28 marzo 2015

Jueves Santo: Hora Santa




HORA SANTA 2015

En el año jubilar teresiano

(Creada por la Delegación de Liturgia de Pamplona)

INTRODUCCIÓN: ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO… Hasta en las horas más turbias, en los momentos anteriores a la entrega salvadora, Jesús necesita separarse un poco de los suyos y entrar en intimidad con el Padre. Y, aún en estos momentos donde podría parecer que un ser humano tendría derecho a pensar en él únicamente, el Señor, el Hijo de Dios, sigue ejerciendo su magisterio; el maestro nos enseña a orar en la noche de su prendimiento. Estamos en el año jubilar de Santa Teresa de Jesús, recordando que nació hace 500 años. Ella, como Jesús, fue una maestra en el camino de la oración. Teresa hace presente lo que Jesús vive en este momento y en tantos otros de su vida. Después de siglos de este acontecimiento nos unimos a Jesús, para tratar de amistad, estando con él, tratando a solas con quien sabemos nos ama. Ante lo que le espera a Jesús, necesita experimentar en su humanidad la fuerza del amor divino. En tantos momentos de dificultad hemos de buscar la intimidad con el Señor. Y quizás sintamos lo que la santa andariega plasmó en estas celebérrimas palabras.

(podría recitarse o cantarse con alguna melodía apropiada)

Nada te turbe; nada te espante; todo se pasa; Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta.



1. JESÚS ES EL PAN DE LA VIDA (institución de la eucaristía)

En la noche santa de su despedida, Jesús instituye el signo de su presencia continua en medio de su pueblo. Se presenta como el pan que da la vida.

LECTURA

Lectura del evangelio según san Juan (6, 24-35)

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. AL encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: —«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: —«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le preguntaron: —«Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: —«La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.» Le replicaron: —«¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”» Jesús les replicó: —«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: —«Señor, danos siempre de este pan.» Jesús les contestó: —«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

COMENTARIO

(se intercala la reflexión y el silencio)

Jesús nos deja como memorial de su pasión el sacramento de la Eucaristía. No hay forma humana de calibrar el valor de este sacramento.

Santa Teresa de Jesús tenía la firme convicción de que una nueva casa religiosa sólo quedaba erigida, fundada, cuando se celebraba en ella la primera misa, y quedaba reservado en la capilla el Santísimo Sacramento. Tal convicción se debía a la idea que ella tenía de la centralidad del Sacramento de la Eucaristía en la buena marcha de la casa religiosa, de la vida fraterna en comunidad. El centro de la vida y de la misma liturgia es la Eucaristía.

En nuestra vida damos mucha importancia a los bienes materiales, al pan que sacia nuestras necesidades físicas… ¿qué valor damos a alimento que da la vida eterna?

Teresa afirma que la Eucaristía es el don por excelencia del Padre, que ya no consiste en el maná del desierto, sino en el don de su propio Hijo. Es ese don-persona lo que pedimos al Padre al decirle que nos dé “el pan de cada día”. Y ese pan se lo pedimos para el “hoy” pasajero de la vida presente, y para el cada día de la eternidad.

“Cuando recibimos al Señor, cerremos los ojos del cuerpo y abramos los del alma. Es el momento de tratar con él. Buen tiempo para oír sus enseñanzas, agradecerle y suplicarle que no se aparte de nosotros.”

CANTO

Yo soy el pan de vida. O bien: Tú eres, Señor, el pan de vida.

PRECES

Reunidos entorno a Jesús, oremos pensando en el amor que nos tiene al entregarnos la Eucaristía.

Cantamos: Señor, escúchanos, Señor óyenos.

La Eucaristía es celebración de la muerte y resurrección del Señor: para que demos muerte al egoísmo y vivamos dando paz y alegría a los demás. Oremos cantando...

La Eucaristía es memorial y recuerdo que en cada celebración se hace presente, de la vida y muerte de Jesús: para que vivamos en la ilusión de pasar por nuestra vida haciendo siempre el bien, consolando, animando y perdonando. Oremos cantando...

La Eucaristía es alimento de nuestra fe cristiana: para que tengamos fuerza para ayudar a los que vacilan en su fe con nuestro testimonio y cercanía. Oremos cantando...

En la Eucaristía Jesús se entrega totalmente a su Iglesia: para que seamos generosos con nuestra vida y sepamos perderla en beneficio de nuestros hermanos. Oremos cantando...

Para que por medio de la Eucaristía se acreciente nuestra fe en una vida plenificada, en la vida eterna que Jesús nos regalará un día. Oremos cantando...



2. AMAOS COMO YO OS HE AMADO (el mandamiento nuevo)

El deseo del Señor manifestado en el gesto del lavatorio de los pies que hemos escuchado en la celebración de esta tarde, se prolonga con las palabras de Jesús que invita a permanecer junto a él, a vivir en su amistad por medio del amor.

LECTURA

Lectura del evangelio según san Juan (15,1-17)

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”. “Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”.

COMENTARIO

(se intercala la reflexión y el silencio)

“¿Qué apoyo o remedio llevaremos en el camino para no caer? El maestro nos señaló dos: amor y temor. El amor nos hará apresurar los pasos, el temor nos hará ir mirando a dónde ponemos los pies para no tropezar. Pero ¿cómo sabemos si vamos con bastante provisión de amor y temor? El que ama verdaderamente a Dios, ama todo lo bueno. Quien de veras ama a Dios no puede amar vanidades, comodidades, deleites, honras o envidias. No pretende otra cosa que contentar al Maestro. Daría la vida para que fuera más conocido y seguido por otras personas…

El otro remedio para el camino es el temor al mal. Temor al único mal de la humanidad: el apartarnos de él. Temor de salirnos del camino que nos conduce hacia él. Temor de nosotros mismos. Temor a que, por una locura, pongamos nuestros deseos por encima de los suyos. Por esto terminamos nuestra oración con la humilde y sincera expresión de nuestra debilidad “y líbranos del mal”.

“...Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados... tener a todos por mejores que nosotros...”.

“Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías.”

POEMA

(Se puede cantar intercalando “Os doy un mandato nuevo”)

Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor, porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puso en mí este letrero: «Que muero porque no muero».

Esta divina unión, y el amor con que yo vivo, hace a mi Dios mi cautivo y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a mi Dios prisionero, que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel y estos hierros en que está el alma metida! Sólo esperar la salida me causa un dolor tan fiero, que muero porque no muero.

Acaba ya de dejarme, vida, no me seas molesta; porque muriendo, ¿qué resta, sino vivir y gozarme? No dejes de consolarme, muerte, que así te requiero: que muero porque no muero.



3. JESÚS PONE SU VIDA EN LAS MANOS DEL PADRE (disponibilidad)

La hora esperada tan ardientemente durante toda su vida ya ha llegado para Jesús. La tiene delante y está decidido a vivirla con toda intensidad. Pero no la vive solo. La vive abierto confiadamente al Padre, poniendo en sus manos toda su vida. A nosotros, sus amigos nos pide que entremos también en su oración. El odio va a ser vencido por el amor fiel. De su entrega crucificada va a surgir una nueva humanidad.

LECTURA

Lectura del evangelio según san Lucas (22, 39-46)

Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos; y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: “Orad, para no caer en la tentación”. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo: “¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación”.

CANTO Vaso nuevo.

LECTURA

Como Jesús lo manifiesta en el momento que acabamos de escuchar: “que se haga la voluntad del Padre”. La disponibilidad a los planes de Dios, es virtud cristiana esencial. Con este poema y oración expresa Santa Teresa su disponibilidad a Dios.

Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad, eterna sabiduría, bondad buena al alma mía; Dios alteza, un ser, bondad, la gran vileza mirad que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes, vuestra, pues me redimistes, vuestra, pues que me sufristes, vuestra pues que me llamastes, vuestra porque me esperastes, vuestra, pues no me perdí: ¿qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor, amor dulce, veisme aquí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma, mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición; dulce Esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida: dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí: ¿qué mandáis hacer de mí?


Si queréis, dadme oración, si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: ¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme, pues, sabiduría, o por amor, ignorancia; dadme años de abundancia, o de hambre y carestía; dad tiniebla o claro día, revolvedme aquí o allí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Decid, ¿dónde, cómo y cuándo? Decid, dulce Amor, decid: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa o estéril, si cumple así: ¿qué mandáis hacer de mí?

Sea José puesto en cadenas, o de Egipto adelantado, o David sufriendo penas, o ya David encumbrado; sea Jonás anegado, o libertado de allí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando, haga fruto o no le haga, muéstreme la ley mi llaga, goce de Evangelio blando; esté penando o gozando, sólo vos en mí vivid: ¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?



4. NO NOS DEJA SOLOS (la promesa del Espíritu Santo)

Antes de su partida, Jesús promete el don del Espíritu Santo. No nos deja solos. Su presencia se prolonga por medio del Espíritu que ha de enviar, y será la fuerza que nos sostenga en las dificultades.

LECTURA

Lectura del evangelio según san Juan (15, 19-27)

Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron. Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

COMENTARIO

El primer recuerdo explícito de la devoción particular al Espíritu Santo en la vida de Santa Teresa lo encontramos cuando recibe el consejo de su confesor: «Él me dijo que lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno de “Veni Creator” porque me diese luz de cuál era lo mejor». Mientras Teresa recita el himno litúrgico recibe una de las primeras gracias místicas. En un rapto oye la palabra del Señor que hace en ella una operación singular: la sana definitivamente en lo que para ella había sido durante muchos años su debilidad: su afectividad. Experimenta a la vez equilibrio en el amor y libertad; dos dones característicos del Espíritu Santo: amor verdadero y libertad de los hijos de Dios.

Con tres pinceladas características Santa Teresa ha descrito con precisión teológica la acción del Espíritu Santo en la vida cristiana. La primera es la acción del Espíritu en la oración del cristiano; después de haber comentado las resonancias bíblicas de la palabra «Padre» en un diálogo intenso con el «Hijo» que con nosotros es maestro y orante, la Santa escribe: «Entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés» (Camino 27,7).

La oración cristiana del «Abbá: ¡Padre!» está suscitada por el amor mismo del Espíritu que enamora y ata nuestra voluntad para orar como debemos. La segunda alusión es la afirmación teresiana [de] que toda la vida cristiana se realiza «con el calor del Espíritu Santo» (Moradas V 2,3); intuición feliz que coloca toda la economía de la gracia y de los sacramentos bajo la acción cuasi maternal del Espíritu que con su calor permite la plena eficacia sacramental y el crecimiento del alma en su conformación con Cristo; toda la vida cristiana pero especialmente todo el sentido de la aventura cristiana como transformación progresiva en Cristo hay que atribuirla a la acción santificante del Espíritu.

Finalmente, y esta es la tercera alusión, una experiencia de la Santa asumida como categoría teológica de gran hondura: «Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos que la hace encender en fuego soberano, que tan cerca está» (Conceptos de Amor de Dios 5,5). En efecto, el Espíritu con su presencia en el hombre constituye la mediación absolutamente necesaria para la presencia de Cristo y de cualquier realidad sobrenatural. Teresa lo ha sentido en muchas ocasiones cuando la santificación progresiva ha ido marcando nuevas presencias y nuevos frutos de amor.

CANTO Danos un corazón.

LETANÍA AL ESPÍRITU SANTO

Señor, ten piedad de nosotros. Cristo ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. (Respondemos: Te alabamos y te bendecimos) Dios hijo, Redentor del mundo. Espíritu Santo que procedes del Padre y del Hijo. Espíritu del Señor, Dios de Israel. Espíritu que posees todo poder. Espíritu, fuente de todo bien. Espíritu que embelleces los cielos. Espíritu de sabiduría e inteligencia. Espíritu de consejo. Espíritu de fortaleza. Espíritu de ciencia. Espíritu de piedad. Espíritu de temor del Señor. Espíritu, inspirador de los santos. Espíritu prometido y donado por el Padre. Espíritu de gracia y de misericordia. Espíritu suave y benigno. Espíritu de salud y de gozo. Espíritu de fe y de fervor. Espíritu de paz. Espíritu de consolación. Espíritu de santificación. Espíritu de bondad y benignidad. Espíritu, suma de todas las gracias.

ORACIÓN FINAL

Señor, Dios todopoderoso, que para gloria tuya y salvación de los hombres constituiste a Cristo sumo sacerdote; concede al pueblo cristiano adquirido para ti, por la sangre preciosa de tu Hijo, recibir en la Eucaristía, memorial del Señor, el fruto de la pasión y resurrección de Cristo. Que vive y reina contigo...

CANTO Salve Regina.

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