Reflexión del Evangelio de hoy
Centramos nuestra atención en el rico texto del evangelio según san Juan, que nos ilumina en nuestra experiencia de fe en esta hermosa mañana. Y del mismo destacamos algunas expresiones cargadas de un rico contenido simbólico y teológico.
No tienen vino/Hagan lo que él les diga
Son palabras cruciales presentadas por la madre de Jesús. Su intervención es significativa al inicio del comienzo de su predicación y al final del camino de Jesús, al pie de la cruz. El centro de María en el relato no está vinculada a la maternidad del Hijo sino en cuanto que es seguidora del Maestro. Por ello, no deja de ser curioso que de ella no se nos indica su nombre.
La madre es intermediaria entre Jesús y los invitados. En su atención atenta advierte la carencia manifiesta “No tienen vino". El vino que, entre sus significados bíblicos se encuentra las accesiones de vida y alegría. Ella sabe de quién fiarse y a quién acudir. Por eso no se dirige al mayordomo, ni al novio. Sus pasos se encaminan a Jesús, el único que puede aportar la salvación que Israel necesita.
¿Qué es una boda sin amor y alegría? ¿Qué podemos celebrar cuando estamos tristes y nuestro corazón está escaso y vacío de amor? A muchos de nosotros a veces se nos acaba el vino por situaciones económicas, políticas, el miedo que paraliza, la pandemia que sigue amenazando y tantas y tantas situaciones que desilusionan, se escapan de nuestras manos, nos hacen sentir vulnerables e impotentes. Ante tal situación necesitamos del auxilio de Dios, y el de los hermanos, para poder volver al centro y sentido de nuestra vida.
Por eso, como la madre de Jesús, primero, hemos de estar atentos a las necesidades de los demás y ofrecer nuestros dones. Estos son iluminados por la segunda lectura de este día. Dios se vale de la diversidad de dones y ministerios ofrecido a cada ser humano para “provecho común” de todas las personas. Y, segundo, indicar el camino a Jesús: “Hagan lo que él les diga”. Favorecer la experiencia del encuentro con los otros con Dios es una obra de caridad para todos los tiempos.
Has guardado el vino bueno hasta ahora
A veces caemos en la tentación de pensar que ya lo sabemos todo, que ya lo hemos vivido todo, que ya lo poseemos todo y nada nuevo podemos descubrir bajo el sol. Y tal vez, se haga más manifiesto en los ancianos de nuestras comunidades. Asumir dicha actitud en la vida es ahogar el Espíritu Santo que se nos ha dado.
El creyente ha de fiarse siempre de su Señor, quien todo lo hace siempre nuevo. Ante este año que va trascurriendo hemos de mirar al mundo, a las personas y a nosotros mismos con ojos renovados. Dios siempre nos sorprende y nos reserva lo mejor aquí y ahora. El degustar del nuevo vino, que es el mismo Jesús que se parte y se reparte, siempre nos abre un nuevo horizonte en la vida. El mejor vino está siempre por descubrir, está escondido en el centro de ti.
Manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él
La fe mueve montañas. Sin los ojos de la fe es imposible ver brillar la gloria de Dios en todos y cada uno de nosotros. El cristiano ha de vivir su fe con alegría. Alegría que proviene de Dios y no se identifica con un estado psicológico, aunque la pueda incluir. La experiencia de fe se vive desde la comunidad y para la comunidad.
Así pues, el creyente es un testigo que da fe de la gloria de Dios que ha experimentado. Sólo así, podemos contar y cantar a todos los pueblos lo que hemos visto y oído; las maravillas que ha obrado y sigue obrando en cada uno. Isaías bien lo expresa cuando escribe:
«Por amor a Sion no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha».
Por otra parte, lejos de milagros exóticos y de luces extraterrestres, la gloria de Dios es que el hombre viva y tenga vida en abundancia. Allí donde brilla la presencia de Dios, se disipan las tinieblas del pecado y de la muerte.
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