04 febrero 2022

Aquí estoy, mándame, 6 febrero

 

1.- Hoy la Palabra de Dios nos muestra dos teofanías. Isaías percibe la presencia de Dios en el templo a través de las brasas del altar, el humo. En el relato de la pesca milagrosa Jesús se revela a sus apóstoles. La presencia divina produce un sentimiento de anonadamiento en Isaías y en Pedro: «¡Ay de mí estoy perdido!», «¡Apártate de mí que soy un pobre pecador!». Pero la misericordia divina purifica a ambos personajes.

Producida esta purificación, Dios les envía. Él es el que llama. Toma la iniciativa de nuestra vocación –del latín «vocare», es decir «llamar»–. En una invitación colectiva propone a toda la humanidad la participación en su Alianza. Abraham, Moisés, Isaías, Pedro y los apóstoles aceptaron esta invitación. Nos llama a todos a colaborar en su plan amoroso de salvación. Nuestra vocación es amar como Dios nos ama. A Isaías le dice: «¿A quién mand

aré?, ¿Quién irá por mí?»; y a Pedro: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Tras la llamada viene la respuesta de amor al plan que Dios nos propone. Quizá estamos llamados a desempeñar misiones concretas de servicio a nuestros hermanos. Hay vocaciones singulares de tipo político, económico, sanitario, social…». Algunos son llamados al servicio de la comunidad eclesial como sacerdotes, diáconos o religiosos. La llamada de Dios no es escuchada con los oídos, sino a través de mediaciones: personas, acontecimientos, lecturas etc.

Todos somos llamados. La Iglesia misma, según sus necesidades y las del mundo, transmite la llamada de Dios. En esta Jornada por la vida nos invita a anunciar, celebrar y servir al evangelio de la vida «para manifestar el gozo por una vida que nace, el respeto y la defensa de toda existencia humana, el cuidado del que sufre o está necesitado, la cercanía al anciano o al moribundo, la participación en el dolor de quien está de luto, la esperanza y el deseo de inmortalidad, que ya nos explicó el inolvidable Juan Pablo II, en su importante encíclica «Evangelium Vitae». Lo que cuenta, en definitiva, es que estemos atentos para escuchar su llamada y prontos para responder como Isaías: «aquí estoy, mándame». O como Pedro y los apóstoles:»dejándolo todo, lo siguieron».

José María Martín OSA

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