Domingo segundo de Adviento
Salterio II
Color: morado
Dios viene y es portador de la salvación para todos. El mensaje que acompaña su venida habla de paz y de reconciliación. Tal cual como es presentado por el relato de Isaías que nos muestra a enemigos naturales que luchan por la sobrevivencia y que los contemplamos viviendo en paz. También es real y simbólica la imagen que nos presenta el Apóstol, en donde nos encontramos con enemigos culturales que se oponen entre sí por sus religiones diversas.
La reconciliación que acontece en la comunidad cristiana, entre los creyentes que provienen del hebraísmo y del paganismo, está siempre sujeta a la provisoriedad y al equilibrio inestable. Existe en el presente y se confía en el mañana a la esperanza.
En el Evangelio, Juan Bautista, el precursor que Jesús indica en la conversión del corazón, en la reencontrada pureza del alma, es la condición necesaria para producir buenos frutos. No basta tener palabras de creyentes, sino que es necesario el testimonio de una vida regenerada en la gracia, fecunda por obras buenas, sobre las cuales seremos juzgadas al fin por Dios. Somos verdaderamente cristianos solamente cuando nos presentamos, al mundo y a Dios, como auténticos testimonios de su amor, llenos de su Espíritu.
El niño que nace en Belén es, como anunciaba ocho siglos antes de Navidad el profeta Isaías, aquél que nos trae la justicia y la paz. Consecuencia de los dones del espíritu. de los cuales Él es la plenitud para dárnoslos a cada uno de nosotros. Un río de gracia llena a la Humanidad entera para liberarla de toda opresión del mal, dándole a todos la posibilidad de construir en la justicia y en el amor un mundo digno del hombre.
En este domingo pidámosle al Señor el estar plenamente abiertos al Dios que viene a salvarnos.
Antífona de entrada Cf. Is 30, 19. 30
Pueblo de Sión, el Señor vendrá para salvar a las naciones. Él hará oír su voz majestuosa, y llenará de alegría sus corazones.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y rico en misericordia, que nuestras ocupaciones cotidianas no nos impidan acudir presurosos al encuentro de tu Hijo, para que, guiados por tu sabiduría divina, podamos gozar siempre de su compañía. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Dios mostrará tu resplandor.
Lectura del libro de Baruc 5, 1-9
Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno.
Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo.
Porque recibirás de Dios para siempre este nombre:
“Paz en la justicia” y “Gloria en la piedad”.
Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos. Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos gloriosamente como en un trono real.
Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, porque Dios conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia.
SALMO RESPONSORIAL 125, 1-6
R/. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones.
Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!” ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas.
SEGUNDA LECTURA
Manténgase puros e irreprochables para el Día de Cristo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1,4-11
Hermanos:
Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que Aquél que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he recibido.
Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Lc 3, 4. 6
Aleluya.
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Todos los hombres verán la Salvación de Dios. Aleluya.
EVANGELIO
Todos los hombres verán la Salvación de Dios.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 1-6
El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lísanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:
“Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos disparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios”.
Credo
Oración de los fieles
Salgamos al encuentro del Señor, que se acerca a nosotros con designios de paz, y presentémosle confiados nuestra plegaria:
Para que la Iglesia viva alegre, sin inquietarse por nada, y, llena de esperanza, crea que el Señor está cerca de ella, roguemos al Señor.
Para que nuestro tiempo, con la ayuda de Dios, goce de seguridad, de alegría y de paz, roguemos al Señor.
Para que el Señor, con su venida, conforte los corazones abatidos y fortalezca las rodillas que se doblan, roguemos al Señor.
Para que nuestra fe crea firmemente en los dones que Dios nos promete y, ayudados por la gracia divina, nos dispongamos a recibir los auxilios que él nos envía, roguemos al Señor.
Escucha, Dios todopoderoso y eterno, nuestras oraciones y suscita en nosotros el deseo de una verdadera conversión, para que, renovados por el Espíritu Santo, hagamos presente en toda relación humana aquella justicia y aquella paz que la Encarnación de tu Hijo hizo florecer en nuestra tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Dios nuestro, que te agraden nuestras humildes oraciones y ofrendas, y ya que carecemos de méritos propios socórrenos con tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Bar 5, 5; 4, 36
Levántate, Jerusalén, sube a lo alto, y contempla la alegría que te viene de Dios.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Saciados con el alimento espiritual, te rogamos, Padre, que por la participación en este santo misterio, nos enseñes a valorar sabiamente las realidades terrenas con el corazón puesto en las celestiales. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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