Domingo décimo del tiempo ordinario
Salterio II
Color: verde
INTRODUCCIÓN
Hay algunas categorías de personas en el Evangelio hacia las cuales pareciera que Jesús tiene una verdadera alergia, una instintiva incompatibilidad de carácter: son aquellos que se tienen por justos. Frente a ellos Jesús se siente desarmado.
No puede entrar en diálogo con ellos: “No tienen necesidad de salvación ni de perdón”, son personas incapaces de ir más allá de la justicia. Jesús ha hecho una semblanza de su actitud en la parábola de los operarios de la viña que se lamentan por la generosidad del patrón hacia los últimos llegados. En la parábola del hijo prodigo ellos se revisten con las actitudes del hijo mayor: celoso de la bondad del padre que manifiesta su amor hacia el hijo que vuelve a casa. El retrato de estas personas es la del fariseo que paga a Dios hasta la más pequeña de las tasas, pero que desprecia y juzga al publicano que invoca misericordia.
A una religión reducida a la justicia del hombre, Jesús opone una religión fundada en la misericordia divina. Más que una religión de la ley, Jesús nos invita a una religión del amor y de la misericordia.
Las simpatías de Jesús están con los pecadores y excomulgados de su tiempo.
Jesús declara que ellos, los pecadores, tienen la necesidad de experimentarse amados y no despreciados, salvados y no dejados de lado. Jesucristo ha venido al mundo para manifestar el amor y la voluntad de salvación del Padre de los Cielos.
Los fariseos que se creen justos, pero que no eran misericordiosos, se demuestran incapaces de entrar en el Reino de Dios. La bondad y la misericordia serán por esto el signo de nuestra fidelidad al proyecto divino de salvación.
Una cierta mentalidad farisaica ronda muchas veces en nuestras vidas cuando tendemos a encerrarnos en los pequeños oasis de fervor religioso o también en nuestras prácticas pastorales en cuanto a la celebración de los sacramentos, al exigir más de lo necesario o no encontrar disposiciones muy positivas. Recordemos que los sacramentos son gestos de amor y misericordia del mismo Señor Jesús, nuestro Señor. También debemos tener presente que nunca debemos apagar la mecha que aún humea, ni quebrar la caña cascada.
Antífona de entrada Cf. Sal 26, 1-2
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? Cuando avanzan contra mí los enemigos, son ellos los que tropiezan y caen.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios y Señor, de quien proceden todos los bienes, escucha nuestras súplicas; concédenos que, inspirados por ti, pensemos lo que es recto, y, guiados por ti, lo llevemos a la práctica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Pondré enemistad entre tu descendencia y la de la mujer.
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15
Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les había prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”
“Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí”.
Él replicó: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que Yo te prohibí?”
El hombre respondió: “La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él”.
El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Cómo hiciste semejante cosa?”
La mujer respondió: “La serpiente me sedujo y comí”.
Y el Señor Dios dijo a la serpiente:
“Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te aplastará la cabeza y tu le acecharás el talón”.
SALMO RESPONSORIAL 129, 1-8
R/. En el Señor se encuentra la misericordia.
Desde lo más profundo te invoco, Señor, ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora.
Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor, porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él redimirá a Israel de todos sus pecados.
SEGUNDA LECTURA
Creemos, y por lo tanto, hablamos.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 4, 13—5, 1
Hermanos:
Teniendo ese espíritu de fe, del que dice la Escritura: “Creí, y por eso hablé”, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que Aquél que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con Él y nos reunirá a su lado junto con ustedes.
Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.
Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.
Nosotros sabemos, en efecto, que si esta tienda de campaña -nuestra morada terrenal- es destruida, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 12, 31b-32
Aleluya.
“Ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Ha llegado el fin de Satanás.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 3, 20-35
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: “Es un exaltado”.
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: “Está poseído por Belcebú y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios”.
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó:
“¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu impuro”.
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera”.
Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Credo
Oración de los fieles.
Dirijamos, hermanos, nuestra oración a Dios Padre misericordioso, con aquella confianza filial que el Espíritu de Cristo ha infundido en nuestros corazones:
Por el Santo Padre, el Papa Francisco, para que Dios, que lo eligió como obispo de toda la Iglesia, le conceda una vida larga y feliz y lo asista en la misión de gobernar el pueblo santo de Dios, roguemos al Señor.
Por nuestra Patria y por sus gobernantes, por todas las naciones y sus responsables: para que Dios les inspire pensamientos y decisiones encaminadas a una paz verdadera, roguemos al Señor.
Por los que están, en camino a la conversión, por los que se preparan a recibir el bautismo o preparan el bautismo de sus hijos: para que Dios, nuestro Señor, les abra en sus sacramentos las puertas de su misericordia e introduzca a los nuevos hijos de la Iglesia en la vida nueva de Cristo Jesús, roguemos al Señor.
Por nuestros familiares y amigos enfermos, para que Dios, nuestro Señor, escuche sus súplicas, realice sus deseos y haga que, en sus tribulaciones, experimenten el gozo de la misericordia divina, roguemos al Señor.
Padre Santo, que has enviado a tu Hijo para librarnos de la esclavitud de Satanás, escucha nuestras oraciones y sostennos con la armadura de la fe, para que en la lucha cotidiana contra el maligno participemos de la victoria pascual de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira, Señor, con bondad nuestro servicio litúrgico para que nuestra ofrenda te sea agradable y nos haga crecer en la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 17, 3
Tú, Señor, eres mi roca, mi fortaleza, mi libertador; tú eres mi Dios.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Padre, que la acción medicinal de este sacramento nos libre de nuestras maldades y nos guíe por el camino recto. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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