13 febrero 2025

Pautas para la homilía domingo 16 de febrero

 La liturgia de este sexto domingo del Tiempo Ordinario nos presenta una enseñanza fundamental sobre la vida cristiana: la bienaventuranza de quienes confían en el Señor y la advertencia para aquellos que ponen su seguridad en el mundo. Las lecturas nos invitan a examinar en qué o en quién estamos depositando nuestra confianza y qué camino estamos siguiendo en nuestra vida.

En la primera lectura, tomada del libro de Jeremías (Jer 17,5-8), el profeta nos plantea dos caminos: el del hombre que confía en sí mismo y en los bienes materiales, y el del que confía en el Señor. El primero es comparado con un arbusto en el desierto, seco y sin vida. El segundo, con un árbol plantado junto al agua, que da fruto incluso en tiempos difíciles. Esta imagen es poderosa: si nuestra vida se fundamenta en nuestras propias fuerzas o en seguridades humanas, t

arde o temprano nos encontraremos vacíos y sin esperanza. Pero si nos apoyamos en Dios, Él nos sustentará incluso en medio de la adversidad.

El Salmo 1 refuerza esta idea: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”. La felicidad verdadera no está en la autosuficiencia, en el poder o en la riqueza, sino en una vida arraigada en la Palabra de Dios, meditada y vivida cada día.

San Pablo, en la segunda lectura (1 Cor 15,12.16-20), nos recuerda la esencia de nuestra fe: la resurrección de Cristo. Nuestra confianza en Dios no es solo para esta vida terrena, sino para la eternidad. Si Cristo no ha resucitado, vana sería nuestra fe. Pero Él ha vencido a la muerte, y esto nos da una esperanza firme. No estamos llamados a vivir solo para el presente, sino con la certeza de que Dios nos ha preparado una vida plena en él.

Finalmente, en el Evangelio de Lucas (Lc 6,17.20-26), Jesús proclama las bienaventuranzas y los ayes. ¡Qué desafiante es este mensaje para el mundo de hoy! Felices los pobres, los que lloran, los perseguidos... Pero, ¿cómo puede ser esto una felicidad? La clave está en que Jesús no habla de una felicidad mundana, sino de la verdadera alegría del Reino de Dios. Los pobres de espíritu son aquellos que dependen totalmente de Dios; los que lloran, aquellos que, con humildad, reconocen su necesidad de Él; los perseguidos, los que viven con coherencia su fe. En cambio, los “ayes” advierten a quienes se han acomodado en una falsa seguridad, en las riquezas, en la superficialidad del mundo.

Hermanos, este domingo Jesús nos pregunta: ¿Dónde está puesta nuestra confianza? ¿Estamos arraigados en Dios o en las seguridades pasajeras del mundo? Esta es una invitación a revisar nuestro corazón y a confiar plenamente en Él, sabiendo que solo junto a Dios podemos encontrar la verdadera felicidad. Que el Señor nos dé la gracia de vivir las bienaventuranzas y de ser testigos de su amor en el mundo.

Fr. Dailos José Melo González OP
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)

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