10 mayo 2024

Salieron a proclamar por todas partes

 Jesús acaba su vida terrena y vuelve al Padre. Es la fe que profesamos cada domingo: subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.

Estar junto al Padre es estar en el amor del Padre. Desde el día de la Ascensión, los seguidores de Jesús conocemos que nuestra meta final es estar donde está Jesús, con el Padre.

Celebrar la fiesta de la ascensión del Señor es celebrar que Jesús ha adquirido la plenitud más allá de las posibilidades humanas: en Dios. Es creer que Jesús hombre como nosotros, ha entrado en la vida íntima de Dios, es partícipe de su divinidad. Es celebrar que está en el cielo, es decir que tiene un lugar en el corazón de Dios, en una existencia nueva, plena y feliz. Que tiene a Dios en plenitud y vive su amor.

La ascensión de Jesús no es sólo su triunfo; es también el nuestro, porque sube con nuestra carne. Por eso, en esta fiesta celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio; el triunfo de todo lo que nos eleva como seres humanos, sobre lo que nos deshumaniza. Es la fiesta de la superación humana, el triunfo de todo lo positivo.

Es celebrar que nuestra meta es: el cielo. Dios es el cielo.

No te conformes con los horizontes estrechos de este mundo; tú aspira a un amor sin egoísmos ni ambigüedades, aspira a una vida plena en la que se realicen todos los sueños humanos de felicidad, vida, amor y armonía. Aspira al cielo. Pero, sin olvidarte, que el único camino que tenemos para ir al cielo es la tierra.

¿Quieres anunciar esta buena noticia? anúnciala con obras que hagan creíble el evangelio.

Obras que quiten los demonios del individualismo, el egoísmo, la injusticia; obras que liberen de ideologías endemoniadas y pobrezas que deshumanizan (la ideología siempre, a la larga, «es una realidad destructora de la dignidad humana»).

Anuncia el Evangelio con obras que den cuenta de que a ti no te envenena el odio y el insulto que nos rodea cada día; ni te envenena el pesimismo y el desencanto de esta sociedad.

Con el nuevo lenguaje del amor; no te hará daño la violencia, la prepotencia de los poderosos, que envenena la convivencia de la relación entre las personas.

Tomarás en tus manos: las serpientes de la mentira, el soborno, la corrupción, la murmuración, que causa estragos en las relaciones humanas.

Sentirás que, el Evangelio proclamado, tiene «poderes mesiánicos» liberadores, y el Señor  actuará con nosotros para destruir lo que amenaza y mata la vida.

En la victoria de Cristo estamos marcados por el Aleluya pascual, por la música de la esperanza, por la vida buena y santa. Por eso:

Asciende en humanidad, libertad, madurez, plenitud humana, compromiso comunitario. No te quedes ahí plantado, levántate y asciende en fe y amor. Asciende acompañado por los más débiles.

Sólo ascenderás si sabes que estás abajo. El bautismo te hará ascender más allá de tus posibilidades humanas. ASCIENDE COMO HIJO DE DIOS.

Señor Jesús aumenta nuestra fe en ti que estás en la casa del Padre y Te quedaste también con nosotros en el pan, en los hermanos, en el gozo, en la risa abierta, en todo corazón que ama y espera, en estas vidas nuestras que cada día ascienden a tu lado. Amén.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.

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