1.- Frecuentemente el desierto ha sido considerado como lugar privilegiado de encuentro con Dios. Los Santos Padres se retiraron al desierto buscando allí la presencia de Dios. Hoy, sin embargo, la palabra “desierto” tiene para nosotros otras connotaciones no tan positivas. Hace un mes nos enterábamos que muchos subsaharianos habían atravesado el desierto para llegar a la frontera de Ceuta y Melilla buscando trabajo y una vida más digna. Pero la mayoría fueron devueltos al desierto, donde sin duda sufrirán unas condiciones extremas e inhumanas. El desierto para ellos es un lugar de paso donde no quieren quedarse. Ni siquiera los participantes del París-Dakar quieren quedarse allí. Lo atraviesan raudamente, sin detenerse en el camino.
Hoy el profeta Isaías, en el Libro de la Consolación, nos pide que preparemos un camino al Señor en el desierto. ¡Cuántos desiertos hay a nuestro alrededor! Desde el que sufre el inmigrante que ha dejado su patria y no acaba de encontrar el trabajo que busca, hasta los hombres y mujeres que viven el desamor de una familia desestructurada, pasando por los niños y ancianos desatendidos porque hay otras prioridades que atender… ¡Cuánta soledad, vacío y desesperación! Estos son los desiertos de nuestro tiempo, quizás también los tuyos. El lugar inhóspito se convertirá en un lugar de salvación gracias a la intervención de Dios, que se hace presente en medio del pueblo en el exilio como pastor que apacienta su rebaño y lleva en brazos los corderos. El Señor trae la paz y la justicia, pero espera nuestra colaboración.
2. – Nuestra tarea es preparar una calzada a nuestro Dios, “que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. ¿Cuál nuestra colina? Quizá sea nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. El gran pecado del hombre actual es prescindir de Dios y creerse él mismo el todopoderoso. Pero podemos también vivir sin valorarnos, con una falsa humildad y abatimiento. Por eso se nos dice que nos levantemos y reconozcamos los dones que Dios nos ha dado para ponerlos a disposición de los hermanos. A veces nos empeñamos en caminar por caminos tortuosos o escabrosos. Dios quiere que eliminemos los baches y las curvas que nos desvían de la senda verdadera. Tanto Isaías como Juan Bautista nos hacen una llamada a la conversión.
3.- El domingo pasado se nos pedía una esperanza activa. El Señor viene, pero nosotros tenemos que ir hacia El. Esto exige un cambio de mente y de corazón. Es decir, requiere volvernos a Dios. El mensaje de este segundo domingo de Adviento es la conversión. El bautismo de Juan es una preparación para la llegada de aquél que viene detrás “y yo no merezco agacharme para desatarles las sandalias”. El bautismo de agua es sólo de penitencia. Hay que empezar por ahí, es decir cambiando de rumbo y de actitud. Pero la auténtica transformación viene del Bautismo con el Espíritu Santo que proclama y ofrece Jesús. Como el fuego purifica y transforma, así también seremos trasformados por el Espíritu si vivimos el Evangelio.
4. – En este Adviento tienes la oportunidad de pararte y preguntarte: ¿qué camino estás siguiendo, el falso o el que conduce a la felicidad? Si vives obsesionado por el dinero, el placer, la vanagloria, el pensar sólo en ti mismo, te estás equivocando. Esto no te hace feliz. Tienes la oportunidad de rectificar y enderezar tu camino. ¿Cómo puedes preparar el camino que conduce a Jesús, qué piedras son las que te hacen tropezar, qué baches son los que te encuentras? Sólo si tienes ilusión y ganas por llegar a la meta, podrás llegar. No lo harás solo, pues hay otros muchos que te acompañan. Prepárate para la Navidad. No te dejes arrastrar por el desenfreno de las cenas, el gasto inútil, las prisas….. Sólo merecerá la pena esta Navidad si encuentras de nuevo tu camino interior y escuchas al Dios de la misericordia, que viene a consolarte y a regalarte la salvación. ¿Estarás atento a su voz?
José María Martín OSA
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