1.- Hoy, lo podemos ver en lista de teléfonos: los nombres de las funerarias ya son “corrientes”. Por ejemplo, Pedro García… Pero antes, cuando Madrid era simpático e irónico, los nombres eran más sugerentes, Pompas Fúnebres, La Siempreviva, La Esperanza, El Ocaso.
Una religión puede llegar a convertirse en una empresa de Pompas Fúnebres, como prácticamente es el budismo en Japón.
2.- Dios es vida:
–“En el Verbo estaba la vida”
–“He venido a que tengan vida y vida abundante”
–“Yo soy el camino, la verdad y la vida”
–“Yo soy la resurrección y la vida”
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en lucha vencedora con la enfermedad, comienzo de la muerte, y con la muerte misma. Dios no ha hecho la muerte, lucha contra ella. La muerte nunca debió ser Término, sino Camino y Paso a la vida.
3.- ¿Nos hemos cuestionado alguna vez si nuestra religión no es un poco de Pompas Fúnebres?
–¿tenemos vitalidad espiritual? ¿Nos movemos espiritualmente o nos arrastran como el agua arrastra a las piedras del fondo y es verdad que se mueven, pero están muertas y sólo son al fin piedras de arroyo?
–vivir es algo positivo, enérgico, dinámico, creador.
–si nuestros criterios religiosos se resumen en aquello: “en mis tiempos nadie nunca nada”, o “yo de eso nunca nada”.
–o si nuestra vida esta rodeada en cuadrado por gruesas líneas del “no hacer esto porque es pecado”, “no atreverse porque es peligroso”, “no intentar aquello porque nunca se ha hecho”, “no extremarse en nada porque todo extremo es malo”
Un hombre –o una mujer—metido en la cuadrícula de tantos Noes –en el centro de esa cuadrícula de líneas negras de Noes—está la esquela de defunción de un cristiano. En la asfixia de los Noes muere toda la vida.
4.- Vivir es correr el riesgo de darse sin medida. Dios dio el ser a todo. Y se dio sin medida en su Hijo, en la Eucaristía.
Demos lo que tenemos, nuestro tiempo, nuestros conocimientos, nuestro dinero, nuestros oídos.
Démonos a nosotros mismos, dando amor, atención, cariño, servicio a los demás.
5.- Nos van a juzgar por dar o no dar, por darnos o no darnos. Nunca nos juzgarán por si hicimos bien de plañideras.
Todos tenemos la experiencia del efecto negativo que hace una plañidera que todo lo ve negro. Y en cambio, salimos con nuevas fuerzas, junto a un ser alegre y optimista.
José Maria Maruri, SJ
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