En tierra extraña peregrinos,
con esperanza caminamos,
que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos.
En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
aquí comemos y bebemos
el pan y el vino de la Vida.
Para el camino se nos queda
entre las manos, guiadora,
la cruz, bordón, que es la vereda
y es la bandera triunfadora.
Entre el dolor y la alegría,
con Cristo avanza su andadura
un hombre, un pobre que confía
y busca la Ciudad futura. Amén.
(Himno de la Liturgia de las Horas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario