13 julio 2023

Domingo XV del Tiempo Ordinario (Ciclo A) (16 de julio de 2023)

 Estamos en pleno verano, momento de la recolección del grano, y el evangelio nos recuerda que, para poder recoger antes debemos sembrar. Palestina en tiempos de Jesús era un país fundamentalmente agrícola y su modo de sembrar no coincidía con el que se usaba en España hasta la aparición del tractor. En Palestina primero se lanzaba la semilla y posteriormente se cubría con el arado, y lógicamente al sembrar a voleo, la semilla caía sobre las veredas de las tierras (caminos), sobre zonas con poca tierra, sobre zarzales que habían crecido el año anterior, pero la mayor parte de la semilla caía sobre tierra buena. Nadie arroja voluntariamente la semilla a los caminos o a los zarzales. El sembrador es consciente de que parte de la semilla que arroja caerá sobre tierra improductiva, pero la mayoría de la semilla sí producirá fruto más o menos abundante.

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Cuando S. Mateo escribe su evangelio, los cristianos estaban desorientados. ¿Por qué tanta hostilidad contra ellos? ¿Valía la pena jugarse la vida? ¿Qué sería de aquellos que rechazan el evangelio? Eran preguntas que nosotros mismos nos hacemos hoy: la mayoría de los españoles han recibido los sacramentos y sin embargo hay una falta de interés por el Evangelio, las iglesias cada vez están más vacías y, por otro lado, nos encontramos con grandes manifestaciones religiosas en santuarios, en procesiones que nada o poco tienen que ver con el Evangelio. ¿Qué está pasando? ¿No estaremos equivocados? ¿Vale la pena ser cristiano?

A través de la parábola, S. Mateo nos quiere dejar muy claro que el evangelio es para todos, que cada ser humano es responsable de escuchar y acoger la Palabra o de rechazarla.El centro de la parábola es la semilla, la palabra de Dios, que al caer en el corazón del ser humano produce efectos diferentes en cada persona según la acoja o la rechace. Los cuatro tipos de terrenos simbolizan los cuatro tipos de personas en quienes es sembrada la palabra. Es el momento de preguntarnos y responder: ¿Qué clase de tierra soy? ¿Acojo o rechazo la Palabra de Dios?

Una parte de la semilla cayó al borde del camino (v. 19). Representa a todos los de corazón endurecido e insensible, que no aceptan voluntariamente recibir la palabra y, por tanto, no la entienden, pues se llenan de razonamientos y argumentos que les impiden entender la verdad. Muchos, considerándose religiosos, no aceptan la palabra del Señor y “colocan su religión” por encima de Dios; así que el maligno arrebata lo que se intentó sembrar en su corazón. La palabra no tiene efecto, porque no penetra, no profundiza.

Otra parte cayó en terreno pedregoso (v. 20). Representa a los de corazón poco profundo, que al momento reciben el evangelio con alegría, pero como tienen poca base, poca raíz, dura poco tiempo. Es difícil que la palabra penetre y eche raíces en un corazón dominado por las emociones. Aquí el problema no es el repentino crecimiento, sino la falta de profundidad. En consecuencia, al venir las pruebas, las tentaciones y problemas por causa de la palabra, inmediatamente se apartan de ella. El motivo por el que la palabra no profundiza y no echa raíces en este grupo de personas como en el anterior, es por es por causas internas: «la dureza del hombre y la superficialidad de la carne».

Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra, pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril (v. 22), de modo que no llega a dar fruto. Diríamos que son cristianos a medias. Escuchan la palabra, pero al tiempo se contaminan por el engaño de las riquezas y de los placeres, así que esta semilla, aunque crezca nunca da fruto, amenazan constantemente con ahogar la Palabra de Dios y su crecimiento. Suele decirse de este tipo de personas que son cristianos que solo calientan los bancos en la iglesia y en los cuales no se ve ningún fruto a pesar de que puedan llevar años escuchando la palabra. Este tipo de personas son creyentes temporales, que tan pronto vienen las situaciones difíciles, abandonan y no están dispuestos a luchar por la fe que les fue dada.

Y hay una parte, la mayoría de la tierra, que produce fruto abundante, es una tierra fértil y libre de malezas. Representa esta parte de la parábola a los de todo corazón, a aquellos que responden correctamente a la palabra y dan fruto en cantidades del ciento, a sesenta, y a treinta por uno; cada cual tiene una cosecha generosa. Aquí es importante que haya mucha oración para entender, tener paciencia y atesorar la palabra en nuestros corazones con el deseo de guardarla.

De los cuatro tipos de terreno, ¿dónde me sitúo? La parábola es también una invitación al optimismo, especialmente para los predicadores. Aunque parezca que pocos responden, Dios está en el control y la cosecha ciertamente vendrá. A la luz de la creciente oposición a Jesús y del creciente abandono: “No todos responderán, pero habrá algunos que lo harán, y la cosecha será grande”. Jesús dice a los apóstoles que eran bienaventurados porque tenían ojos para ver y oídos para oír. Y yo, ¿me considero dichoso por escuchar y acoger la palabra de Dios?

Vicente Martín, OSA

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