PREPARACIÓN:
Antes de la salida del celebrante
Queridos hermanos, nuestra vida cristiana consiste en seguir a Jesucristo. La Eucaristía que vamos a comenzar, de este domingo vigésimo segundo del tiempo ordinario, es un momento realmente importante para reafirmar y revisar este seguimiento, que debe significarnos el arriesgar la vida por Dios y por la salvación del mundo, que es la audacia del verdadero discípulo.
AMBIENTACIÓN:
Luego del saludo inicial y antes del acto penitencial
El Señor nos llama hoy a una actitud de fe viva, aún a pesar de nuestra debilidad; nos llama a renovar nuestro modo de pensar sin tomar por modelo el mundo presente, sino indagando cuál es su voluntad; nos llama a la renuncia a nosotros mismos, a nuestras propias vidas, para ser testigos de lo que quiere Dios: seguir a Cristo, tomar sobre nosotros, junto con Él, la carga de la salvación del mundo.
1ª. LECTURA: (Jer 20, 7-9)
El Profeta ya no se pertenece, vive una vida que no es la suya; se trata de la realidad misma del negarse a sí mismo para cumplir la voluntad de Dios.
SALMO RESP.: (62, 2-6. 8-9)
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.
2ª. LECTURA: (Rm 12, 1-2) (Ver texto)
San Pablo nos exhorta a ofrecer nuestras vidas en medio de la renuncia, en orden al cumplimiento de la voluntad de Dios.
EVANGELIO: (Mt 16, 21-27)
Jesús, en el santo Evangelio, nos habla de la necesidad del sufrimiento y la renuncia a sí mismo como condición indispensable para poder seguirlo
ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Haciendo nuestros los deseos y las necesidades de todos los hombres del mundo, presentémoslos a nuestro Padre del Cielo, con filial confianza.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
"SEÑOR, ESCUCHA NUESTRA ORACIÓN"
v Por la Santa Iglesia y el Santo Padre, para que recibamos en nuestro corazón sus enseñanzas, que nos guíen en el seguimiento de Jesús, y lejos de ajustarnos a los moldes del mundo, busquemos por sobre todo, agradar a Dios, oremos…
v Por nuestro Obispo y nuestros sacerdotes, para que su testimonio nos mueva a presentar nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, es decir, cargando con nuestras cruces de cada día, oremos…
v Por la paz del mundo, para que todos aquellos que tienen su responsabilidad, realicen sinceros esfuerzos para encontrar caminos que terminen con todos los conflictos bélicos, oremos…
v Por todos los que sufren, por los que están solos, por los que menos tienen, para que en tu Hijo encuentren la fortaleza para su dolor, y en nosotros, la caridad fraterna que tanto predicamos, oremos…
v Por toda nuestra comunidad, para que lejos de ajustarnos a los moldes del mundo y descubriendo el verdadero valor del sufrimiento, sepamos renunciar a nosotros mismos y busquemos, por sobre todas la cosas, agradar a Dios, oremos…
CELEBRANTE:
Padre nuestro, te pedimos que escuches nuestra plegaria y nos infundas tu Espíritu, para que podamos ser fieles seguidores de Jesucristo, que vive y reina contigo, por los siglos de los siglos.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Nos ofrecemos ahora al Padre, como hostias, como víctimas vivas y agradables a Él, y con el compromiso de un verdadero seguimiento de Cristo.
Al término del “Lavatorio de Manos” y cuando el celebrante vuelve al centro del altar y antes de la oración siguiente, se hace poner de pie a la asamblea
DIÁLOGO DEL PREFACIO:
Al iniciarse el Prefacio (antes de "El Señor esté con vosotros")
Juntos demos gracias al Padre que ha querido estar al lado de los hombres y quiere nuestra verdadera salvación.
COMUNIÓN:
Comiendo el pan de la Eucaristía recibiremos la fuerza de Cristo para ser verdaderos discípulos suyos, que quitemos las barreras que existen en nuestra vida y que nos separan del amor a Él y a los hermanos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL:
Al término de la distribución de la comunión.
Hermanos:
Todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado, pueden hacer la Comunión Espiritual rezando la siguiente oración:
Creo Señor mío que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo
ardientemente recibirte dentro de mi alma;
pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si te hubiese recibido, me abrazo
y me uno todo a Ti;
Oh Señor, no permitas que me separe de Ti.
DESPEDIDA:
Hoy el Señor nos ha dicho que el que quiera salvar su vida la perderá; nuestro compromiso, fruto de esta Eucaristía, debe ser el aceptar con alegría, vivir según el plan que Dios tiene sobre cada uno de nosotros, única manera de ser de los que, perdiendo la vida por Él, realmente la encontraremos.
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