Podría haber sido de los que no te conocen,
de los que viven huérfanos, buscándote por el mundo.
Pero Tú quisiste plantar en mí la semilla de tu Amor,
y ese ha sido tu mejor regalo para mi vida.
Gracias porque te las arreglaste
para que alguien nos presentara,
porque seguiste echando semillas,
a través de tantas personas
que hoy quiero recordar:
Gracias por…, que me habló de Ti,
antes de que yo te entendiera.
Gracias por…, que me enseñó a ir conociéndote.
Gracias por…, que te fue metiendo en mi vida,
sin que me diera cuenta.
Gracias por…, que se ocupó de que lo nuestro
fuera más serio.
Gracias por…, que profundizó en nuestro amor
y lo hizo más intenso.
Gracias por…, que me fue ampliando detalles
de tu vida y nos hizo amigos.
Gracias por…, que me enseñó a rezar,
a hablar contigo e incluirte en mi vida.
Gracias por…, que no se atrevía a hablarme
directamente de Ti,
pero su hacer me enseñaba,
cómo se vivía a tu manera.
Gracias por…, que me ayudó o me ayuda
a rebrotar de entre las piedras.
Gracias por…, que con sus palabras sabias
me supo acercar tu mensaje.
Gracias por…, educadores y catequistas
que me has ido regalando,
para mantenerme entusiasmado contigo
y con tu espíritu.
Gracias porque sigues sembrado en mí,
con paciencia,
en medio de mis sequedades,
esterilidades y brotes tardíos.
Hoy quiero pedirte que sigas echando
tu semilla en la tierra,
que no dejes a nadie sin ser tocado por tu presencia.
Echa un puñadito de semilla en el corazón
de los gobernantes,
en el de los científicos, los sabios,
los investigadores, los artistas y los poderosos;
en el de los que sufren, están solos, insatisfechos,
o están perdiendo la vida sin disfrutarla…
Fumíganos a todos para que no nos ataque
la plaga de la indiferencia, la comodidad, la injusticia.
Mari Patxi Ayerra
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