona Dios se revele con algún signo que manifiesta su poder… La pesca milagrosa prepara a los discípulos para seguir a Jesús. No debemos olvidar las dimensiones simbólicas de la pesca como signo de la misión cristiana.
• Lucas narra la historia de una pesca milagrosa (4-10), esta pesca aparece también en Juan 21, 2-11 pero en un contexto postpascual. En Lucas se da relieve a la vocación de Simón (llamada). La pesca milagrosa es manifestación (epifanía) del poder de un enviado de Dios, al estilo de un nuevo Moisés acreditado con signos portentosos (Ex 4, 1-9). Nos damos cuenta que estamos ante una relectura cristiana de la vida de Jesús a la luz de la fe en Cristo Resucitado. De hecho, todos los Evangelios son re-lecturas desde la fe y desde la realidad que está viviendo la comunidad cristiana a la que pertenece el evangelista.
• Jesús convoca a «la gente» (1). Su fama se había desperdigado (Lc 4, 37). Y en Él podían «escuchar la Palabra de dios» (1). Que la palabra de Jesús es Palabra de Dios es la experiencia de todas las personas que hemos creído a lo largo de todas las generaciones. Lucas lo dice otras veces (Lc 8, 11. 21; 11, 28).
• Jesús hace su predicación en el lugar dónde la gente vive y trabaja (2-3), no sólo en la sinagoga. Esto queda especialmente acentuado con la expresión «se sentó» (3), que significa que es Maestro y que habla con autoridad. Jesús es la Palabra que ha habitado entre nosotros (Jn 1, 14).
La Palabra de Jesús incide poderosamente en la vida concreta de quienes le han escuchado con confianza; y transforma estas vidas, provoca cambios. «Simón», que ya conocía a Jesús (Lc 4, 38), siente ahora la llamada a actuar. Se trata de una acción que no tenía prevista (4). Esta llamada la siente cuando se juntan en su vida dos cosas: la realidad que está viviendo: «no hemos cogido nada» (5) y la Palabra de Jesús recibida como palabra de Dios (1): «puesto que tú lo dices» (5).
• Y por fin la llamada de Simón (10-11) (resonancia de Mc 1, 16-17). Presenta la llamada tras un periodo de enseñanza y de milagros (solo más tarde le dará el sobrenombre de Pedro Lc 6, 14).
• Sobresale la fascinación de Simón ante el enviado de Dios (8): el encontrarse con la potencia de su obrar (pesca) hace temblar y a la vez fascina y embelesa. La distancia, en un primer momento, se nos vuelve «temor y temblor»: «¡apártate de mí!», pero en un segundo momento, se nos hace proximidad humana significativa y eficaz «te haré pescador…» «lo dejaron todo y lo siguieron».
• «Desde ahora serás pescador de hombres» (10), literalmente «tomarás vivos a los hombres», «serás un vivificador de hombres». Resuena la palabra profética de Jeremías: «Enviaré muchos hombres a pescarlos, oráculo del Señor» (Jr 16, 16). La vocación ha sido lanzada como la red al mar.
• La acción acaba con el reconocimiento. Fijémonos en el cambio de Pedro: cuando este le pide que eche las redes le llama Maestro (respeto), pero al ver los resultados de la pesca reconoce en Él al Señor (título que la Iglesia primitiva dirigía a Jesús Resucitado). Su confesión de los pecados (8) indica que ha dudado de Jesús (de que en Él actuaba el poder de Dios). Con el título de «Señor» se quiere expresar la condición divina de Jesús, que se manifiesta en todo su ministerio (Hch 1, 21), en la Resurrección (Lc 24, 3. 34) y en el regreso glorioso a finales de los tiempos para el juicio (Lc 13, 23. 25).
• En la acción realizada, y reconociendo al Señor, Simón descubre una nueva llamada (10). Jesús no deja de hacer nuevas llamadas y ofrece su acompañamiento: «no tengas miedo» (10).
• «Dejaron todo» (11) en Marcos 1, 18 dice «dejaron las redes». Lucas nos presenta el desprendimiento, una actitud propia de todo discípulo en el seguimiento de Jesús (Lc 5, 28; 12, 33; 18, 22). El desprendimiento debe ser uno de los signos distintivos de las comunidades y de poscreyentes.
• La misión de los apóstoles, «pescadores de hombres» (10), es la de ser enviados a comunicar su experiencia personal con Jesús. Esta misión sólo es posible después de haber experimentado el poder de Jesús y la propia limitación: «soy un pecador» (8). Es la experiencia de las negaciones (Lc 22, 54ss). La misión, pues, se fundamenta no en las calidades -y menos en los méritos- sino en la Palabra de Jesús. Y parte de su iniciativa gratuita. Es la grandeza y la fragilidad de la Iglesia.
• Llegar hasta el final en aquello que Jesús ha iniciado es cosa de la comunidad, «la otra barca» (7), no es cosa de unos cuántos.
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