08 julio 2022

DOMINGO DECIMOQUINTO (Lc.10,25-37). “Ama, pues, al prójimo…, y en él verás a Dios” (San Agustín).

 


1.- En la parábola del buen samaritano (Lc.10,25-37) Jesús, una vez más, nos hace ver cómo Dios y el ser humano SON UN MATRIMONIO SIN DIVORCIO.
- Se trata, en dicha parábola, de hacernos ver que el error del sacerdote y el monaguillo FUE PRETENDER DIVORCIAR A DIOS de su amor preferido que es todo ser humano.
+ Ambos pasaron DE LARGO ante el herido en la vera del camino, donde estaba Dios (Lc.10,31-32).
+ Para ambos el incienso y los ritos religiosos eran más importantes que el herido a la vera del camino.
- El samaritano, el que aparentemente era un descreído, fue quien descubrió a Dios, allí donde verdaderamente estaba, en el herido a la vera del camino (Lc.10,29-37).
- San Juan lo decía bien claro: “Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de él este mandamiento: Quien ama a Dios, ame también a su hermano” (IJn.4,20-21).
Como dice José Luis Martín Descalzo: “La parábola del buen samaritano es una explicación perfecta: Mientras el sacerdote y el levita creen cumplir su deber prefiriendo su pureza a la ayuda al herido, Jesús presenta como verdadero cumplimiento a quien no pone límites a su amor y al amor de los más pequeños y humillados”

2.- El buen samaritano, pues, es hoy:
- Toda gente de buen corazón y de buenos sentimientos.
- Quien arriesga su vida por liberar a los demás de sus esclavitudes, sean de la clase que sean.
- El que lucha con amor por quitar el analfabetismo, la opresión, el hambre, la injusticia... que hacen imposible el que todo ser humano viva en dignidad.
- El que se alegra en sembrar la paz y el diálogo en todo momento y en todos los ambientes.
- El que es incapaz de hacer sufrir a los demás; pero sí sabe enjugar las lágrimas del hermano que llora y devolverle la sonrisa.
- El que sabe servir al otro gratuitamente y con alegría.
- El empresario que, a costa de ganar él un poco menos, se esfuerza en dar trabajo y salario digno a sus obreros.
- El político que se entrega al servicio del país en alma y cuerpo.
- El que denuncia con sus nombres a los corruptos, causantes de la inmoralidad y del mal funcionamiento de las instituciones.
- El médico que ve en el enfermo, no a un cliente, sino a un hermano que sufre.
- El sacerdote que entrega su vida sin interés alguno en beneficio de la comunidad y del evangelio.
- El joven que rompe las fronteras de su egoísmo y se lanza con toda ilusión a comunicar a los demás la fuerza de su juventud.
- Los esposos y los padres que hacen de su hogar una escuela de valores.
Como decía San Agustín: “Ama, pues, al prójimo…, y en él verás a Dios.”

3.- En un mundo como el nuestro esta parábola debería abrirnos un panorama inmenso para nuestra fe:
+ Si Dios no nos lleva al hermano, ese Dios es falso.
+ Si nuestro Dios nos hace pasar de largo ante el hermano que nos necesita, ese Dios es falso.
+ Si a nuestro Dios le interesa más el rito religioso que el pobre herido en el camino de la vida, ese Dios es falso.
- Rescatar al Dios verdadero, al Dios de Jesús, es empezar a mirar al otro como presencia viva de Dios.
- El amor sincero a Dios, por tanto, sólo se expresa de una manera viva y real en el amor al hermano. Como decía el filósofo y teólogo danés Sören Kierkegaar: “El amor de Dios y el amor al prójimo son dos hojas de una puerta que sólo pueden abrirse y cerrarse juntas.
Ya lo decía también el gran poeta español León Felipe: “El hombre, el hombre es lo que importa.”

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